El famoso crítico de cine Roger Ebert (1942 - 2013), decía que el cine tiene la cualidad de convertirse en una máquina de empatía. Se refería, claro, a aquellas películas que te muestran realidades ajenas y a partir de una historia bien contada generan lazos de comprensión y compasión.

Eso es lo que sucede con El Otro Tom (México - EU, 2021), quinto largometraje del realizador Rodrigo Plá (La Zona, Desierto Adentro, La Demora) que nos muestra la historia de Elena (Julia Chávez) y su ingobernable hijo Tom (Israel Rodríguez), una familia de padre ausente que vive en El Paso, Texas.

Hablada en su mayoría en inglés, Elena trabaja como operadora de montacargas mientras que su hijo va a la escuela. El problema es que el pequeño Tom (de apariencia andrógina por su pelo largo y rizado que provoca que a veces lo confundan) es un niño berrinchudo e incontrolable que no pone atención a clases y se pelea con sus compañeros de salón.

La psicóloga infantil de la escuela le diagnostica TDAH, Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad. La solución es simple: las milagrosas pastillas que sí o sí debe tomar el niño para reprimir su conflictivo comportamiento y así poder socializar y estudiar.

El medicamento funciona pero Tom ya no es el mismo, ahora es este personaje que pone atención en clase, participa en las obras de teatro de la escuela y hasta se lleva bien con sus compañeros. Su madre se da cuenta y decide que no seguirá dándole las famosas pastillas porque hacen que su hijo se convierta en el otro Tom del título. Peor aún, las maestras y los compañeros de escuela comienzan a estigmatizar a Tom, haciéndole burla “porque está loco”.

Con una puesta en imágenes sencilla (aunque con un muy buen manejo de los espacios), la cinta nos contagia la desesperación de Elena quien ya no sabe qué hacer para controlar al cada vez más desatado Tom, quien (dicho sea de paso) lo mismo resulta irritante que chistoso en algunas de sus travesuras (esa plática con la señora en cierta máquina de café).

Y peor aún, Elena tampoco tiene mucha paciencia pero le sobra coraje, por lo que a pesar de lo difícil que es convivir con su hijo y tratar de educarlo, peleará no solo por su salud sino por su derecho de seguir con él, no importando lo que la oficina de Servicio Social opine al respecto.

El tema es complejo y afortunadamente los realizadores no juzgan a sus personajes ni guían al público hacia un lado u otro. El Otro Tom cumple su cualidad de máquina de generar empatía. Mientras más avanza la cinta, más nos importan los personajes y más dudas nos provocan: ¿es correcto que Elena se niegue a usar los medicamentos para su hijo?, ¿es mejor que Tom sea libre aunque desbocado o dócil pero tranquilo?, ¿es Elena una buena madre?

La película por supuesto no responderá estas preguntas (de hacerlo el filme perdería su propia honestidad), pero aunque esto solo sea un instante en la vida de los dos protagonistas, la semilla se ha sembrado en el espectador, quienes ahora entendemos lo difícil que puede ser vivir con un padecimiento como el de Tom.

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