Por: Angélica Buendía y Abril Acosta
Es innegable que la pandemia causada por el Sars-Cov-2 ha intensificado los ya de por sí graves problemas de desigualdad múltiple y cruzada que vivimos, desde hace por lo menos tres décadas. Una de sus manifestaciones más visibles ocurre en las condiciones laborales precarias que viven amplios segmentos de la población. La educación no es ajena a este fenómeno, particularmente, se ha evidenciado en las limitadas condiciones materiales y de infraestructura en las que se ejerce la docencia en escuelas de nivel básico y medio superior y en los salarios de un amplio grupo de profesores en la educación superior.
El reciente movimiento de profesores de asignatura en la UNAM que condujo al paro de actividades en una veintena de escuelas y facultades, ha colocado al centro del debate en plena pandemia, las desfavorables condiciones de trabajo que han vivido los profesores de asignatura desde hace décadas, y que se han recrudecido a la luz de diversas políticas institucionales implementadas en los últimos meses. A un pago que puede definirse, cuando menos, como bajo, se ha agregado el que en muchos casos los profesores no percibieron ingresos durante meses debido a cuestiones administrativas derivadas del cese de actividades presenciales.
En el 2019, aproximadamente el 75% del total de profesores que atienden la educación superior eran de tiempo parcial; 59% contratados en las públicas y 85% en las privadas. Entre las primeras, en el ámbito federal contrastan la UNAM con el 85.27%, el IPN con el 32.48%, la UAM con 11.6% y Chapingo el 6.42%. En el ámbito estatal, la UAQro con el 78.27%, la UABCS el 77.48, la UdeG un 51.31%, la UV con el 40.32%, la UAGro con el 19.24%, la UAAAN el 2.37% y la UACM con el 1.34%.
Era el año 2012 cuando iniciamos con el estudio sistemático de los profesores por hora, y difundimos un par de investigaciones en las cuales analizamos las precarias condiciones laborales y académicas de los profesores de asignatura en instituciones de educación superior privadas, y para sorpresa de muchos, también públicas. Ya a nivel internacional desde finales del siglo XX, el mismo debate se acompañó de diversas manifestaciones que condujeron a la conformación de coaliciones sindicales en defensa de la seguridad y la estabilidad laboral, algunos de ellos, como es el caso de la COCAL (Coalition of Contingent Academic Labor), con representación en sindicatos universitarios en México. Estados Unidos y Canadá, lideran el movimiento de profesores de la educación superior, donde han logrado que en algunos estados se reconozca el carácter contingente y desfavorable de las condiciones de trabajo de los part time professors, adjuncts y lecturers, a fin de definir con mayor claridad el tiempo de contratación y los beneficios salariales y de seguridad laboral de los docentes, lo cual, en el caso de México, no se ha regulado.
En México al menos dos movimientos de profesores por hora sucedieron previamente al de la UNAM: el primero en la Universidad del Valle de México campus Texcoco en 2008, que condujo a la creación del primer sindicato de profesores por hora del país, y el de los profesores de asignatura de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), que se conformó como agrupación social en el 2019.
El reciente interés sobre este tema ha tenido lugar en la agenda pública, por ejemplo, en el Programa Sectorial de Educación 2020-2024, que reconoce que las políticas de profesionalización en la educación superior han tenido efectos no deseados, dado que los programas de estímulos se orientaron a los profesores de tiempo completo “demeritando el reconocimiento y apoyo a los profesores de tiempo parcial”. Mientras la figura del profesor investigador de tiempo completo se había constituido como el espejo de la excelencia de las universidades, la figura del profesor temporal pasó al olvido.
¿Qué funciones desarrollan, cuáles son sus expectativas, que tipo de mercado laboral han configurado?
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