Hace un año la realidad del virus recorría el mundo. Un año breve en la cronología de la humanidad, intenso en lo ordinario que nos ha tocado vivir. Boaventura de Sousa planteaba, en La cruel pedagogía del virus (2020), el establecimiento de “la normalidad de la excepción”, hecho en el que estamos al normalizar en nuestras prácticas sociales el confinamiento, el cubrebocas, el lavado de manos constante, el mantener la distancia, alcohol para rozar las superficies de contacto, así como evitar aglomeraciones de cualquier tipo. En esta anatomía del orden, pocas huellas de lo colectivo, de la solidaridad, prevaleciendo el temor al contagio, el síndrome de la lepra. Vale señalar: los problemas que existían antes de la pandemia no desaparecieron, se han exacerbado, por lo que se puede afirmar que “la pandemia solo agrava una situación de crisis a la que ha sido sometida la población mundial” (De Sousa).

Otro indicador de la “normalidad de la excepción” se relaciona con la cada vez mayor penetración del poder de las corporaciones digitales en todos los ámbitos de lo cotidiano. Algunos analistas, dependiendo del ángulo de observación, aluden a la corporatocracia, al capitalismo digital, al capitalismo de la vigilancia. Por el relieve de su argumento, pongamos atención en R. Forster: “El semiocapitalismo se ha convertido en el punto máximo de abstracción del capital impactando directa y fulminantemente sobre individuos que viven, cada vez más, en el interior de realidades virtuales y bajo el signo de la desmaterialización de los vínculos intersubjetivos”. Esto lo publicaba Forster en el 2016, ya como un problema agudizado en el último tiempo, en el Prólogo a ¿Por qué (no) leer a Byung-Chul Han?

Esas poderosas corporaciones encararon con su poder tentacular a D. Trump, silenciándolo. ¡Nada más! El argumento apuntaba que se alentaban noticias sin fundamento, falsas (fake news). El nuevo Ministerio de la Verdad (Orwell dixit). La vieja consigna con que nació el neoconservadurismo, de ensanchar la gobernabilidad y disminuir la democracia, está presente en este hecho, lo cual no es ningún guiño a Trump y su obsesión: se desplaza lo ciudadano, jerarquizando al algoritmo; se promueve la generación de adicción por el uso intensivo y extensivo de las corporaciones digitales, con la complicidad activa de los usuarios, bajo el supuesto de que “si no pagas por el producto entonces eres el producto” (El dilema de las redes sociales), que materializa parte de lo que planteaba A. Huxley: “Todo condicionamiento tiende a esto: a lograr que la gente ame su inevitable destino social”.

Estas grandes empresas se desdoblan en un modelo de negocios exitoso en lo que se refiere a hacer dinero, así como en la capacidad de control, como se plantea en la discusión contemporánea, en términos de capacidad predictiva. Snowden crítica esto: “Una vez que excavas en los mecanismos técnicos reales con los que se calcula la predictibilidad, entiendes que su ciencia es en realidad anticientífica, y su nombre, un error mortal: la predictibilidad es manipulación”. Empero, en la revisión de una historia larga del control en las organizaciones, desde la Administración como disciplina, esta es una asignatura que sistemáticamente es examinada. No basta con el adjetivo de manipulación, es necesario explicarlo. Braverman, en una breve cita, condensa mucho del esfuerzo que se decanta en la teoría administrativa, de la organización y de los estudios organizacionales, cuando señala que “La transformación de la humanidad trabajadora en ‘fuerza de trabajo’, en un ‘factor de producción’, en un instrumento del capital, es un proceso incesante y sin fin”.

Regresamos a De Sousa. Argumenta que “El colonialismo y el patriarcado están vivos y se fortalecen en tiempos de crisis aguda”. Sobre lo primero, abramos los periódicos de los últimos días. En una nota se señala que hay una denuncia de la Organización Mundial de la Salud, de que 10 países concentran el 95% de las vacunas. En otra nota, en esta tesitura, se plantea que el 45% de las vacunas anti-COVID-19 se han administrado en los países del G7, detallando que se trata del 10% de la población pero han administrado, como se apuntó, el 45% de las vacunas. Dentro de los diez países que concentraban las vacunas, se subsume el G7. Esto fue planteado por el canciller mexicano Marcelo Ebrard, como una posición crítica frente a esta política excluyente y exclusivista. En las corporaciones digitales, y su influencia en la mercantilización de las universidades, por ejemplo, esto ocupa un lugar en primer plano, aunque viene –como todo en la historia- de un proceso previo, referido a los Massive Online Open Courses (MOOC): “Lo que está en juego detrás de los MOOC no es la democratización del conocimiento, sino el control de la certificación del conocimiento […] lo que se disputa ahora en la economía del conocimiento, es el control del mercado de formación mundial, por un puñado de marcas”, lo que a su vez es la antesala para el traslado mecánico del pensamiento hegemónico de las universidades que participan en las plataformas, particularmente anglosajonas, plantean Patricia Gascón y José Luis Cepeda (UAM).

Sobre el patriarcado, no podemos voltear la cara a la expansión de la violencia en los hogares, el uso de los tiempos en lo ordinario con una prevalencia exacerbada del trabajo femenino dentro de los hogares, las broncas del feminicidio o el incremento en el suicidio de las mujeres, de manera central, y de población infantil y adolescente, hecho de terror en Japón (tanto que llevó a la conformación del Ministerio de la Soledad).

Hace un año ya.

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