Madrid.— Además de su tremendo impacto social y económico, la pandemia puso en evidencia algunas de las carencias más relevantes de la Unión Europea (UE), que se ha mostrado incapaz de activar sus mecanismos comunitarios para actuar contra el coronavirus de forma rápida y eficaz.

A pesar de las dimensiones de la crisis sanitaria que ha segado cientos de miles de vidas, golpeando a las economías y poniendo en jaque el sistema de salud de algunos países europeos, la UE tardó meses en alcanzar el consenso necesario para movilizar recursos y apoyar financieramente a los países más castigados por la pandemia, como Italia o España.

A la hora de combatir al virus a nivel sanitario, los socios europeos actuaron desde el inicio de la crisis en función de sus intereses nacionales, sin que en muchos casos hayan logrado resultados positivos, lo que podría acentuar aún más la desconfianza de la ciudadanía hacia las instituciones de Bruselas por su incapacidad para plantear, más allá de las ayudas económicas, una lucha integral contra la pandemia.

“Al principio hubo un error de interpretación por parte de los países más partidarios de una mayor austeridad económica y financiera, como Países Bajos, Dinamarca, Finlandia o Austria, que no comprendieron que el Covid no era una cuestión exclusiva de España o Italia, sino que afectaba a la UE y que, por lo tanto, era necesario encarar la pandemia juntos”, señala a EL UNIVERSAL el historiador y europeísta Pablo Martín.

“Salvo Alemania, que tiene más contenida la deuda pública sobre el Producto Interno Bruto [PIB], los otros grandes países de la UE arrastran un problema de endeudamiento muy importante. El pacto para ayudar a los países más afectados por la pandemia fue difícil de conseguir porque los más ortodoxos querían que los fondos fueran utilizados sobre todo para una modernización económica y no para continuar con un excesivo gasto público”, matiza el especialista en historia contemporánea en referencia al acuerdo comunitario de mediados de 2020 para que todos los países europeos remaran en la misma dirección económica.

Uno de los problemas fundamentales de la UE es que los países más cumplidores del pacto de estabilidad que obliga en la zona euro a no traspasar un determinado déficit público (3%), con control de deuda y desempleo, tienen economías pequeñas y mucho menos significativas que otros países grandes como Francia, España o Italia, que están fuertemente endeudados.

“La pandemia puso de manifiesto el problema de funcionamiento de las instituciones europeas. Esta crisis sanitaria evidencia que en la UE no se ha superado todavía el concepto de Estado-nación. Deberíamos tener unas instituciones mucho más robustas y que la Comisión Europea fuera un auténtico gobierno de la UE. Pero, al final, los partidos de cada país se deben a sus electores y no a las políticas comunitarias. Cada socio busca sacar beneficio de la UE en provecho propio, más que en términos colectivos”, subraya el historiador.

“La mayor novedad es que el liderazgo que tenía Reino Unido antes de abandonar la UE está siendo asumido por Países Bajos que lidera a los socios más ortodoxos, desde el punto de vista macroeconómico, frente a la Europa meridional. Hay muchas contradicciones, pero al final la UE es una especie de mastodonte que al final sigue avanzando, aunque parezca que no lo hace”, concluye el europeísta.

El predominio de los intereses nacionales sobre los comunitarios no es la única traba que ha impedido enfrentar más eficazmente la propagación del Covid-19 en Europa. La privatización parcial de la sanidad pública y la merma de inversiones en este sector en las últimas décadas, también han dificultado en varios países de la UE encarar la pandemia en mejores condiciones.

Algunos sistemas de salud como los de España e Italia han estado al borde del colapso ante la falta de camas y de unidades de cuidados intensivos en los hospitales, que soportan además una excesiva carga laboral como consecuencia de la falta de personal provocada por los recortes presupuestarios. Algo que afecta física y sicológicamente al sector.

La UE sólo ha podido actuar al unísono y con celeridad a la hora de pactar la compra masiva de las vacunas más avanzadas, las cuales serán distribuidas de manera igualmente coordinada. Pero en términos generales, con excepción de los esfuerzos conjuntos para permitir un mayor gasto público para combatir la pandemia y aprobar los fondos destinados a la recuperación de los países más perjudicados, el club europeo ha actuado de manera disgregada.

La falta de armonía la ejemplarizan sobre todo Hungría y Polonia que, en tiempos de pandemia, se empeñaron en torpedear presupuestos de la UE a fin de impedir la aprobación del nuevo reglamento que condiciona las ayudas comunitarias al respeto al Estado de derecho en los países europeos. Los gobiernos conservadores de Hungría y Polonia han sido advertidos por Bruselas en repetidas ocasiones por sus injerencias en el poder judicial y su preocupante deriva autoritaria.

La descoordinación, las disputas económicas e ideológicas y la prevalencia de los intereses nacionales sobre los colectivos, han contribuido a que la pandemia se haya propagado más de lo debido en Europa, que ahora tendrá obligatoriamente que buscar fórmulas conjuntas para reparar los estragos causados por el Covid. Unidos en épocas de bonanza, los europeos han hecho valer sus diferencias en los peores momentos de la crisis sanitaria.

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