Acapulco.- Enrique Andrade Rodríguez tiene la esperanza de que su hermana pequeña, Abigail, esté viva. Esté naufragando millas mar adentro, que esté a la deriva en la lancha de emergencia del yate Litos que la noche del 24 de octubre, cuando entró con fuerza bestial el , cuidaba junto con los otros tres integrantes de la tripulación.

La esperanza de Enrique radica en que la madrugada del 25 de octubre, la lancha de emergencia del yate emitió una alerta satelital kilómetros mar adentro.

Sobrevivientes de otras embarcaciones han buscado a sus compañeros, en esos recorridos, cuenta Enrique, ubicaron el yate Litos hundido en mar a la altura de la playa Pichilingue y no estaba la lancha de emergencia.

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“Ella es una persona que es muy atrevida, por eso yo tengo en mi mente y en mi corazón que está por ahí, que debe estar protegida en algún lugar”, dice Enrique.

El problema ahora es el tiempo. Si Abigail sobrevivió a la furia de Otis ya tiene 25 días naufragando sin comida, sin agua y el sol radiante encima. La esperanza se diluye cada día. Las operaciones oficiales de búsqueda van muy lentas, no van al ritmo que exige la emergencia. De hecho, comenzaron tarde. Once días tarde.

Abigail es la única mujer tripulante que desapareció esa noche en el mar. Tiene 28 años y es madre de tres hijos.

Las preguntas sin respuesta

La mayor tragedia está en el mar. La noche del 24 y en las primeras horas del 25 de octubre, los vientos devastaron, según un informe de la Secretaría de la Marina (Semar), 614 de embarcaciones, a la mayoría las hundió, a otras las hizo pedazos y muy pocas resistieron. En las playas quedaron yates, lanchas amontonadas convertidas en chatarras. Fueron dos horas de furia.

La mayoría de las embarcaciones eran cuidadas por su tripulación. De una a cuatro personas estaban a bordo esa noche tratando de resguardarlas. De muchos no se sabe dónde están, si están en la profundidad del mar o naufragando en su inmensidad. A otros los sacó el mar sin vida y unos más fueron hallados entre los escombros. También hay sobrevivientes.

Han pasado 25 días de esa noche y siguen tan vigentes muchas preguntas: ¿Por qué las tripulaciones se quedaron en las embarcaciones? ¿Nadie les informó que Otis entraría con una fuerza bestial? ¿Alguien se los ordenó? ¿Era una tradición quedarse a “cuidarlas”? Se deben esas respuestas.

Ahora, hay una pregunta más importante, urgente: ¿Por qué rescatarlos no es la prioridad para las autoridades?

Búsqueda familiar

La familia Andrade Rodríguez encendió las alertas la tarde del 25 de octubre. Abigail no se comunicó, tampoco llegó a la casa. En ese momento, todos sabían que Acapulco estaba devastado. Aún así, pensaron que Abigail estaba trabajando, limpiando y reparando los daños que había dejado Otis al yate Litos. Nunca imaginaron que el huracán categoría cinco había despedazado a casi todas las embarcaciones del puerto.

Al día siguiente, Enrique y sus dos hermanas, Jazmín y Pilar, salieron a las calles a buscar a Abigail. El primer punto al que acudieron fue la Décima Segunda Base Naval. Nadie los atendió. Los marinos estaban apurados en la reparación de los daños que sufrieron y otros en atender a los heridos que llegaban.

Enrique y sus hermanas decidieron buscar a Abigail por su cuenta y, desde entonces, no paran. Han recorrido Acapulco de punta a punta. Han caminado por Pie de la Cuesta hasta la Barra de Coyuca. Desde Caleta hasta Puerto Marqués. Han buscado en todos los hospitales del puerto, públicos y privados, en el Servicio Médico Forense (Semefo). La búsqueda la han ampliado hasta Chilpancingo.

Los primeros días la ciudad era un caos: no había transporte público, todas las calles estaban invadidas por postes y árboles caídos, sin energía eléctrica y telefonía. Para llegar a un lugar había sólo una forma: caminando.

Ahora Enrique, un profesor de primaria, estableció una rutina muy distinta.

Desde muy temprano sale a buscar a Abigail, sólo espera que amanezca. Hay noches, dice, que no puede dormir, la ansiedad por salir le quita el sueño. Su primer punto es el Semefo. Todos los días hace las mismas preguntas al personal: ¿ingresó un cadáver? ¿Es mujer? ¿Tiene un tatuaje de corona de princesa en la nuca?

“El Semefo era el último lugar donde yo quería acudir, pero en la Base Naval fueron muy duros, me dijeron: 'si no vas a la Semefo y no reconoces el cuerpo pues simplemente el cadáver ahí estar'. Por eso tomé la decisión de ir”.

En esos recorridos, a Enrique le han contado de todo. Le dijeron cómo en Pie de la Cuesta salieron tripulantes con vida, heridos, pero también cómo el mar expulsó cadáveres. Ha escuchado que por lo menos son 30 personas las que el mar ha sacado, 20 vivos y 10 muertos.

“Allá en donde yo he estado haciendo el recorrido en Pie de la Cuesta, la Barra de Coyuca, ha estimado más o menos 10 personas las que han salido ahogados”, relata.

En sus recorridos, Enrique ha ido recogiendo los pedazos de las embarcaciones y los lleva con los demás familiares con la esperanza que reconozcan algo, en estos momentos un pedazos de lancha es una esperanza. Esta vez, recogió una aleta de buceo y una lámpara de un yate, espera que le sirva a alguna familia.

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"Una tormenta sencilla"

La noche del 24 de octubre, Abigail llegó al muelle de Puerto Marqués para cuidar el yate Litos como ocurría cada vez que entraba una tormenta o un huracán a Acapulco.

Abigail tení a siete años trabajando como Hostess del yate, también hacía la limpieza y se sumergía en el mar para limpiarlo por debajo. Esa noche, con ella estaba el capitán, Ulises Díaz Salgado; el marinero, Alejandro Sandoval Ugarte y el ingeniero Fernando Parra Morales.

Litos era propiedad del empresario Carlos Smeke, su actividad era recreativa, de uso exclusivo del dueño y su familia.

Antes de que entrara Otis a Acapulco, los vientos comenzaron a golpear con fuerza. Se sabe que el yate pasó los primeros embates del huracán en la Base Naval. Los vientos desamarraron una embarcación de la Marina y comenzó a golpear a las demás.

El capitán decidió regresar a Puerto Marqués. Salieron de la Marina. A las 12:20 de la mañana, a la altura de la playa Pichilingue, pidieron auxilio por radio a la Base Naval porque se habían quedado sin motores en medio de mar. Desde entonces nadie sabe nada de los cuatro.

“Una persona que sobrevivió y que estuvo cerca de la embarcación donde iba mi hermana me contó, de viva voz, que lo primero que sucedió fue que se rompieron los cristales y después empezó a inundar la embarcación”, dice Enrique.

El hombre que le contó sobrevivió gracias a que se subió a dos tablas para flotar, la marea lo llevó mar adentro donde, dice Enrique, escuchó cómo los tiburones masticaban. El hombre salió en Pie de la Cuesta.

Esa noche, del muelle de Puerto Marqués salieron dos embarcaciones, Litos y otra. Las dos son las únicas que de ese muelle se perdieron.

Pero sólo la tripulación de Litos sigue desaparecida, los de la otra embarcación sobrevivieron. Una salió en Pie de la Cuesta, la otra en la isla de La Roqueta y la tercera en la bahía.

Enrique no sabe quién tomó la decisión de moverse a la Base Naval y ahora eso no le importa mucho. Pudo hablar con el capitán de una de las embarcaciones que se ancló en el muelle de Puerto Marqués. El capitán Moisés.

“Me contó él les dijo: 'amárrense aquí no se muevan, lo que se venga lo vamos a recibir aquí todos juntos'”.

“Todos pensamos que iba a ser una tormenta sencilla”, justifica Enrique.

Lo que no justifica es la tímida actuación de la Marina y la Terminal Marítima.

“Aquí hay otra situación mucho más grande: la Marina y la Terminal Marítima sabían el grado de peligro que estaba por venir, ellos tuvieron que haber limitado que las embarcaciones se movieran, tuvieron que haber hecho un recorrido para que ninguna embarcación se moviera y no lo hicieron”.

La esperanza

Son las 5 de la tarde del 15 de noviembre, en el muelle de La Marina se celebra una misa. Es uno de los días más difíciles desde el paso del huracán Otis. El encuentro es dolorosísimo. Decenas de familia se reunieron para orar por los suyos, por lo que murieron por las ráfagas de vientos, hundidos entre los barcos y por los que no aparecen. Se abrazan, se consuelan, se dan ánimos.

El sacerdote Mario Palma, ora por el descanso de los que murieron esa noche: César Iván Díaz Marquez, Pedro Ruíz Rodríguez, Héctor Ramos Rodríguez, Rafael Lozano Martínez, Ricardo Pérez Victoriano, José Andrés Soberano Mellado, José Lozano Rendón, Hugo Sosa, Rodrigo García, Luis Martínez Balbuena, Pedro Espinoza García y José Federico Gómez Ortiz.

Pide, también, por los que faltan: Marco Antonio Chavez Domínguez, José García, Rubén Torres Campos, Fernando Esteban Parra Morales, Alejandro Sandoval Uguarte, Ulises Díaz Salgado, Mauricio Adrían Viviano, Leonardo Neiro Cabañas, Antonio Franco Cipriano, Gustavo Hurtado Carranza, Luis Flores, José Ángel Gil Borja, Demetrio Felipe Morales, Ulises Castillo Hernández, Andrés Cortes Salazar, José Desidero García, Marco Antonio Chávez, Moisés Andrés Martínez Hernández, Marco Antonio Franco Cipriano. También pidió por el regreso de Abigail.

Al final de la celebración todo explota. Las familias lloran, gritan, claman ayuda. Exigen que las autoridades busquen a sus hijos, hermanos, padres, maridos.

Enrique tiene la esperanza de que Abigail esté naufragando.

“El yate está hundido, pero traía una panga de resguardo y no se encuentra dentro. Esa fue arrojada muchas millas adentro, entonces se espera que ellos estén con vida y se piensa que ellos están dentro de esa embarcación”.

Enrique sabe que ir todos los días al Semefo, a la Base Naval, recorrer todas las playas no es suficiente para hallar a Abigail. Se requiere de muchos instrumentos, herramientas y tecnología especializada. Por eso ha encabezado bloqueos y protestas para exigir al presidente Andrés Manuel López Obrador, que ordene que la Marina busque de forma más intensa a su hermana y a todos de más desaparecidos.

“Lo que estamos viendo es algo muy sencillo, se están metiendo con lanchas, se están metiendo buzos, es cierto eso, pero nada más a las orillas. Lo que es Puerto Marqués, porque yo lo he estado recorriendo, se están metiendo solamente en las orillas, en Caleta igual, en el Zócalo igual”, reclama.

El dueño del yate, dice Enrique, pagó para que una avioneta sobrevolara mar adentro, pero la Marina se lo impidió.

“Nos están limitando esa ayuda también”.

Enrique tiene motivos para sentirse desesperado. La operación oficial va muy lenta. Tan lenta que, en el caso de su hermana y los tripulantes del yate Litos, comenzó once días después del paso del huracán.

“Once días pasaron para que ellos nos hicieran caso, para meter a los buzos a buscar, no fue al siguiente día, fue hasta el día once”.

La fiscal general del estado, la teniente del Ejército, Sandra Luz Salmerón Valdovinos, justificó el retraso en un asunto burocrático, económico. Dijo que no habían movido las embarcaciones hasta que las aseguradoras estuvieron de acuerdo y así no se negaran a cubrir los gastos.

El problema ahora no sólo es el retraso en la búsqueda, han pasado 25 días y no han ampliado el diámetro de la búsqueda, los trabajos siguen en la orilla.

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