Bill Clinton le habló una mañana a Carlos Fuentes, y de manera directa le preguntó: “¿Por qué no hay vicepresidente en México?” Fuentes, respondió: “Lo hubo, pero se dedicaba a derrocar al Presidente en turno, entonces se eliminó la figura.” Clinton volvió a inquirir: ¿Qué pasa si el Presidente muere en el ejercicio? De aquellas preguntas surgiría la novela La silla del águila (2002) donde las pasiones se desatan camino a la sucesión presidencial y a la enfermedad del Presidente Lorenzo Terán.

Una novela que fue escrita veinte años antes, de esta columna y de la sucesión del año 2024, abre la primera intriga cuando en una epístola de María del Rosario Galván –operadora política- le dice al Presidente Terán:

“¿Quién va a sucederle en la elección del 2024?

¿Con qué fuerzas cuenta?

¿Quiénes se opondrían?

Y no piense siquiera:

-¿Quién me será más leal?

-Todos, señor Presidente, lo traicionarán. Incluso –para que vea mi franqueza, para que aquilate mi amistad- mi favorito para la sucesión…”

La novela, como mucha de la obra de Fuentes, sigue arrojando respuestas a nuestro inquietante tiempo presente. En estos meses nos preguntamos: ¿Qué enfermedad tiene el Presidente? ¿Qué pasaría si muriera? ¿Quién será el elegido para la sucesión presidencial? ¿Qué intrigas y trampas se preparan entre los que aspiran? Todo gira en torno al Presidente, parece no haber manera de que Morena pierda. La oposición no ha generado un proyecto ni un candidato con arrastre para hacerle competencia a la imagen de López Obrador. El próximo sucesor para ocupar la Silla del Águila es muy probable sea impuesto por el dedo del inquilino de Palacio Nacional, salvo que en pocos meses la oposición lograra lo que no ha hecho en años o que hubiera la ausencia de la imagen de la figura de AMLO. Lo que hoy se vive, Fuentes lo narró en su novela.

Podríamos imaginar que quienes hoy están en el poder leyeron La silla del Águila –“Ayer al conocerte, te dije que en política no hay que dejar nada por escrito.”– y por ello no hay rastro de todo el dinero que llegó a las arcas de Morena en los años que López Obrador estuvo en campaña.

El 2024 parece que se resolverá cuando Morena elija a su candidato. Quienes quieran saber cómo podría terminar todo deberían empezar a leer La silla del Águila y encontrarse con aforismos como los siguientes:

“Todo político tiene que ser hipócrita. Para ascender, todo se vale. Pero hay que ser no sólo falso, sino astuto.”

“Un Presidente tiene que demostrar desde que se sienta en la Silla del Águila que hay una sola voz en México, la suya.”

“La política –le dije entonces- no es el arte de lo posible. Es el grafito de lo impredecible. Es el garabato de la fatalidad.”

“Te ponen en el pecho la banda tricolor, te sientas en la Silla del Águila y ¡vámonos! Es como si te hubieras subido a la montaña rusa, te sueltan… y haces una mueca que se vuelve tu máscara… la Silla del Águila, es nada más y nada menos que un asiento en la montaña rusa que llamamos La República Mexicana.”

ADVERTENCIA: Lector escape de la realidad. Adelante los sucesos inesperados en el 2024. Disfrute de la prosa de Carlos Fuentes, que dicho sea de paso: ¡que falta nos hace su pensamiento en este tiempo de bufones! Y lea las intrigas que se desencadenarán en torno a la sucesión que se aproxima. Carlos Fuentes y el 2024 es una invitación a buscar en el lenguaje una ruta distinta a nuestro acontecer, imaginar que aún es posible poder pensar en el futuro. Como nos lo diría Carlos Fuentes, nuestro Quijote mexicano: “no hay presente vivo con pasado muerto.”

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