Cada año, desde 1935, el estado de Texas celebra el llamado “Boy’s State”, un ejercicio bastante peculiar de la política norteamericana que consiste en elegir a adolescentes de diferentes secundarias (separando a las niñas de los niños) para durante una semana jugar a hacer política, todo con el objetivo de alcanzar el preciado puesto de “gobernador”.

Es un juego de niños, claro, pero resulta que muchos connotados políticos, ampliamente conocidos en la esfera norteamericana, hicieron sus pininos en el Boy’s State: figuras como Bill Cilnton, Dick Cheney y otros que corrigieron el camino dedicándose a otra cosa que no fuera la política, como Bill Gates y el mismísimo John Bon Jovi.

Las reglas son como sigue: todos los chicos se dividen de manera aleatoria en dos partidos políticos - Federalistas y Nacionalistas- mismos que no tienen ideología definida. Los miembros de cada partido deben asumir una agenda política y juntar firmas (al menos 30) para ocupar los puestos de elección y llegar así al preciado puesto de Gobernador.

Esos votos se obtienen convenciendo a los compañeros, haciendo discursos, prometiendo cosas. Así, estos adolescentes -que vienen de varias partes de norteamérica (hay incluso un chico que es de padres inmigrantes mexicanos)- tendrán que jugar el juego de las elecciones, de las promesas, de la política.

Exclusivo de la plataforma Apple TV+, y dirigido por by Amanda McBaine y Jesse Moss, Boy’s State sigue de cerca este proceso de simulación, narrando la experiencia de algunos de estos chicos, todos fanáticos de la política al grado que sus ídolos no son músicos o atletas, sino expresidentes y congresistas.

Si esta fuera una historia predecible, esperaríamos que estos adolescentes, el futuro de norteamérica, le dieran a los políticos una lección de cómo se hacen las cosas, de honestidad y buen trabajo político.

Pero lo que hace interesante a este documental es ver cómo desde la adolescencia, desde el juego, lo que impera es la estrategia sucia, el doble discurso y el pragmatismo.

Así, uno de los adolescentes sondea a sus posibles votantes y al darse cuenta que en su mayoría son conservadores blancos, decide que la mejor estrategia es ir contra la propuesta de legalizar el aborto, aunque él en lo personal esté a favor de la libre decisión de las mujeres sobre su cuerpo. “A veces no se puede ganar con lo que crees en el corazón”.

Y eso es apenas el inicio. A uno de los candidatos de ascendencia afroamericana le organizan una campañita racista para bajarle la popularidad. Al candidato de padres mexicanos no le queda de otra más que apoyar la segunda enmienda (el derecho a la posesión de armas), aunque con más controles. Esto último es usado por sus adversarios para demostrar que en realidad está contra el sacrosanto uso de las armas.

El documental inicia con una cita de George Washington donde advierte que los partidos políticos muchas veces son usados por “hombres indisciplinados para subvertir el poder del pueblo y usurparlo para los intereses personales”. Luego de ver Boy’s State queda claro que aquella frase no pierde vigencia.

Aunque se trata de un juego, los adolescentes se entregan por completo al juego de la política, que rápidamente se convierte en un concurso de ver quien avienta más lodo, quién seduce mejor con promesas vacías, quien dice el mayor disparate (adolescentes al fin y al cabo).

Al final queda la impresión de que no ganó el mejor candidato, pero sí ganó la política más sucia. Ninguno de los organizadores de este peculiar ejercicio se involucra en las propuestas o en los modos de ganar votos, solo se limitan a observar y premiar a los ganadores.

Boy’s State es un documental que puede resultar desolador para algunos e intrascendente para otros. Habemos quienes vemos en esto la derrota de la política, la prueba de que es imposible (incluso en un juego) ganar siendo un político honesto, que no engañe, ni calumnie.

Otros en cambio no verán nada raro en esto: “Forget it, Jake, It 's Chinatown”.

Perdonen mi ingenuidad, pues.

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