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Combatir al crimen organizado y la violencia en México es una lucha que debe empezar con tres estrategias: persecución al lavado de dinero, con la colaboración de otros países; rescatar a las personas que no han cometido delitos graves pero que colaboran por necesidad con el narco, y quitarle a los grupos delincuenciales el control sobre sustancias como la marihuana y la heroína, señaló la ex presidenta de Suiza, Ruth Dreifuss.

En entrevista con EL UNIVERSAL se le preguntó si ve factible la amnistía que se ha planteado por el próximo gobierno. Dreifuss dijo que es necesario “poner atención sobre las personas que no tienen más oportunidades que colaborar con los grupos criminales: los campesinos, desempleadas o pobres”.

“Hay que encontrarles alternativas a la prisión, ofrecerles otras posibilidades de trabajo y desarrollo: esa es una medida para debilitar a las organizaciones criminales”, señaló.

México ha respondido con la militarización del territorio como ruta para combatir al crimen organizado, esta estrategia, señala, es importante pero no es la respuesta.

¿Qué tan lejos está México de una política que regule las drogas?

—Está dando los primeros pasos para regular el mercado del cannabis, tema en el cual el destino de México y el de Estados Unidos está estrechamente ligado. Hay ideas para avanzar hacia su uso médico, para despenalizar su posesión; también, estamos para convertir la producción de amapola en una actividad legal.

En México plantean la amnistía para los relacionados con el narcotráfico que no hayan cometido delitos graves, ¿lo ve factible?

—Para debilitar a las organizaciones criminales hay que poner atención sobre las personas que no tienen más oportunidades que colaborar con los grupos criminales: los campesinos, los desempleados y los pobres.

A ellos hay que encontrarles alternativas a la prisión, ofrecerles otras posibilidades de trabajo y desarrollo. La primera estrategia debe ser debilitar al crimen organizado a través del dinero; la segunda: rescatar a la gente que colabora con estas organizaciones, y la tercera: regresar el control legal al Estado de algunos productos en manos de los criminales.

¿La política prohibicionista de México es una de las causas de la violencia que se vive en el país?

—Sí. Enfrentar a organizaciones violentas que poseen armas de guerra y el poder de hacer daño a la sociedad se convirtió en una prioridad para México, con ello vinieron violaciones a los derechos humanos, ausencia de una política de salud, y un encarcelamiento masivo que ha creado sobrepoblación en las prisiones. Todo ello incrementa el nivel de violencia y la capacidad de movilización de los cárteles. La militarización es importante pero no es la respuesta.

¿Qué hace falta?

—Es necesario sostener una lucha conjunta con otros países para perseguir la ruta financiera, atacar la corrupción, el lavado de dinero del narcotráfico. Esto lo puede resolver la policía, no es un asunto de militares.

¿Por qué México no ha seguido esta ruta?

—Ha faltado la colaboración de otros países. El sistema bancario es un sistema internacional en el que la posibilidad de esconder el dinero en otros países es muy grande. La responsabilidad compartida debe ser a nivel de la lucha contra el crimen organizado.

¿La guerra contra las drogas en el mundo ha fracasado?

—Fracasó. La política tradicional pide reducir la oferta y demanda de sustancias, pero cada vez hay más productos más peligrosos.

Su objetivo es desaparecer al crimen organizado, pero éste es más fuerte que nunca. Hay que intentar otras cosas: política de salud pública, protección de los derechos humanos, desarrollo económico, acceso a medicamentos, despenalización del consumo, y regulación de sustancias.

Además de la marihuana, ¿a qué otros productos se refiere?

—La amapola, que se puede producir de manera legal para uso medicinal. Por muchos años, la política de drogas fue ideológica y moralista, racista y orientada al control social de los pobres. Es momento de ver las cosas de una manera más racional, partiendo de la realidad y utilizando conocimientos científicos porque la vieja política falleció.

¿Qué recomendaciones le puede hacer Suiza a México en materia de política de drogas?

—Suiza fue un pionero: iniciamos los primeros locales de consumo supervisado, tenemos experiencia en terapia de sustitución con metadona y heroína médica, iniciamos un programa de entrega de jeringas para evitar que éstas se conviertan en fuente de enfermedades y contaminación, y también tenemos experiencia en laboratorios estatales que analizan las drogas para los consumidores.

Suiza no tuvo un progreso radical en la despenalización total [de las drogas], pero el nivel del castigo es muy bajo. No quiero hablar de México porque nunca podremos comparar el nivel de violencia que se vive en ambos países. Me parece que este es el mayor problema de la sociedad mexicana: la corrupción y la violencia.

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