Queda todavía pendiente una biografía comprehensiva de Jaime Torres Bodet, literato y servidor público indispensable para comprender nuestro siglo XX; a pesar de ello, el historiador Marcio Orozco hace un invaluable aporte con su libro No soy Jaime Torres Bodet, soy México. El embajador en Francia (1954-1958), publicado por Bonilla Ediciones en 2023. El trabajo abarca el paso del literato por la embajada de la nación gala, y trastoca al funcionario y al hombre de letras, haciendo ver que uno no se entiende sin el otro.

Cosmopolita de cuna, la diplomacia le quedó como anillo al dedo al poeta. Nacido en 1902, desde su infancia estuvo expuesto a la vida social nacional e internacional gracias a las relaciones laborales de su padre, representante de diferentes artistas escénicos que realizaban giras por la república. También se acercó a la literatura europea de la época, y por supuesto a los clásicos, gracias al esfuerzo de su madre, quien le inculcó desde pequeño el gusto por la lectura, mismo gusto que en el futuro se desarrollaría en una facilidad natural para la escritura.

Torres Bodet dejó huella tanto en la cultura como en el servicio exterior, fue el segundo director general de la UNESCO, secretario de Relaciones Exteriores y luego cabeza de la Secretaría de Educación, donde fue el gran artífice del libro de texto gratuito y de las campañas de alfabetización. Fue el gran promotor de nuestra literatura en Europa, coordinando una antología de poesía mexicana traducida al francés y al inglés, siendo el traductor a esta última lengua un joven Samuel Beckett. ?Octavio Paz lo recuerda así: “Torres Bodet, su obra y su persona, son parte —y parte imprescindible— de la literatura y la historia del México moderno”.

Dio sus primeros pasos en la diplomacia en 1929, al fungir como tercer secretario de la Legación de México en Madrid. Se empapó de la vida literaria, cultivando amistad con grandes autores como Ramón del Valle Inclán, Federico García Lorca, Alberto del Toro Aguirre y Pedro Salinas. Durante todas sus estadías diplomáticas sería asiduo de los círculos literarios y conocería a personajes de la talla de André Malraux y Jorge Luis Borges.

Fue testigo de grandes acontecimientos. Durante la Segunda Guerra Mundial se encontraba en Bruselas como encargado de negocios ad interim y “pudo constatar la agresión y provocación de Alemania”. Evacuado, volvió a México en 1940.

Más tarde, en la IX Conferencia Internacional Americana, en plena revuelta política en Colombia, se desencadenó un tiroteo en la Plaza del Congreso. El diplomático, cumpliendo con su deber, se aproximó al lugar a pesar de las advertencias de sus colegas, declarando “en estos momentos no soy Jaime Torres Bodet, soy México”. Cuenta Rafael Solana, quien fuera su secretario particular entre 1958 y 1964, que “siguió con el mismo paso entre los tiros que [silbaban] [...] por todas partes, porque México no podía dar el espectáculo de agacharse o de esconderse”.

Hoy en día, los méritos de Torres Bodet, tanto como escritor como estadista, son constantemente puestos en entredicho; no obstante, es imposible ignorar la admiración que le profesaron escritores ahora considerados superiores, incluyendo sus compañeros del grupo Contemporáneos; José Gorostiza, en una entrevista tardía, llegó a abogar por su candidatura al Premio Nobel de Literatura. Así, la aportación que Marcio Orozco hace con su biografía es un primer acercamiento de los muchos que son necesarios para abordar una figura tan totalizante.

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