Joaquin Phoenix deja la vara muy alta para las películas que se basen en un futuro en historias de cómics; cualquier expectativa que se tenga antes de ver Joker queda corta cuando se está frente a la pantalla grande y se observa cómo el actor da vida a uno de los villanos íconos creado por Bob Kane, Batman.

La cinta sobre el origen del Príncipe del caos es perturbadora y en ocasiones raya en lo terrorífico, no por nada fue la ganadora del León de Oro en el Festival Internacional de Cine de Venecia.

El proceso de ver a un Arthur Fleck (Phoenix) caer en el abismo del odio social y moral, para después perder la cordura, que en la trama siempre pende de un hilo, hace que uno se detenga a procesar la degradación humana y lo fácil que se puede manipular para lograr caos y muerte.

En las dos horas que dura la cinta dirigida por Todd Phillips (The hangover y Starsky & Hutch), el actor viaja en un tobogán hacia la locura tras diferentes actos de violencia, físicos y mentales.

La transformación del personaje es la misma que se va gestando en la sociedad de una ciudad de Gotham sumergida en problemas como la huelga de trabajadores de la limpieza que hace que la gente acumule montañas de bolsas de basura en las calles y que ni el programa de variedades estilo The tonight show, que es conducido por Robert De Niro, hace olvidar.

El descontento y la desilusión por tener una vida mejor ante las palpables diferencias de clases sociales, en donde unos tienen mucho como Tomas Wayne (sí el papá de Bruce, alias Batman) y otros que sólo tienen lo necesario para sobrevivir, envuelven el odio que espera salir con el mínimo pretexto y que el protagonista les da.

Es inevitable separar al Guasón de su contraparte, El Caballero de la noche, sin embargo, el director hizo lo que parecía imposible, que el héroe de DC Cómics sea una “sombra” y con algunos magistrales guiños une los hilos de los personajes.

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