La derecha internacional, empeñada en avanzar sin pausa en la “batalla cultural”, manifiesta actividad permanente. Es el caso del nombramiento a Javier Milei, presidente de Argentina, de “Embajador Internacional de la Luz”, otorgado por la Sinagoga The Shul de Chabad Lubavitch (agrupación ortodoxa que no canta mal las rancheras en su inclinación ultraconservadora), por “sus incansables esfuerzos para Israel y la comunidad global” (pongamos debajo de la alfombra los más de 30 mil muertos en la Frontera de Gaza, al menos una tercera parte de población infantil en esta numeralia del terror).

Los proponentes -bendita ironía, pues se trata de una agrupación oscura por donde se le mire-, argumentan que los Milei “han sido un faro brillante, inspirando un mundo más brillante y más compasivo” (sic) -en un contexto de alta intensidad en el medio oriente, cuando lo que se necesita y exigen las condiciones históricas son razones y talento para atemperar el conflicto-, “honrando su inquebrantable dedicación a difundir libertad, esperanza y positividad ante la oscuridad”. Podría ser una mala broma, pero no lo es, se trata realmente de la construcción de un escenario internacional para disminuir la regulación de cualquier signo, combatir la alteridad, echar al cesto de basura el convivir con la diversidad, más allá del razonamiento simplón de que “los liberales no somos manada” (Milei dixit), como un argumento para justificar cualquier cosa que se salga del relato oficial.

Pongamos un ejemplo sobre esto último. Alude al caso reciente en el que el diputado argentino de La Libertad Avanza, Benegas Lynch, señaló: "Yo no creo en la obligatoriedad de la educación. Es una responsabilidad de los padres. Vos a tu hijo le querés dar lo mejor", señaló el diputado de La Libertad Avanza, en entrevista radial. Abundando en su exposición: "Muchas veces puede pasar en la estancia, y sobre todo en Argentina, que no te podés dar el lujo de mandar a tu hijo al colegio porque lo necesitás en el taller junto al padre trabajando y no lo puede mandar a la universidad". Un viaje al pasado el que propone Benegas Lynch, pues en New Lanark, en el experimento de Robert Owen, a principios del siglo XIX, los niños no se incorporaban a la fábrica, su tiempo no estaba destinado al trabajo fabril, lo dedicaban a ir a la escuela, desde los dos años de edad. La respuesta doméstica e internacional (UNICEF, entre otras) fue crítica a lo planteado por el diputado libertario.

No puede soslayarse que la periodista que entrevistó a Benegas Lynch fue criticada y censurada por el gobierno de Milei, en una posición claramente asimétrica (el peso del poder del gobierno versus el peso del micrófono), dejando ver que la apuesta conservadora subraya el monólogo, cierra puertas, disfruta de aplicar sanciones y privilegia la censura y la guerra en todos los ámbitos. En una visión amplia, el ejercicio de la derecha replica la destrucción de contratos sociales, lo que ha devenido en “modelos darwinianos de la supervivencia individual” (Gouillart y Kelly, 1996).

No es de militancia argumentar que el “Faro moral de occidente”, personificado en Milei, no soporta la crítica ni al que piensa algo diferente a lo que atraviesa su cabeza atribulada. Abrigado por Vox, la derecha continental de América (manifiesta en el verbo encarnado del mileísmo) apunta hacia otro punto de llegada: acudir a Ucrania para apoyar a V. Zelenski, lo que no necesariamente significa el ensayo de soluciones pacíficas en esa región del mundo. Ahora, con el ataque de Irán a Israel (con argumentos del derecho a la legítima defensa, “quién parará esta locura, parará”, canta Rafael Mendoza), las cosas se complican al señalar la adhesión inquebrantable con el gobierno de Israel. No soportar la crítica, destruir al otro, es una clara expresión de una posición autoritaria, más allá del repertorio que alude por un lado a la luz (la razón les acompaña, iluminados por las fuerzas del cielo, en lenguaje mítico), así como en una indicación precisa del camino a seguir -por ejemplo, el correlato del encuentro de Elon Musk y Milei, en lo que hace a la necesidad de liberar los mercados y "defender las ideas de la libertad" (necesario explorar el sentido de lo puesto sobre la mesa por Musk: fomentar la tasa de natalidad en el mundo, bajo el supuesto de que la mantención de su declive podría ser terminal para la civilización).

Milei, en su consistencia, ha señalado ser fan de Margaret Hilda Thatcher, mientras en la otra acera, gente de izquierda en Gran Bretaña hablaba de Thatcher como “la bastarda más grande que hemos conocido”. Ubicado desde cualquier plano, algo innegable es que La Dama de hierro, en la guerra de Las Malvinas, autorizó el hundimiento del Crucero General Belgrano, con la muerte de 323 argentinos, embarcación que no estaba en la zona del conflicto, por lo que ha sido catalogado como un crimen de guerra.

Quizá podemos concluir estas breves notas, que aluden a la derecha internacional y la maldad, recordando a otra inglesa, pero bastante más simpática y alegre que Thatcher: “La maldad no es algo sobrehumano, es algo menos que humano”, decía Agatha Christie.

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