En el año 2017, el canal de Youtube Pop Culture Detective hizo un video llamando la atención sobre un tropo que -en opinión del autor- era cada vez más visible en el cine de Hollywood. Se trata de un tipo de personaje femenino que se comporta ingenuo pero sabio, que tiene actitudes similares a las de un niño, pero dentro de un cuerpo femenino maduro y sexualizado. Pop Culture decidió llamar a este tropo como Born Sexy Yesterday (Nacida Sexy Ayer).

El ejemplo más claro de una Born Sexy Yesterday (BSY) es Leeloo (Milla Jovovich), el ser supremo y perfecto de El Quinto Elemento (Besson, 1997). Reconstruida luego de un fatal accidente, Leeloo renace en un mundo (la Tierra) que no conoce. Frágil, sin entender el idioma de los terrícolas, pero increíblemente sexy, Leeloo es este personaje ingenuo, que literalmente nació sexy ayer, en un cuerpo de mujer madura que no está consciente de su propia sexualidad y sensualidad. Pero no hay problema porque (convenientemente) siempre habrá un hombre que le enseñe del mundo, del amor, y del sexo.

Ejemplos de la BSY en el cine norteamericano hay muchos: Splash, Encantada, Mi Novia es un Alien, Star Trek y más. En todos ellos se cumple la regla de la mujer guapa, inexperta, sexual, con comportamientos casi infantiles y que gracias a un hombre descubre el mundo y el placer.

En su más reciente cinta, Poor Things (Irlanda, U.K., USA), el director de origen griego Yorgos Lanthimos inicia con un personaje que parece será una Sexy Born Yesterday más. Bella es una mujer adulta, esbelta, guapa (es Emma Stone) pero con el cerebro de una niña. Se trata de un experimento más del excéntrico Dr.Godwin Baxter (Williem Dafoe) quien cual Frankenstein, no tiene empacho en hacer cruzas de patos con perros, cerdos con pollos o niñas con cuerpo de mujer.

Bella inicia caminando y balbuceando como una bebé, pero rápidamente sus capacidades cognitivas se desarrollan hasta llegar a un punto donde descubre el placer de tocarse sus partes genitales. Entusiasmada por el descubrimiento (“¿por qué la gente ni hace esto todo el tiempo?”), Bella decide que es tiempo de escapar del manto de su padre, el Dr. God, para vivir aventuras. Su deseo se cumple, pero de la mano de un hombre: Duncan Wedderburn (Mark Ruffalo), quién la lleva por el mundo y le enseña los placeres del sexo, no sin advertirle que ese placer es producto de su experiencia y virilidad, “otros hombres no te darán el mismo placer”.

Hasta aquí, la película (adaptada de la novela homónima escrita por Alasdair Grey), sigue al pie de la letra el tropo de la Born Sexy Yesterday. Sus personajes están inmersos en un mundo onírico, una era indeterminada donde carretas de caballos y naves voladoras coexisten en paisajes pastel e indumentarias absolutamente extravagantes que recuerdan a los mundos casi surreales de Terry Gilliam. La cámara de Robbie Ryan lo mismo recurre al blanco y negro, que al lente en forma de ojo de pescado, para sugerir una mirada que más que observar espía a Bella. Y cuando el guión lo requiere, la pantalla se carga de colores vivos, tonos pasteles, y vestuarios anacrónicos espectaculares.

¿La ausencia de normas sociales y morales crea monstruos? No en el caso de Bella, cuya “amoralidad” y falta de pudor sólo la hace más libre y proclive para encontrar la verdad. Pronto Bella se da cuenta de que el placer sexual no es exclusivo de estar con un solo hombre, y que además el sexo no solo da poder sino que además sirve de moneda de cambio. Por decisión propia (y como forma de sustento), Bella se convierte en una prostituta de un burdel. Es aquí donde el guión rompe con el tropo de la Born Sexy Yesterday: la mujer adquiere agencia, sobre su cuerpo y sobre su placer. Todo esto provoca el enojo colectivo de los hombres quienes no sólo no comprenden a Bella, les es imposible domarla y por ende la intentan socavar calificándola como puta.

Demasiado tarde. La Bella que ahora trabaja en el burdel no sólo ha entendido que ser “puta” no es algo denigrante, al contrario, el sexo se vuelve poder y liberación en el cuerpo de una mujer que ahora ha experimentado el placer no solo del sexo, sino también de la comida, la lectura y la libertad. De ser una niña balbuceante y luego un trofeo deseado por los hombres, Bella se libera mediante el placer.

A pesar de ser un lugar lleno de cuerpos perfectos, no es usual que Hollywood hable sobre sexo. Poor Things es una cinta que celebra el sexo como medio para descrubir al mundo, como vehículo de liberación femenina. Lo hace además con una actuación comprometida, exenta de todo pudor, como lo es la de Emma Stone, quien definitivamente merece ese Oscar. Es la actuación de su vida.

Yorgos Lanthimos dirige con gran imaginación, algo de anarquía, humor y sensualidad una película que lo mismo referencia al mito del moderno prometeo que hace ilusiones religiosas (God, como un Jesús que se queja de su padre por haberle hecho cosas horribles, Bella como una Lilith, primera esposa de Adán, hermosa, vital, inquisitiva y libre), o recuerda a cintas de terror.

Pero curiosamente, el viaje liberador de Bella -que pasa forzosamente por un encontronazo con el heteropatriarcado- se parece mucho al de Barbie (Gerwig, 2023). Margot Robbie pasa de ser una muñeca a una mujer completa que va al ginecólogo, mientras que Emma Stone hace una escala antes del doctor para entregarse al placer del sexo. Ambas, Barbie y Bella, tienen que lidiar con sus respectivos Kens (Ryan Gosling y Mark Ruffalo) que se van comportando más infantiles mientras sus contrapartes femeninas se vuelven más adultas.

¿Pero es esta película una fantasía masculina o una auténtica cinta feminista? El debate queda en el público luego de ver la película, aunque no deja de llamar la atención que mientras Poor Things solo tiene una mujer al mando (Emma Stone es también productora), Barbie está hecha de inicio a fin por un ejército de mujeres.

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