Desde el inicio de esta administración muchas han sido las voces que han señalado los abusos y excesos del poder público federal a favor de la promoción de la imagen presidencial. Más cuando el mismo presidente decidió -por cierto, de manera ilegal- autonombrarse "guardián de las elecciones".

El PAN no ha estado al margen de denunciar dichos excesos: desde el uso electoral de recursos financieros, técnicos y humanos abocados a conformar padrones de beneficiarios de programas sociales con un claro fin de lucro electoral, hasta el uso permanente del aparato gubernamental como instrumento de propaganda de una sola figura.

Es inaceptable valerse de toda la estructura oficial para simular legalidad y así justificar una promoción personal con fines electoreros, pues normalizan costumbres reprobables y antidemocráticas que dañan la participación ciudadana.

También es lamentable que lo que se ha acusado hacia fuera, hoy sea una práctica aceptada dentro de Acción Nacional, partido de fundamentos democráticos e impulsor destacado del involucramiento ciudadano en temas públicos.

Todo vale cuando el presidente nacional quiere competir nuevamente en el proceso interno por la dirigencia.

Retrasó su renuncia al cargo para entrar a la contienda, no sin antes haber designado a la Comisión Electoral encargada de organizar y vigilar el proceso interno, que ha combinado con una conducta reiterada de utilizar estructura partidista, medios de difusión interna, presupuesto y pautas de acceso a tiempos de radio y televisión abiertas para promoverse.

Utilizar los recursos partidistas para fines personales no abona a la certeza del proceso, y solo hace evidente la falta de piso parejo que los demás contendientes hemos exigido desde tiempo atrás.

El uso privilegiado de estos elementos no solo plantea un escenario de inequidad en la contienda interna por la renovación de la dirigencia del partido. También abre una discusión urgente y necesaria sobre el tipo de democracia que los panistas queremos darle a México.

Por ello, se hace necesario denunciar puntualmente estos abusos en contra de quienes tienen la obligación de vigilar, garantizar y llevar a cabo un proceso interno ejemplar que, en condiciones de equidad y visión de futuro, permita reconstruir un partido de amplias capacidades democráticas.

Pero no todo es simulación ni estructuras presionadas o amenazadas. Existe una militancia valiente que añora recuperar el valor del debate interno y que apuesta por fundar nuevas tradiciones al interior de un Acción Nacional que tenga rumbo y pueda ser opción para los mexicanos.

Hoy el PAN es lastimado por las prácticas que hemos denunciado por muchos años, y este proceso interno puede ser la oportunidad para que contendientes y militantes recuperemos el talante democrático del partido, con el contraste de ideas, el debate respetuoso y la necesidad de apegarnos a las reglas que nos hemos dado. No debemos temer al poder de la democracia, porque en ella va el peso de nuestras decisiones.

El PAN debe ser ejemplo de civilidad y congruencia democrática. No se puede exigir al exterior lo que no se está dispuesto a dar en el interior. Como bien dijo Carlos Castillo Peraza, “la democracia no es el peligro, es la oportunidad”.

Al recordarlo este 9 de septiembre en su aniversario luctuoso y al conmemorar en unos días más el aniversario de la fundación de nuestro partido, quiero hacer un llamado a la reflexión sensata de todas y todos los que participaremos en la renovación de la dirigencia nacional, porque esta contienda no solo afecta a la militancia, también tiene que ver con lo que debemos ofrecer a las y los mexicanos en la búsqueda de un mejor México. No podemos resignarnos a seguir por la misma vereda si reconocemos los pobres resultados que obtuvimos en 2021.

Si queremos un cambio, debemos atrevernos a trabajar unidos por ello, a recuperar nuestra identidad, esa que nos hacía distintos y distinguibles a los ojos de las y los ciudadanos que nos otorgaron su confianza en las urnas.

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