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Los cinco frescos portátiles del Retrato de Norteamérica que hizo Diego Rivera en 1933, que están en cajas guardadas por la Procuraduría General de la República, y que busca recuperar el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), se han librado de diversos acontecimientos en su historia: desde la persecución del macartismo hasta un incendio en 1969.

De diferentes tamaños, el conjunto de frescos original era de 21 piezas creadas por Rivera en 1933 con el dinero que le pagó Nelson Rockefeller, después de que éste destruyó el mural Hombre en el cruce de caminos, que el mexicano había creado en la Radio Corporation of America (RCA), en el Rockefeller Center.

Con los 10 mil dólares, Rivera creó una serie de 21 paneles donde narraba la historia de Estados Unidos. Así lo cuenta Juan Coronel Rivera, curador de arte y nieto del artista.

“Los acepta Rivera, cambia el cheque y muy cerca de donde se estaba terminando de construir el Rockefeller Center se encontraba una asociación trotskista, un edificio bastante viejo donde todos los militantes del trotskismo estadounidense se reunían y procuraban hacer cultura”.

Los murales fueron creados para la New Workers School, sede de la asociación, y a partir de 1936 iniciaron su periplo por diversos edificios neoyorkinos, a donde se trasladó la New Workers School.

“En el salón principal de este edificio —cuenta Coronel—, Rivera decidió pintar estos 21 frescos portables sobre bastidor; utilizó una técnica que los hacía ligeros, si bien tienen una estructura de metal, el fresco en sí está aplicado sobre una madera artificial. Conformaban lo que Rivera llamó Retrato de Norteamérica.

Diego estaba enojado, se ensaña; en los frescos habla del problema de los negros, la esclavitud, de los mexicanos... Los frescos fueron muy perseguidos durante el macartismo. Todos estaban tratando de que no fueran muy visibles”.

El grupo de 21 paneles fue dividido, a comienzos de los años 60, en uno de los muchos traslados de la obra. Algunas fuentes indican que se separaron los frescos que eran más controversiales por su contenido; eran entre ocho y nueve; los otros se mantuvieron en una bodega; sin embargo, hubo un incendio y se quemaron en 1969. La continuidad y narración de las obras se perdió.

Para entonces, la galería Greer había vendido una de las piezas antes separada a un coleccionista de Suecia. Coronel Rivera cuenta: “Uno de los frescos está en Lund, Suecia, en un museo sobre pintura mural. Otros dos en una colección particular en Estados Unidos. Cinco los compró Luis Echeverría; estuvieron por años en su casa”.

Coronel Rivera relata que la última vez que las cinco obras que alguna vez fueron del ex presidente se presentaron al público fue en 2007, cuando en Bellas Artes se hizo la exposición-homenaje “Diego Rivera. Epopeya mural”, en los 50 años de la muerte del pintor. Después fue cuando los adquirió el sindicato”.

Las cinco pinturas tienen tamaños distintos, y cada una tendría un costo de dos millones de dólares, calcula Coronel Rivera. Se llaman La industria moderna, que mide 1.82 por 1.78 metros; Guerra Mundial, de igual tamaño; La nueva libertad, de 1.76 por 1.82 metros; Mussolini, de 1.80 por 1.32, y Oponente del fascismo, de 86 por 88 centímetros.

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