La crisis económica no será un mal trago del que nos recuperaremos pronto. Habrá cambios para siempre. Sobre todo, habrá una reasignación permanente de recursos. Muchos trabajos no volverán. Hoy en Estados Unidos se contrata a 3 personas por cada 10 que son despedidas[1]. Alrededor del 42% de esos despidos serán permanentes: restaurantes que ya no abrirán, tiendas desmanteladas, fábricas que reducirán su tamaño de forma definitiva. Las cifras son para Estados Unidos, pero sirven de indicador, empezando por el hecho de que los gringos son nuestros mejores clientes.

En México la población ocupada en el primer trimestre de 2020 era igual a 55.3 millones (todas las cifras de México vienen del INEGI). En el reporte del 1ro de junio, el INEGI dice que ahora solo son 42.5 millones. Es decir, hay 12.8 millones de mexicanos que tenían un trabajo cuando empezó el año, pero ya no (sector informal incluido). Si solo la mitad de los que perdieron la chamba se hubieran convertido en desocupados (es decir, no tienen trabajo pero lo están buscando), la tasa de desempleo sería igual a 18.6%. Para entender lo escandaloso que esa cifra sería, basta saber que en la crisis del 2008 la tasa de desempleo llegó al 6% en su peor momento; en otras palabras, más de tres veces menos.

La buena noticia es que eso no pasó. De los 12.8 millones que se quedaron sin empleo, solo 123 mil se convirtieron en nuevos desocupados, así que la tasa de desempleo pasó de 3% a 4.7%. Un aumento módico si pensamos en lo que pudo haber pasado. Pero aquí es donde la estadística, mal entendida, puede llevar a conclusiones erróneas. Que la tasa de desempleo no haya llegado a niveles catastróficos no significa que no lo hará en unos meses. Muchas empresas que hoy tienen problemas financieros serán insolventes en cuestión de semanas, y tendrán que cerrar. Muchos despidos que ahora parecen temporales, cuando los patrones abran y se den cuenta de que la demanda cayó de forma estrepitosa, se volverán definitivos. Entonces esos trabajadores que ahora son económicamente inactivos saldrán a la calle a buscar trabajo, y no lo van a encontrar.

Por eso el gobierno debe ser asertivo. La tasa de desempleo no aumentó de forma escandalosa porque México tiene un problema enorme: la informalidad. Cerca del 60% de los trabajadores mexicanos son informales. Y la informalidad no implica que esos trabajadores no van a sufrir. Al contrario, les puede ir peor. El taquero que vende en la esquina no recibirá liquidación, Martita la de la estética no tiene seguro de desempleo.

Ya lo han dicho otros economistas, yo lo reitero. El gobierno debe ayudar directamente a los desempleados. Por un lado, porque, como ya dije, la mayor parte de los trabajadores mexicanos son informales, así que las ayudas a empresas no les van a llegar. La segunda razón es que estamos ante un choque permanente. Habrá menos restaurantes, cafés, tiendas de ropa y actividades multitudinarias, pero habrá un incremento en la demanda en otros sectores de la economía (todos los servicios de entretenimiento por internet, por ejemplo), y el gobierno debe ayudar a que la transición sea rápida y menos dolorosa.

Es difícil ayudar a los trabajadores informales, porque el gobierno no tiene registro de ellos, pero también es una oportunidad magnífica para que la economía mexicana prospere cuando la crisis termine. El primer paso es dar transferencias a los desempleados, y utilizar eso para regularizar a los millones de mexicanos en la informalidad. La única condición debe ser que la transferencia se pague con una sobretasa el próximo año.

Hay que acompañar las transferencias directas con otros incentivos para formalizar la economía. Es un buen momento para flexibilizar los procedimientos burocráticos. En Canadá toma 4 días registrar una propiedad, en México 39. En Canadá solo se requieren 2 procedimientos burocráticos para abrir un negocio, en México 8 (datos del Banco Mundial). Hay que reducir los requisitos para abrir nuevos negocios, expandir los existentes y obtener licencias de uso de suelo. Banxico hará lo propio e imprimirá más billetes; una crisis como esta requiere una política monetaria expansiva temporal (repito: temporal).

El apoyo a las empresas debe hacerse con más cuidado. Subsidiar negocios que están condenados a desaparecer por los cambios permanentes en la demanda es oneroso para los contribuyentes. Toda crisis es un momento de oportunidad, pero para aprovecharla hay que ser flexible. Los recursos, en (especial el capital humano) deben tener todas las facilidades para moverse a los sectores que resulten favorecidos por la recesión. Será doloroso y será lento, pero si se hace bien nuestra sociedad será más próspera.

[1] COVID-19 Is Also a Reallocation Shock, Jose Maria Barrero, Nick Bloom, y Steven J. Davis. Working paper.

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