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Justo a los pies del Ángel de la Independencia y de dirigentes del Movimiento Nacional de Taxistas (MNT) deambula Virginia Morales, quien se crucifica ante los ojos de los taxistas porque nadie escucha sus quejas.

Y mientras se alza una nube de humo, generada por la quema simbólica de concesiones de sus compañeros taxistas, doña Virginia explica que desde hace 36 años es trabajadora del volante “estoy a punto de perder mi unidad porque no tengo para gasolina ni refacciones”.

Al tiempo que el vocero nacional del MNT, Ignacio Rodríguez, lee desde lo alto del templete la situación que atraviesan los más de 160 mil taxistas en el país, a consecuencia de aplicaciones como Uber, Cabyfy y Didi, entre muchas otras, la señora muestra su tarjetón, por si alguien duda de su palabra.

“Soy taxista desde hace 36 años. Lo juro, aquí está mi tarjetón. Pago impuestos y cumplo con toda la norma que exigen las autoridades. No se vale que a esas empresas trasnacionales le permita todo el Gobierno, sin cobrarles un solo peso para circular, y a nosotros nos exijan los cuernos de la luna”, señala con los ojos llorosos, y no porque el llanto hiciera presa de ella, sino por la gran cantidad de humo que sale del bote donde sus compañeros queman sus boletas.

Sin despegarse de la cruz de madera en la que decidió subir con la esperanza de que alguien la oiga, comenta: “Le pido que la señora [Claudia] Sheinbaum que nos escuche y dé solución a nuestras demandas. Ya no puedo, de verdad, no tengo dinero ni para la gasolina”, dice ahora sí a punto del llanto.

Jura que apoyará lo que decidan sus dirigentes. “Y si hay que quedarse dos o más días, aquí estaré. Les aseguró que todos los que estamos reunimos hoy aquí estamos decididos a todo con tal de salir de esta situación. No queremos más promesas falsas. Queremos resultados”, insiste ante los aplausos de los más de dos mil 500 taxistas que llegaron al Ángel de la Independencia y que amenazan con permanecer en ese lugar hasta que los reciba la jefa de Gobierno.

Mientras tanto, al oriente de la capital del país los taxistas cierran de manera intermitente los accesos a las terminales 1 y 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), motivo por el que Francisco Arévalo, quien viaja hacia Monterrey, tiene que pedir la ayuda de una patrulla para llegar lo más cerca posible al aeropuerto.

“Siempre es lo mismo, uno termina pagando por culpas ajenas. ¿Yo qué tengo que ver con los taxis? Lo único que quiero es llegar al aeropuerto para cumplir con mis compromisos de trabajo”, comenta Francisco, quien camina a paso veloz, sofocado y rezando para no perder su vuelo.

En la avenida Central se viven momentos de tensión, pues usuarios de la estación Nezahualcóyotl, de la Línea B del Metro, lanzan todo tipo de ofensas y recordatorios maternales a los taxistas que sobre la vialidad estacionan sus unidades, entorpeciendo la movilidad.

La respuesta de los chafiretes es en el mismo nivel y con retos a liarse a golpes... “si es que son tan hombrecitos ca...”

Para su mala fortuna, Juan Manuel Juárez, estudiante del Tecnológico de Monterrey, se queda atorado en la Supervía Poniente, pues unos minutos antes los taxistas abrieron las vallas de color naranja para atravesar las aunidades rosa con blanco.

“Pues ni hablar, sólo me queda avisar que no voy a llegar a clases, ojalá y el maestro me crea lo del bloqueo”, dice con un dejo de resignación el joven que se encuentra atorado en una de las vialidades más afectadas por el plantón.

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