No inducir al voto, no elegir el “mal menor” y estimular a la sociedad para que vote en los próximos comicios, fue el mensaje inaugural que dio el arzobispo de Guadalajara , Francisco Robles Ortega , durante la Asamblea Plenaria CIV de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM).

El cardenal aseguró que en los próximos ocho meses se vivirá en el país un “estremecimiento” por las precampañas y campañas electorales.

“Nunca como ahora, el desconcierto y la insatisfacción social definen el escenario. Los candidatos independientes surgen y momentáneamente parecen ofrecer una alternativa a las opciones políticas tradicionales, pero más pronto que tarde, algunos independientes resulta que no lo son tanto”.

Comentó que los mexicanos buscan opciones ciudadanas pero éstas aun no maduran ni se consolidan en su independencia. En contraste, dijo, que los partidos políticos “desdibujan sus identidades, pierdes sus liderazgos – claves, se vinculan con opciones políticas contrapuestas”, lo que hace más difícil la tarea del voto.

En su discurso se cuestionó cómo puede ayudar la iglesia ante esta situación, “¿cómo ayudar a que exista una participación democrática madura, basada en una reflexión crítica y ética con gran perspectiva?”.

A lo que contestó que la iglesia debe cumplir con tres cosas.

Primero: la iglesia no debe inducir el voto hacia partido o candidato alguno. “No es nuestra misión sustituir las conciencias sino iluminarlas con la luz de la fe y con las exigencias éticas que brotan de la dignidad de la persona humana”.

Segundo: pidió evitar que la gente crea que el criterio es elegir el “mal menor”. “En la enseñanza de la iglesia el mal moral puede ser elegido nunca ni como fin ni como medio. El principio del 'mal menor' sólo aplica cuando los males en juego son de orden físico, no moral, tal y como lo saben bien, por ejemplo, los expertos en bioética”.

Exhortó a la búsqueda del “bien posible”, que aun si es modesto, “todos estamos obligados a procurar. En un proceso electoral, esto significa que la conciencia cristiana debe discernir cuál de las opciones puede generar un poco más de bien, tomando en cuenta, insisto, la complejidad de las circunstancias. Hacer el “bien posible” significa impulsar todo lo que aporte al bien común, a la paz, a la seguridad, a la certidumbre, a la justicia, al respeto a los derechos humanos y a la solidaridad real con los más pobres y excluidos”.

Tercero: Invitó a la comunidad a salir a votar. “Entre más ciudadanos participen, más posibilidades habrá de que nuestra sociedad madure y sea responsable de la cosa pública. No hay que temer a la participación. Al contrario, la próxima elección federal será una gran ocasión para que desde la fe todos podamos mostrar nuestro compromiso con México”.

En la Asamblea Plenaria que se realiza cada seis meses, el purpurado resaltó que el Papa Francisco “nos está educando” al recordar lo esencial, elemental, que a veces se da por supuesto. “Él nos invita a vivir la unidad entre nosotros y con nuestro pueblo. No es populismo ni palabrería sino fidelidad al evangelio”.

Más tarde, reconoció a los mexicanos por salir adelante tras los sismos de septiembre, “ese mes fue una gran prueba para el pueblo mexicano. Tuvimos una tormenta tropical en el sur de la península de Baja California, un huracán que tocó tierra en Veracruz y otro huracán que impactó en las costas de Guerrero. Los daños humanos y materiales fueron cuantiosos. Sólo estos fenómenos naturales constituyen ya un escenario de profundo dolor y sufrimiento. Pero como todos sabemos, no fueron lo único que sucedió”.

Lamentó la devastación que dejaron a su paso los sismos del 7 y 19 de septiembre en Morelos, Puebla, Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Tlaxcala, Tabasco, la Ciudad y el Estado de México. “La destrucción de numerosas viviendas, oficinas gubernamentales, escuelas, hospitales, comercios y templos, aunados a las personas que perdieron la vida, han calado en lo más profundo de la conciencia nacional”.

Reflexionó sobre la reacción solidaria, que “rebasó las previsiones gubernamentales”, al mostrar que los diagnósticos sociológicos respecto de la apatía y la pasividad de los jóvenes, eran equívocos. “En lo escondido del pueblo mexicano, subsisten energías que permiten ir más allá de la prisión del yo y salir al encuentro de la necesidad y del dolor del prójimo, del hermano que sufre y que lo ha perdido todo”.

“La acción de Dios, invisible y discreta, por supuesto no es cuantificable. Sin embargo, es real y eficaz. Una vez más debemos recordar que no es posible interpretar al pueblo mexicano, especialmente en estas difíciles circunstancias, al margen de su peculiar experiencia de fe. Por ello, podemos seguir diciendo que México es un pueblo muy religioso y muy solidario, que no desespera aún en circunstancias sumamente dramáticas. México aún sabe socorrer al hermano que ha caído en desgracia”.

El prelado recordó que las diócesis y la Conferencia del Episcopado Mexicano a través de Cáritas y otras instancias pastorales apoyaron con recursos para el rescate, la ayuda inmediata y la reconstrucción, lamentó que el aporte como iglesia no logra ser apreciado por los medios de comunicación.

“Nadie busca un protagonismo vano o una presuntuosa y falsa actitud solidaria. Lo que deseo subrayar es que continua la marginación de la contribución cristiana al desarrollo social del país”.

Añadió que existieron situaciones lamentables al momento de intentar ayudar, sin faltar algunos abusos y maltratos graves a brigadistas.

“Menciono breve pero claramente estos hechos para evidenciar que junto con una corresponsabilidad ciudadana del todo encomiable, conviven lamentablemente algunas acciones deleznables que no logran advertir que en situaciones de emergencia, la prioridad absoluta deben ser los más pobres, los más vulnerables, los más necesitados de ayuda inmediata”.

Al hablar de la reconstrucción, expresó que la labor de la iglesia es insustituible. “La reconstrucción no puede ser sólo material. La principal reconstrucción que hoy requiere nuestro país es de orden espiritual, cultural y social. Como decíamos hace algunos años los obispos mexicanos en una de nuestras Cartas Pastorales, los procesos de transición, de cambio social, no tienen su destino asegurado. Es necesario darles rumbo entre todos”.

afcl

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