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“¡Tírale, Goyo, dale sin miedo!”, se escucha en la cancha llanera Hugo Sánchez. Entre el polvo, otros jugadores y su entrenador, Gregorio intenta tirar a gol con la única pierna que tiene.

Apoyado en sus muletas, no deja de correr, pide el balón, no le importa ser el único del equipo sin una de sus extremidades, imagina que está representando a México como lo hizo en el Mundial de Futbol de Amputados realizado en San Juan de los Lagos, Jalisco, en donde el equipo nacional quedó en cuarto lugar.

“Estar en una cancha me hace sentir vivo, más cuando recuerdo que tuve la oportunidad de representar a mi país, creo que para todo deportista es el honor más grande, pero voy por más”, dijo a EL UNIVERSAL.

En las bancas del deportivo ubicado entre avenida Del Mazo y Cien Metros, su esposa e hija le echan porras, el deportista admite que son su mejor motivación: “Quiero ser el ejemplo para ella [su hija], que vea que todos somos iguales, que podemos hacer lo que nos propongamos cuando lo hacemos con el corazón”.

Desea que su hija mire a las personas con discapacidad con respeto, igualdad y humanidad, que no se burle ni les haga bullying, como lo hicieron con él cuando era niño: “Era triste que me hicieran a un lado por no tener una pierna, formaban equipos de fútbol y no me elegían, los maestros me limitaban”.

A sus 33 años, Goyo se siente pleno, la tristeza del rechazo y el enojo por su destino se alejaron conforme cumplía sus metas. Ahora le da risa pensar que no jugaban con él: “Yo lo hice a nivel mundial [jugar futbol], vi la cancha llena, al final de los partidos nos pedían fotos, es algo que no pensé que viviría y me hace sentir orgulloso”.

Accidente. En 1992, cuando Gregorio tenía siete años, viajaba en un autobús con su familia con destino a Acapulco, Guerrero, su papá, licenciado en Educación Física, iba a participar en una competencia. El conductor de la unidad se quedó dormido, el colectivo se volteó y Goyo salió disparado por una ventanilla.

“Me tuvieron que amputar la pierna derecha al nivel de la cadera, como era muy niño no lo asimilé tan rápido, el golpe fue más fuerte para mis papás, a ellos les cambió drásticamente la vida, porque de pronto adquirí una discapacidad”.

El deporte se convirtió en la mejor rehabilitación para el menor de edad, sus papás optaron por tratarlo sin distinciones: si quería subir a un árbol le daban permiso, lo mismo si deseaba correr o brincar, no lo limitaban.

Cuando regresó a la primaria, lo más difícil fue entender por qué otros niños no jugaban con él. “Mi hermano estaba en un equipo de futbol y yo iba con mi mamá a verlo jugar, un día faltó el portero y me dijeron que si no me quería poner, encantado dije que sí, el entrenador me comentó que debutaría, estaba muy emocionado”.

Cuatro años después del accidente, un programa deportivo hizo un reportaje sobre Goyo y cómo se integró a un equipo de futbol con niños sin discapacidad, así fue como se dio el acercamiento de la familia con Teletón, un proyecto nacido en 1997.

“[En el Teletón] éramos como 23 niños, nos juntaban, nos llevaban a museos, al cine, a la feria, hacíamos varias actividades. En 1997 se hizo el primer evento, recaudaron fondos y luego construyeron el CRIT que queda como a 20 minutos de mi casa.

“Soy el carnet número dos del Estado de México”.

Rehabilitación emocional. Cuando Goyo entró a la secundaria su discapacidad se volvió más emocional, se sentía rechazado y las niñas le empezaron a llamar la atención.

Por esa situación el Teletón cobró más relevancia, ya que la rehabilitación no fue sólo física: lo apoyaron a entender que no tenía una pierna y así sería el resto de su vida.

“Es difícil cuando vas descubriendo tu personalidad, tu cuerpo y te preguntas por qué si existen personas que roban y matan están sanos y yo, que era un niño, perdí mi pierna”.

Creer en sí mismo fue la mejor enseñanza que el Teletón le dejó a Gregorio, al ver que su discapacidad iba más allá de la limitación física.

“Comprendí que toda mi vida me va a faltar una pierna, tengo que aceptarme como soy”.

Al cumplir la mayoría de edad, el segundo niño inscrito en el Teletón fue dado de alta: quince años después invita a los mexicanos a participar en este proyecto.

“No soy quién para cambiar la forma de pensar de las personas, pero los invito a visitar un CRIT, que vean las historias, si al salir no están convencidos, está bien, pero ya conocen.

“Es verdad que el Teletón brinda una oportunidad cada año para rehabilitar a niños, a incluirlos en la sociedad y desarrollar habilidades, a crear buenos ciudadanos”.

Entre sus metas a corto y largo plazo, Goyo sueña con ser el mejor jugador de la liga de Fútbol de Amputados y fundar una empresa recicladora en la que 90% de los empleados tengan alguna discapacidad.

“Queremos que haya oferta laboral para personas con discapacidad, que se realicen y sean felices”.

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