“Estamos todos al tanto”, asegura José Mario Esparza, titular de la Secretaría de Gestión Integral del Agua (Segiagua), desde el Centro de Mando Operativo para la Atención de Emergencias por Lluvias, en donde se coordina el Plan Tlaloque con el que se hace frente a inundaciones, caída de árboles, reblandecimientos de tierra y otras afectaciones que suelen dejar las temporadas de lluvia en la Ciudad de México.

Es un trabajo 24/7. En este espacio laboran 22 funcionarios de la Segiagua en distintos turnos, también hay representantes de las secretarías de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil (SGIRPC) y de la de Seguridad Ciudadana (SSC), a través de la policía de Tránsito, de Participación Ciudadana, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) e incluso de la Comisión del Agua del Estado de México (CAEM).

Para atender las emergencias y actuar en tiempo real, “hay que ser muy ágiles”, por eso se requiere al personal de todas las áreas al mismo tiempo, dice el secretario. La comunicación es clave.

Como si se tratara de un panóptico, este espacio —ubicado en un decimotercer piso de la colonia Cuauhtémoc— cuenta con varias pantallas en las que el personal de las dependencias monitorea a detalle indicadores que permiten saber no sólo el estado del clima en algún punto de la capital, sino también el estado de la infraestructura urbana o la cantidad de lluvia que ha caído en determinada zona.

Con base en ese monitoreo se toman las decisiones para el despliegue de personal en territorio ante una emergencia, como ocurrió el 2 de junio en la zona oriente.

“Son alrededor de 100 estaciones [pluviométricas], a veces se le da mantenimiento a una y queda fuera de operación, pero en términos generales son 100 estaciones, que están distribuidas, incluso tenemos algunas fuera del territorio de la Ciudad de México, porque para nosotros es importante ver cómo viene la lluvia desde el Estado de México, se tiene ese monitoreo”, explica.

En entrevista con EL UNIVERSAL, Esparza comenta que otro de los indicadores importantes es el radar meteorológico, que desde su ubicación en el Cerro de la Estrella, en Iztapalapa, emite imágenes con las que los expertos monitorean la trayectoria de las lluvias, lo que les permite saber si la tormenta se queda estacionada o avanza rápido. Tiene un alcance de 30 kilómetros.

A su vez, se monitorean las cámaras del C5 del Agua —que se pusieron en marcha en esta administración— en las cuales se visualizan sitios donde puede haber complicaciones, como bajopuentes o zonas en desnivel y las salidas de drenajes profundos.

Esto último, “nos ayuda a tomar decisiones al interior de los colectores al interior de la Ciudad de México. Por decir, si vemos que los colectores principales van muy saturados, hay veces que tenemos que cerrar las compuertas de las derivaciones porque es tanta el agua que va a dar el colector que si le abrimos, en lugar de que el agua entre en el colector, se sale”, expone.

Basura, problema latente

José Mario Esparza advierte que a la fecha se han sacado 12 mil metros cúbicos de basura de la infraestructura hidráulica, lo que genera taponamientos y agrava las afectaciones.

Por ejemplo, durante las lluvias de esta semana en el sistema de presas Becerra, en Álvaro Obregón, se sacaron 10 toneladas de basura.

“En nuestro plan integral hídrico, uno de los ejes estratégicos es la conciencia con la gente del gran daño que nos hace la basura”, agrega.

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