Un día de búsqueda por hospitales y agencias ministeriales terminó en el anfiteatro de la coordinación territorial de Iztapalapa-6. Ahí, hallaron el cuerpo de Brandon , el niño de 12 años que viajaba con su papá cuando el tren de la Línea 12 se desplomó entre las estaciones Tezonco y Olivos.
Brandon pasaba unos días en casa de su padre. Así sería toda la semana, pero el lunes por la noche pidió regresar al lado de su madre.
Tras llamar por teléfono y avisar que llevaría al niño, padre e hijo abordaron el convoy que los llevaría hacia La Nopalera. Ahí, los esperaba Marisol con el televisor encendido.
Al escuchar la noticia del desplome de los vagones, ella llamó al celular del papá de su hijo, pero no obtuvo respuesta, hasta que ya se encontraba en la zona del accidente.
Un paramédico le informó que llevaban herido al hombre hacia un hospital, pero del menor no había rastro alguno.
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Durante la madrugada, la mujer y su madre recorrieron nosocomios con la esperanza de que Brandon estuviera internado, pero no ocurrió.
Al mismo tiempo, confiaban en que salió ileso y andaba deambulando por la avenida Tláhuac o, en el peor de los escenarios, estaba con vida entre los escombros y lo encontrarían.
Ante la falta de ayuda y claridad sobre el paradero de su hijo, Marisol acudió a la Fiscalía de Justicia para levantar un acta por la desaparición del menor y una Alerta Ámber fue emitida. A los pocos minutos, Brandon fue identificado entre los fallecidos que yacían en la morgue.
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