Jorge Drexler

tenía cinco años cuando conoció México, específicamente Pátzcuaro, Michoacán, estando al cuidado de sus abuelos.

“Mis papás eran maestros y nos dejaron con ellos, comí tortilla y recuerdo había un lago grande”, recuerda.

El cantautor uruguayo excarva en sus vivencias mientras es enmarcado por una luz blanca, dominando un fondo oscuro, sobre el escenario del Teatro Metropolitan.

Lo hace durante el primero de sus dos recitales Silente, donde es acompañado únicamente de su guitarra, los coros del público en canciones y sus narraciones de vida.

Si con “Abracadabra” recurre al péndulo de Newton para dar ritmo a la canción, también ocupa el mismo aparato como pretexto para hablar de Galileo Galilei y preguntar la mecánica del mismo.

“Este concierto es chiquito, en este lugar, donde nos asalta el calor”, había dicho al inicio de la presentación.

“¡Que viva la ciencia que viva la poesía”, señaló en otro momento, marcando la ruta de su presentación de poco más de hora y media.

Y así contó cómo hace tres décadas escribió “La aparecida”, la cual tardó nueve meses en reflejarse a través de la pluma.

“¡Fue como un parto!”, apuntó, recibieno risas desde las butacas, como respuesta.

El tema “Disneylandia” fue ilustrado con la sombra de un móvil, de los que cuelgan en el techo para distraer a un bebé, pero con el signo de pesos y el logo de un comercio de hamburguesas.

Drexler, quien llegó a ser telonero durante las presentaciones de Joaquín Sabina a mediados de los 90’s, se presentará una vez más en el Metropolitan.

“Todo se transforma”, “La edad del cielo”, “Estalactitas”, “Soledad” y “Guitarra y vos” forman parte del repertorio.

rad

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