Hay dos momentos que son absolutamente reveladores en Framing Britney Spears (USA, 2021). El primero es ver a la pequeña Britney, bailando en centros comerciales, con no más de 10 personas frente a ella, contando nada más ni nada menos que Baby One More Time. La adolescente que tomaría el mundo por asalto con esa canción, que llenaría estadios y recorrería el mundo, que se volvería increíblemente famosa, inició actuando en centros comerciales y con un anuncio de shampoo de fondo.

El segundo momento revelador de esta cinta viene con la fama de Britney Spears. Desde aquellos días de ser una estrella emergente, hasta la cumbre de su éxito, la prensa de espectáculos de los Estados Unidos mostraba su nivel de periodismo preguntándole “lo que todo mundo quiere saber”: sobre el tamaño de sus pechos, sobre su forma de vestir, sobre si es virgen, o sobre si es “una buena madre” (lo que sea que eso signifique).

Es claro que ninguna de esas preguntas se le formularían a un cantante hombre o adolescente. Lo que no queda claro es si Britney aceptaba esas entrevistas como parte de un plan de promoción, o simplemente se veía atrapada por la estulticia de los medios.

Framing Britney Spears es parte de una serie de documentales para televisión producidos por The New York Times para el canal HULU y FX. Se trata de la ópera prima documental de la también productora de la serie, Samantha Stark.

El punto de partida del documental es el reciente movimiento creado por los fans de Britney Spears llamado “Free Britney”. Ante la ausencia de la artista en sus redes sociales y su negativa a seguir haciendo espectáculos mientras que su padre, Jamie Spears, siga teniendo la tutela legal de la cantante e incluso el manejo de sus finanzas, los fans han creado este movimiento de protesta para apoyar a la cantante y mostrarle al mundo la situación inhumana en que se encuentra Spears.

¿Pero cómo es que Britney Spears llegó a tal situación donde no puede legalmente tener control incluso del dinero que gana en sus shows? Esa es la historia que en poco más de 70 minutos nos cuenta el documental.

La parte nodal es el famoso “breakdown” de la cantante, donde el mundo entero vió -gracias a los oficiosos paparazzi que no la dejaban en paz ni un minuto- cuando la mujer, desesperada por la lucha legal para mantener la custodia de sus hijos, se rapó su blonda cabellera y golpeó con un paraguas el auto de uno de los fotógrafos que no la dejaba en paz.

El hecho fue oro molido para los fotógrafos y los tabloides quienes de inmediato se sorprendieron por las imágenes declarando a la cantante como demente.

Pero más allá de esos dos momentos auténticamente reveladores, Framing Britney Spears es un documental bastante deficiente, sin mucha imaginación, sin cine y cuyo nivel es el mismo de una presentación de Power Point o una hoja de Wikipedia.

La narrativa fuera del documental es más interesante. El movimiento #FreeBritney adquiere mayor notoriedad después de la transmisión del documental y la condena a los medios como los causantes de la debacle de Spears cada vez toma más fuerza.

No obstante esa conclusión no se deriva del documental. Si bien es cierto que Stark muestra a los medios y paparazzis en su podredumbre, no se concluye que por su reprobable actuar es que Britney esté en esta situación tan humillante.

No obstante, la discusión que provoca el documental es importante. La condena hacia los medios de comunicación de espectáculos se había postergado demasiado, pero también hay que analizar la relación entre estos, los artistas y el público, una relación simbiótica en que todas las partes tienen el mismo grado de responsabilidad.

Google News