Carlos García

, chef del restaurante Alto en Caracas , confía en la capacidad de resiliencia que los venezolanos tienen ante su circunstancia política, social y económica, ya que la adversidad les ha enseñado que deben unirse y adaptarse. Su presencia en Paralelo Norte 2017 dio espacio a la gastronomía social como una arista empática y humanitaria vital.

Si bien desde afuera parecería que es casi imposible tener un restaurante, pues el desabastecimiento de alimentos básicos es una realidad en aquel país, él y su equipo tienen la premisa diaria de resolver, de ser solidarios con su entorno y de ser creativos. Todo esto les ayuda a trabajar mejor, a ser mejores cocineros y a entender que son útiles, expresa.

Carlos ve dos soluciones tangibles y necesarias en los proyectos sociales relacionados con alimentación y el apoyo a los productores en las que está inmerso: Barriga llena, corazón contento y Alimentes . Estas trascienden a sus propias necesidades individuales.

La primera, Barriga llena, corazón contento, reúne el esfuerzo de 150 colaboradores, entre los cuales está el equipo de su restaurante y otros cinco más. Todos se turnan para preparar y llevar sopas a niños, adultos y ancianos en el Hospital J.M de Los Ríos y el asilo Casa Hogar Madre Teresa de Calculta, en Caracas, cada día, desde junio del 2016. La sinergia con hoteles, empresas, voluntarios y donadores es fundamental para lograrlo.

Abuelas y mamás desde siempre han apapachado y reconfortado con bocados cálidos en forma de potaje y este colectivo no solo quita el hambre sino que da mensajes de unión. Se tejen redes que recomponen el tejido social y dan esperanza pues “muchas manos hacen un mejor caldo”, dice.

Carlos García, soluciones que alimentan
Carlos García, soluciones que alimentan

La segunda es Alimentes , con la que se apoya a madres en zonas marginales para que puedan dar de comer a sus hijos y estos no abandonen la escuela por esta razón. Tienen un centro de acopio con insumos y ellas elaboran lo necesario para los pequeños. “Se ha logrado un crecimiento de la población educativa en un 43% porque hay comida y la comida y la educación son los pilares de la sociedad”, comenta.

Al hacer a las personas parte de estas acciones se genera cohesión y sentido de la responsabilidad, hay reciprocidad y acción. En el caso de los productores explica que uno de los principales problemas es el abandono del campo. Con los controles de precio ellos sienten que no vale la pena seguir pues no se valora su trabajo y no hay gente que les pague lo justo.

Carlos ha creado lazos con diferentes personas en las provincias y uno de los casos que contó es el del cacao que utilizan para varios de sus platos en el menú de Alto. “Los enseñamos a producir con mejores márgenes de calidad. Les decimos que si cosechan en un campo sano o que si lo secan de cierta manera valdrá más”, explica.

Carlos García, soluciones que alimentan
Carlos García, soluciones que alimentan

Había deserción absoluta del campo cacaotero y con este sistema de trabajo las producciones aumentaban de un 70% a un 80% pues cada kilo se les paga al precio de la bolsa de Nueva York y en dólares, afirma. “Tienen productos magníficos y las demás personas en los caseríos escuchaban eso y preguntaban como sumarse”, dice. Con esto se logró repoblar los cultivos con familias que se habían ido a zonas marginales de la ciudad a buscar trabajo.

En cuanto a los cambios en su cultura alimentaria el chef dice que Venezuela era un país carnívoro y la dieta dependía de este insumo, de frijoles negros y blancos, de arroz y de harina Pan en grandes cantidades. Rara vez se comía pescado. Ahora, se empiezan a incluir más vegetales, sardinas, quelites, nopales, hierbas y pesca de otras especies, no solo las comerciales o las que estamos acostumbrados, sobre todo por un tema aspiracional.

“A mi no me gusta hablar de dificultades. ¿Qué te puedo decir? No se consigue harina, azúcar y más pero eso uno lo solventa, lo sacas adelante. Lo más difícil de todo esto es motivar al personal para que cada día quieran volver a trabajar, que quieran volver a ir al restaurante o no se quieran ir del país. Y si desean hacerlo, no queda más que apoyarlos”, dice.

Para las creaciones que ofrecen a sus comensales en el restaurante dice que disfrutan lo que sí tienen y buscan entender cada ingrediente. Tratan a los vegetales como si fueran proteínas, usan cacao y todos los frutos que están alrededor de él, como papaya, mango, aguacate, lechosa venezolana (de aspecto similar a la papaya y sabor parecido a la pera), haba tonka, yuca, pomarrosa, leche de cabra, guayaba, fruta de la pasión, entre otros.

Es inspirador saber que mientras que el gobierno de Nicolás Maduro, presidente venezolano en turno, anuncia medidas surreales como el Plan conejo que busca promover la cría de conejos en las zonas populares para tener proteína animal en los platos, el pueblo realiza acciones mucho más útiles y de resistencia civil.

Por ejemplo, Elisa Bermúdez, la presidenta de la fundación Barriga llena, corazón contento , hizo algo que se llama “guerrilla urbana” para lo que reunió a sus hijos y a sus amigos del colegio. Hizo bolitas de compuesto con semillas de calabaza y se iba con los niños a la calle a regar las semillas en los jardines. Luego del paso de algunos días crecían calabazas para que estas sean de quienes las encuentren.

“La gente empieza a darse cuenta qué hay en el piso. La verdolaga la comían los perros y ahora la alimentación está cambiando. Lastimosamente, hay grandes problemas alimenticios y de desnutrición, pero si esto se supera yo espero que tengamos la capacidad o la madurez suficiente para entender que de aquí en adelante nuestra realidad va a ser otra”, añade.

Carlos opina que los intereses políticos van por un camino diferente de los de la sociedad. “Yo no soy político ni analista, tampoco economista. Lo que si tengo claro es que la colaboración entre nosotros como seres humanos, y cada día más como “concientizadores" del problema -que no solamente hay en Venezuela sino en muchos lugares del mundo- es importante”, dice.

Este cocinero cree que a veces podemos vivir en abundancia pero no vemos la realidad cuando es dura, o no queremos darnos cuenta de ella. Enfatiza que ayudar no es difícil. “Ya debemos dejar de ser los niños ricos. Ojalá la solución de esto venga y podamos empezar a crecer por el turismo y otras cosas que nos merecemos, o con las que nos podrían ir mucho mejor que con el petróleo“, finaliza.

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