.— En el poblado de Ejido Viejo no salen del asombro por los daños que les dejó el huracán Otis.

Del impacto ya pasó un mes, pero en Ejido Viejo aún quedan rastros muy tangibles del huracán.

Las calles permanecen llenas de tierra, unos 50 o 70 centímetros por arriba del nivel de la calle; los carros arrastrados se ven aún en calidad de chatarra.

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Tras el paso de Otis, las calles y casas de Ejido Viejo se encontraban llenas de lodo, basura, agua encharcada, situación que no ha cambiado mucho hasta ahora. Foto: Archivo | El Universal
Tras el paso de Otis, las calles y casas de Ejido Viejo se encontraban llenas de lodo, basura, agua encharcada, situación que no ha cambiado mucho hasta ahora. Foto: Archivo | El Universal

La mayoría de los vecinos han emprendido una lucha incansable contra el lodo. Sacan y sacan lodo de las casas y a un mes no terminan.

Por ejemplo, en el centro de salud no han terminado, pero el médico y las dos enfermeras decidieron reiniciar el servicio.

En el Centro de Salud casi todo fue pérdida, el agua y el lodo subieron hasta casi un metro. Sin embargo, como se pudo, durante este mes dieron la atención porque la demanda aumentó.

El médico Óskar Isaías Layna Vega explica que en las últimas semanas han registrado cinco casos de dengue clásico. Lo que más ha tratado, dice, son lesiones por cortadas, sobre todo por las láminas que se desprendieron de los techos. El dato dibuja la demanda: han aplicado 300 dosis de vacunas de tétanos.

Precisa que en estos días también ha atendido infecciones estomacales, respiratorias, diarrea y vómito.

“El ambiente está muy contaminado. Hay basura, agua encharcada y los días sin luz fueron de muchos riesgos, porque con el calor la comida se descompone con facilidad y no sabes cómo conservan sus alimentos”, explica.

Una de las vecinas es más precisa. Dice que sus hijos se han enfermado de diarrea y vómito por el agua que beben: “Pienso que es el agua, estamos tomando agua que luego nos traen en tinacos y garrafones”.

EL UNIVERSAL visitó Ejido Viejo el 31 de octubre. De entonces a la fecha se ven pocos cambios. Uno es que el Ejército instaló en la cancha un comedor comunitario, pero no hay planta purificadora de agua.

En la casa de don Edilberto Loeza Aguirre trabajan para sacar el lodo, pero no terminan.

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Apenas pudieron sacar una parte porque al pueblo llegaron dos máquinas pesadas a trabajar. No son del gobierno. Cobran por hora. En la casa de don Edilberto no saben cuánto cuesta rentarlas, porque lo que hizo ahí lo pagó un compadre.

“Acá la ayuda ha llegado, sobre todo de la sociedad civil, ha venido el alcalde (el morenista Ossiel Pacheco), pero trajo unas despensas y la gente se enojó y lo corrieron”, dice.

Un recuerdo que no se borra

En la casa de don Edilberto no olvidan la noche en la que entró Otis.

Don Edilberto, su esposa Albina Castro, tres de sus hijos, un yerno y sus siete nietos estaban en casa. Habían escuchado en la televisión y visto en las redes sociales que a las 4 de la mañana tocaría tierra el huracán categoría cinco. De lo que no se enteraron es que sería devastador.

Otis se adelantó cuatro horas, a las 00:00 horas del 25 de octubre comenzó a tocar tierra en Acapulco. Las siguientes tres horas marcaron a la familia Loeza Castro.

En los primeros minutos se volaron las láminas de aluminio que tenían como techo. Edilberto y su familia decidieron quedarse. Una hora después, junto con el viento, se comenzó a escuchar otro sonido: la corriente de agua que arrastraba de todo, piedras, árboles, carros.

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El arroyo, que pasaba por la orilla del pueblo, tomó un nuevo cauce, luego que los árboles bloquearan la corriente a la altura del puente. El agua, con toda su fuerza, se fue contra la comunidad.

El agua se metió a la casa de Edilberto. Cada vez subía más el nivel hasta que les llegó a la cintura. Entonces, se fueron a la casa de su hijo mayor, que está en la parte trasera y en una zona más alta, pero hasta allá también llegó el agua.

El amanecer los encontró a todos en un techo de otra casa vecina.

En Ejido Viejo no hay ninguna calle que no esté bajo un medio metro de tierra. La mayoría de las familias lo perdieron todo; sus casas están destruidas, sin techos y llenas de lodo. Otros perdieron sus negocios, misceláneas o como Edilberto que vendía cerveza. Hasta acá, casi un mes después, la ayuda no llega.

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