A escasos veinte días de la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca ya es claro el viraje de timón en la política exterior de la mayor potencia del mundo. Resulta evidente la voluntad estadounidense de volver al multilateralismo en contraste con el unilateralismo promovido por Trump, así como también la voluntad de Washington de retomar las alianzas estratégicas estadounidenses para volver a los canales diplomáticos institucionales.

Algunos de los temas específicos que representan un mayor contraste entre la nueva administración estadounidense y su antecesora tienen que ver con Oriente Medio. En un discurso dirigido a los líderes del mundo, el pasado jueves, Biden anunció que Estados Unidos dejará de apoyar a Arabia Saudita en la guerra en Yemen. El presidente estadounidense fue rotundo al insistir en que “la guerra tiene que terminar”.

Como se esperaba, Biden buscará relanzar las negociaciones con Irán, estos esfuerzos se hicieron ya patentes con el nombramiento de Robert Malley, como nuevo enviado especial para Irán. Malley fue el negociador principal del acuerdo nuclear con ese país. Un hombre criticado por los republicanos por ser demasiado complaciente con Teherán, pero que ha demostrado tener la capacidad de impulsar acuerdos con un país que históricamente ha tenido una relación compleja con nuestro vecino del norte.

A pesar de estos visibles cambios, existen algunos temas en los cuales no se vislumbran grandes alteraciones, uno de ellos es la relación con China. Dos terceras partes de nuestros vecinos tienen una visión desfavorable sobre el país asiático, y la mayoría de los estadounidenses lo perciben como la principal amenaza al liderazgo de su país, por lo que este es uno de los pocos temas en los cuales tanto republicanos como demócratas parecen estar de acuerdo. La tensión en la lucha por la hegemonía global continuará, las primeras señales del gobierno de Biden así lo dejan ver.

Además, el nuevo inquilino de 1600 Pennsylvania Avenue parece querer fortalecer la influencia estadounidense en el mundo occidental particularmente en lo que respecta a la animadversión contra el gigante asiático. Sin embargo, no todo es igual que hace cuatro años, el golpe asestado por Trump cambió el tablero global y si bien el mundo occidental ve con muy buenos ojos el retorno estadounidense al multilateralismo cada vez son menos los socios incondicionales de Washington.

Basta escuchar el mensaje de la canciller alemana, Angela Merkel, en el foro de Davos hace apenas un par de semanas, en el cual enfatizó “Me gustaría mucho evitar la construcción de bloques.” Y agregó que no se debería tener que elegir entre dos campos. Mientras que en Francia existe un amplio debate sobre la importancia de mantener la “autonomía estratégica”, un término acuñado por el presidente francés, Emmanuel Macron, para describir la relación entre Europa y Estados Unidos.

Si bien se han escuchado tímidas críticas desde algunas capitales europeas respecto a la persecución de los Uigures o al manejo que ha dado Beijing a Hong Kong, destaca el hecho de que, en los últimos días del 2020, Beijing y Bruselas alcanzaron un “Acuerdo Integral de Inversiones” que mejorará el acceso al mercado chino a las empresas europeas y les garantizará competir en mejores condiciones con las compañías del país asiático. Los intereses específicos de la Unión Europea en China hacen cada día más difícil que el continente europeo tome abierto partido por Estados Unidos y que el mundo se cristalice en dos bandos.

Adicionalmente la diplomacia de las vacunas, comienza a rendir frutos para China y Rusia. Mientras las farmacéuticas europeas y estadounidenses se han enfocado en atender la demanda de sus países de origen, las vacunas de Rusia y China se han desplegado en el mundo con el fin de obtener mayor influencia en diversas latitudes. En América Latina son varios los países que si bien tradicionalmente habían sido parte de la esfera de influencia estadounidense hoy voltean a Moscú y a Beijing para tener acceso a la vacuna que pudiera sacarlos de la terrible crisis sanitaria. La escasez de vacunas ha hecho de estas un bien preciado, tanto como para generar disrupciones en alianzas históricas. En el ajedrez de la geopolítica, los tradicionales alfiles hoy ya no son incondicionales.

@B_Estefan  

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