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La embajadora Martha Bárcena está segura de que llega a la embajada de México en Washington en la plenitud de su carrera diplomática y con la fortaleza necesaria para negociar con Estados Unidos, producto de ir en representación de un presidente que arrastra la legitimidad de 30 millones de votos y que se ha comprometido a luchar por un cambio que acabe con dos de las manchas que más han ensuciado la imagen de México a nivel internacional: la corrupción y la desigualdad social.

Sin embargo, esta mujer veracruzana de 61 años también está consciente de que llega a Estados Unidos en uno de los momentos más complejos en la historia de las relaciones bilaterales y justo cuando en aquella nación se vive un clima de polarización pocas veces visto.

Sus misiones anteriores —como embajadora en Dinamarca o Turquía— poco tendrán que ver con su nueva tarea en un país en el que cada mañana, desde muy temprano, debe estar alerta de la cuenta de Twitter del presidente de esa nación, quien cotidianamente utiliza esa red social para decir cosas poco agradables de México, país que ha quedado en medio del debate interno de una sociedad polarizada.

Tendrá que aplicar, dice, una estrategia en la que se mantendrá atenta a los mensajes del presidente Donald Trump, pero sin intervenir constantemente en el debate, “pues probablemente eso no conduzca a nada positivo”, pero al mismo tiempo tendrá que estar lista para hacer lo necesario si Trump cruza “las líneas rojas” y se coloca en el terreno de lo inaceptable.

“Sí, yo creo que en algunas cosas hay que tener la piel dura, en otras cosas hay que tener claro en dónde están las líneas rojas”, dice a EL UNIVERSAL la embajadora con 40 años de carrera en el Servicio Exterior Mexicano.

¿Con qué bases e instrumentos llega a la embajada en Estados Unidos?

—La base principal con la que llego es establecer una nueva etapa en las relaciones con Estados Unidos, es el mandato que obtuvo en las urnas el presidente [Andrés Manuel] López Obrador; no tenemos mandatos más claros que una votación de 30 millones de personas, es un mandato muy sólido que indica el deseo de cambio de la mayoría de los votantes. Ese mandato de cambio que ya vemos reflejado en iniciativas concretas por parte del gobierno de México, en cosas conceptuales como el combate a la corrupción, un país más justo, con menos desigualdades, el desarrollo del sur-sureste, se están concretando en proyectos.

Llego a Estados Unidos, la embajada va a tener una base para decir esto no va a ser business as usual [lo de siempre], vamos a hacer las cosas diferentes y a enfrentar problemas que, sabemos desde hace tiempo, preocupan no sólo a la sociedad estadounidense, sino a los principales socios, como era el tema de corrupción a niveles altos, la inseguridad y la violencia, que ya es enfrentada. Todo eso da fortaleza para negociar con Estados Unidos.

¿De qué tamaño ve este reto?

—Creo que cuando el presidente [Andrés Manuel] López Obrador habló conmigo, poco después de las elecciones, para expresarme su interés en que yo fuera su embajadora en Washington, sabía del reto enorme, pero no imaginé que iba a llegar a Estados Unidos en una situación tan crispada como la que hay ahorita, tan polarizada. Sí es un reto enorme.

Ante un reto de ese tamaño, ¿por dónde va a empezar?

—Una de las prioridades este año es la ratificación del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), estamos viendo los tiempos. La ratificación del tratado en México y cómo vamos a coadyuvar nosotros a que en Estados Unidos se logre la ratificación del tratado, que es del interés de México, es un tema que nos va a llevar todo el año, porque deberemos estar presentes en el cabildeo, y si se logra la ratificación antes del receso del verano, sigue la legislación de instrumentación.

Otra prioridad será revisar y estar actualizando constantemente cuál es la situación de los mexicanos en Estados Unidos, qué legislación migratoria se está presentando al Senado, a la Cámara de Representantes, hay que recordar que es el poder legislativo [estadounidense] el que tiene la facultad en legislación migratoria.

Obviamente [trabajaremos en] la coordinación embajada y consulados del mensaje que queremos mandar. Explicar en Estados Unidos qué es lo que hace el gobierno del presidente López Obrador, los logros.

¿Y el tema migratorio?

—Estaremos muy atentos, porque en el discurso de Nancy Pelosi en la Cámara de Representantes se mencionó que uno de los temas prioritarios será migración, lo cual es factible [para] que se abra una ventana de oportunidad, con la iniciativa de los demócratas en la Cámara de Representantes, para poner al día la legislación migratoria. La última gran reforma fue durante la época del presidente [Ronald] Reagan.

No hay que perder de vista que la
legislación migratoria es prerrogativa del Congreso, lo que nos interesa es que los congresistas tomen las decisiones con base en realidades, no en prejuicios, que se sepa con datos qué es lo que pasa en la realidad mexicana, no que se piense que la migración sigue siendo como hace 15 años.

¿Es ventaja que haya una Cámara de Representantes con una mayoría demócrata?

—Puede brindarnos muchas oportunidades de interlocución, pero lo que no sabemos es cuáles van a ser los resultados, porque si el ambiente político está polarizado, es difícil que podamos predecir resultados positivos en materia de legislación.

No podemos descartar que pudiesen encontrarse acuerdos, pero también hay que ser muy realistas y saber que a finales de 2019 empiezan las primarias para las elecciones en 2020, el discurso se va a radicalizar, va a ser poco racional, es muy probable que el tema México, el tema frontera, migración, siga siendo tema de debate, porque ha sido la bandera de los más conservadores.

Sin embargo, en el sector demócrata hay una posición en materia de migración que es más cercana a la visión mexicana. Vamos a ver si eso ayuda a un debate más racional, pero sería difícil predecir resultados positivos.

¿Ve riesgo que el tema migratorio sea percibido sólo como de seguridad?

—Yo lo he dicho mucho a los estadounidenses y creo que esa es la diferencia fundamental de visión entre México y Estado Unidos: la migración es un fenómeno, ellos lo ven como un problema, nosotros como un fenómeno inherente a la humanidad, es un fenómeno económico y social. Tiene dimensiones de seguridad nacional, sin duda, pero es una de ellas, las otras son los perfiles demográficos, el envejecimiento de la población en Estados Unidos, porque mucho se va a robotizar, pero habrá otra mano de obra que se necesitará.

La dimensión de seguridad es una de las muchas dimensiones del fenómeno migratorio, esa es la visión de México. La visión del gobierno estadounidense actual es una mucho más restrictiva, es una visión de la migración como seguridad y por lo tanto lo quieren enfrentar como problema [de seguridad] para tomar medidas coercitivas, es lo que en términos académicos se llama la “securitización” de un tema. Al “securitizar” tienes mayor presupuesto, que es lo que están buscando ahorita. Es un caso típico, es lo que justamente el gobierno de México piensa que no es el enfoque correcto, sino que es el de promover mayor desarrollo.

¿Le preocupa el funcionamiento de los consulados en Estados Unidos por el tema de los recursos presupuestales restringidos?

—Sí, pero si vemos el presupuesto, la secretaría sufrió una reducción de 8.8%, para un presupuesto de por sí pequeño, que es el de la secretaría, pues es mucho. Pero creo que es una reducción que se puede asimilar con ahorros en otras áreas. El presupuesto de los consulados no va a resultar tan afectado, a lo mejor no vamos a tener el incremento deseado, pero tampoco una reducción drástica.

Una buena parte de gastos de operación y del personal de los consulados se paga con la propia recaudación consular, que hasta ahora no es muy eficiente, porque se recauda, se regresa a la Tesorería de la Federación y meses después nos lo regresan, y en ese ir y venir, siempre la Secretaría de Hacienda se queda con un porcentaje. Recordar que todos los recursos destinados a la protección son intocables, no se van a nada que no sea protección. Pero nunca habrá suficiente dinero.

¿Cómo le va a hacer para lidiar todos los días con un mandatario tan sui géneris como el presidente Trump?

—Vamos a ver. La embajadora y la embajada tienen que estar al pendiente de lo que diga el presidente Trump, porque es el mandatario de Estados Unidos, pero la interlocución de los embajadores con el presidente de otro país no es diaria, entonces, la interlocución diaria la tenemos con las diferentes agencias y cuando haya algo que nos sorprenda, que es más allá que una declaración, sino ya el acuse de alguna medida, pues inmediatamente confirmamos con las diferentes agencias qué pasa, qué va a haber, ir aclarando las cosas.

¿Habrá que tener la piel más durita?

—Sí, yo creo que en algunas cosas hay que tener la piel dura, en otras cosas hay que tener claro en dónde están las líneas rojas y en otras yo esperaría que el presidente Trump, creo que él está consciente de la importancia de México, yo creo que él tiene que cuidar, ir adaptando su discurso a su visión.

Cosa que no se ve sencillo, porque se genera el discurso de confrontación.

—Él es un hombre confrontacional en todo, no sólo con México, desgraciadamente ahorita se ha convertido, por la cuestión de la frontera, en un tema de debate interno entre una sociedad polarizada. Ahora, estar interviniendo constantemente en ese debate, probablemente no nos lleve y no nos conduzca a nada positivo.

¿Habría que entender entonces que la línea amarilla puede ser grande y que para pasar a la roja deben suceder ciertas cosas?

—Tendemos a decir la línea roja, si pasan ciertas cosas, pues la decisión final de lo que se debe hacer es del propio Presidente de la República.

¿Veremos pronto al presidente Andrés Manuel López Obrador en Estados Unidos?

—Pues el presidente López Obrador dijo que Donald Trump lo había invitado y veremos en su momento cómo está la agenda del Presidente y también la agenda del mandatario Trump. Lo veremos en su momento. Yo creo que lo que hay que ver son los tiempos y qué tipo de visita conviene, si una visita de Estado al más alto nivel o visita de trabajo, todo dependerá de cómo vayan evolucionado las relaciones, agenda y calendarios de ambos.

El presidente López Obrador dijo que la visita podría ocurrir en cuanto hubiera algo importante que anunciar…

—Entonces tendré que ponerme a trabajar duro para que hayan cosas importantes que anunciar.

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