Si bien hay progreso en términos de financiamiento climático -compromiso establecido desde el Acuerdo de París, en 2015, de proporcionar conjuntamente 100 mil mdd anuales a los países en desarrollo para apoyar la acción climática-, todavía no se logra la meta de movilizar los recursos, y se ve difícil lograrlo este año, con la conjunción de las crisis sanitaria, económica y geopolítica.

Sin embargo, las necesidades de financiamiento climático son apremiantes. Sólo para adaptarse y ser más resilientes a los impactos del cambio climático, se requieren cerca de 295 mil mdd al año y, conforme se caliente el planeta, este monto irá aumentando.

La necesidad de recursos es grande, pero la mayor parte de las inversiones es redituable. Cada peso que se destina a adaptarse a los impactos del cambio climático tiene un retorno de 4 a 1, y la descarbonización de la economía, aunque costosa, puede generar beneficios económicos, sociales (y desde luego ambientales) que superan por mucho los costos.

En el caso de México, de acuerdo con el Gobierno federal, cumplir con la meta actual de reducir en 22% las emisiones con respecto a una línea base para el 2030 podría costar alrededor de 104 mil mdd, pero redituaría 157 mil mdd, y eso sólo contabilizando los beneficios tangibles.

Abordar este tema es indispensable en momentos que se lleva a cabo en Egipto, África la cumbre mundial sobre cambio climático, la COP27. Además del financiamiento, se vislumbran otros dos temas críticos: el primero es el aumento de la ambición climática, que cobra urgencia dado que, sumadas, las metas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que han presentado los 197 países que han ratificado el Acuerdo de París apenas alcanzarían en 2030 para un abatimiento de 7% con respecto a las emisiones globales del año 2010, y haría falta llegar al menos a 43%, es decir, seis veces más, si aspiramos a que la temperatura del planeta no sobrepase los 1.5 grados centígrados de calentamiento. Alrededor de este tema se debate también cómo avanzar en la transición hacia una economía descarbonizada y más sustentable de manera justa y equitativa.

El segundo gran tema es el de la adaptación. El país sede le dio la mayor prioridad, con la legitimidad que le da estar ubicado en una de las regiones más vulnerables del mundo a los embates del cambio climático, pese a tener muy poco que ver con las causas.

En las negociaciones sobre adaptación se ha puesto mucho énfasis en tratar de lograr acuerdos sobre cómo resarcir las pérdidas y los daños causados por los fenómenos climáticos, que van en aumento, sobre todo mediante apoyos concretos de los países desarrollados hacia los más pobres, y con ello materializar un compromiso que lleva 12 años en la mesa, desde la COP16 de Cancún.

Es importante, finalmente, recordar que, si bien quienes se sientan en la mesa de negociación son los gobiernos nacionales, la responsabilidad para enfrentar la emergencia climática es compartida con las empresas, los gobiernos estatales y municipales, y en última instancia, toda la sociedad. Todos ellos deberán ser parte de la solución, pero también podrán ser partícipes de los beneficios.

Director de cambio climático y energía del Instituto de Recursos Mundiales México (WRI México)

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