Con un discurso de enunciados e intenciones más que conceptos o ideas, Donald Trump comenzó su mandato como presidente de los Estados Unidos. El tono vehemente y demagógico hizo ver a un candidato que seguía en campaña y no a un jefe de Estado asumiendo el poder. Trump le habló más a sus votantes blancos “olvidados” que a la diversa sociedad estadounidense: prometió una “reconstrucción” que recupere empleos e inversiones y termine con la “carnicería estadounidense”; mientras que para el resto del mundo y naciones vecinas como México, el presidente estadounidense tuvo mensajes genéricos, pero amenazantes: aseguramiento de fronteras, economía proteccionista y de autoconsumo, nacionalismo a ultranza, erradicación del radicalismo islámico y un liderazgo mundial basado en la premisa de “primero América” y del “pueblo de Dios” que “brilla como ejemplo” y define el destino del mundo.

Una baja asistencia, protestas y disturbios violentos en Washington DC y en otras ciudades de la Unión Americana, enmarcaron el acto de asunción del primer magnate en ocupar la Casa Blanca que decretó una ruptura con el establishment político de su país al que acusó de enriquecerse “mientras los ciudadanos perdían sus empleos” y en tono demagógico ofreció un “gobierno de los ciudadanos olvidados” a pesar de que en su gabinete predominan millonarios y magnates de ultraderecha. “Compra estadounidense, contrata estadunidense”, dijo Trump al anunciar el fin de la política exterior que “enriqueció a otros países que se robaron nuestros empleos” y “protegió las fronteras de otras naciones, pero se rehusó a proteger las nuestras”.

México y su obsesión contra los mexicanos no aparecieron explícitamente en el discurso de menos de 20 minutos del presidente Trump, pero sí alusiones muy directas a la protección y aseguramiento de sus fronteras, que remitió al “muro fronterizo” que planea construir, y en la mención de “personas que se estaban robando nuestros empleos” y el ofrecimiento de devolver esas fuentes de trabajo a los estadounidenses, con una política comercial y de migración en la que todas las decisiones partan de la protección de los intereses de su país. “Desde hoy será solo Estados Unidos primero”, repitió en varias ocasiones el nuevo mandatario.

Y el proteccionismo económico, que definió como la principal línea de acción de su gobierno, no tardó en aflorar cuando unas horas después de tomar posesión, sus primeros anuncios ratificaron la cancelación definitiva del TPP o Acuerdo Transpacífico y la amenaza a sus dos principales socios comerciales, Canadá y México, de que si no aceptan renegociar el TLC con “acuerdos justos para los trabajadores estadounidenses”, rompería con el acuerdo comercial de Norteamérica.

La oposición propone; el presidente pospone. Las reacciones al discurso inaugural de Donald Trump no se hicieron esperar en México. Infinidad de voces de analistas, diplomáticos, académicos y líderes políticos interpretaron el mensaje desde Washington como la ratificación de una era de hostilidad y agresividad para los mexicanos y sus intereses migratorios y comerciales. En casi todas las reacciones iba incluida, de manera explícita o velada, una fuerte crítica a la pasividad y complacencia con la que ha reaccionado el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto ante la reiteración del mensaje hostil del nuevo inquilino de la Casa Blanca.

Dos personajes destacaron por sus reacciones y propuestas en el ámbito político: el líder opositor de Morena, Andrés Manuel López Obrador, que definió 10 puntos de acción inmediata para defender a los migrantes mexicanos, responder a Trump y hasta proponer un “acuerdo de unidad” a Peña Nieto junto con el anuncio de una gira que iniciará por varias ciudades de Estados Unidos para “dialogar y acercarnos a los paisanos mexicanos”; y el priísta Manlio Fabio Beltrones, quien en tono más enérgico que el que ha tomado el gobierno de su partido, pidió en un video donde fijó su posición que México rechace la construcción del muro y la impugne ante organismos internacionales, al tiempo que proponía un diálogo más directo y digno con el nuevo gobierno de Estados Unidos, a quien pidió que los mexicanos le escriban a través de sus direcciones de correo y redes sociales para explicarles la dimensión e importancia de no “aniquiliar” a su socio comercial.

La única reacción oficial del presidente Peña Nieto fueron tres mensajes en su cuenta de Twitter en los que felicitó a Trump por su toma de posesión, le ofreció un “diálogo respetuoso” y definió la “soberanía, el interés nacional y la protección de los mexicanos” como bases de la relación con EU. Sin embargo, el mensaje político y de posicionamiento formal del gobierno mexicano ante la llegada y los mensajes del presidente de Estados Unidos, fueron pospuestos por la Presidencia que anunció que será hasta el lunes 23, en Los Pinos, cuando el presidente dé un mensaje sobre lo ocurrido ayer en Washington. ¿Por qué posponer y retrasar un mensaje que los mexicanos esperaban de inmediato por parte de Peña Nieto? ¿No es urgente que en México sepamos las líneas de acción y la estrategia de su gobierno para responder a los agresivos mensajes de Trump?, ¿o el Presidente insiste en su política de terciopelo hacia el magnate antimexicano que hasta ahora no le ha dado buenos resultados? ¿Qué gana Peña con prolongar la incertidumbre que nos sigue golpeando aún cuando el peso resistió con relativa calma el primer discurso de Donald Trump?

Más vale pensar que en Los Pinos prefirieron serenar y madurar el mensaje de respuesta a pensar que en el gobierno peñista se quedaron sin palabras o ideas y peor aún, sin estrategias y acciones de respuesta a la amenaza confirmada y reafirmada ayer en las palabras y primeras acciones del (aunque nos cueste decirlo) presidente Trump.

Notas indiscretas… El debate sobre si fue “regalo de despedida” para el saliente Obama u “ofrenda de bienvenida” para el entrante Trump persistía ayer entre analistas y opinión pública, pero lo que es un hecho es que la entrega de Joaquín El Chapo Guzmán a la justicia estadounidense sí fue resultado de una decisión política tomada al más alto nivel y de una estrategia jurídica de la PGR que metió el acelerador para que la extradición se concretara justo en el último día de la administración Obama y en la víspera del inicio de la era Trump. El sigilo en el manejo jurídico de la PGR fue crucial para impedir que se filtrara información, por eso el madruguete jurídico que tomó por sorpresa a los abogados del Chapo y, literalmente, los dejó llorando. El procurador Raúl Cervantes mandó gente a hacer guardias a la Suprema Corte y al Quinto Tribunal Colegiado para usar los tiempos con cronómetro y, en cuanto salieran los fallos, iniciar la extradición. Muy diferente a la pasmosidad y descuido con que la PGR actuó en otros fallos judiciales de capos como Rafael Caro Quintero o Don Neto cuando casi tuvieron que enterarse por los medios de las decisiones de los jueces. La pregunta es qué buscaba el gobierno con una extradición tan apurada y programada, ¿acaso negociaron algo o de plano entregaron una de sus mejores fichas sin obtener nada a cambio?... Los signos de rebeldía y descomposición social que emergieron en Hidalgo, durante las protestas, bloqueos y saqueos por el gasolinazo, mostraron un estado muy lejos del discurso de “tranquilidad” de sus últimos gobernadores. Hay regiones del estado, como Tepejí del Río, donde la delincuencia se ha disparado y los secuestros están al alza junto con el narcomenudeo y la extorsión, ante la ineficacia de las autoridades estatales. Tan sólo en las últimas semanas, nos cuentan, dos conocidos empresarios de Tepejí fueron secuestrados y en la población hay indignación por la reciente muerte del joven Pascual Vilchis Munguía, quien muriera baleado en una fiesta del hijo de la ex diputada Areli Narváez, Javier Narváez, en la que abiertamente se invitó por redes sociales a un festejo donde habría “drogas y alcohol”. Esa fiesta terminó en tragedia con la muerte de Pascual Vilchis, que luego las autoridades ministeriales quisieron presentar como “suicidio” del joven. Ahora que el gobernador Omar Fayad habla de una “cruzada contra la corrupción” en su estado, sería bueno que volteara la vista a Tepejí donde la delincuencia y la corrupción de las autoridades municipales tienen indignada a la población… Cuestión de “horas” para que se defina al candidato del PRI en el Estado de México. Este fin de semana podría conocerse el nombre luego de que se vence el plazo para el registro de coaliciones y es un hecho que no habrá alianza PAN-PRD y en su lugar solo una inofensiva “alianza de izquierdas” que no amenaza a la estructura priísta en el estado. De los cinco aspirantes que formalmente aparecieron en la foto con el gobernador Eruviel Ávila, insisten en que sólo dos están en posibilidades reales de ser nominados: Carlos Iriarte y Ana Lilia Herrera. Con Alfredo del Mazo, que encabeza las encuestas, ya habló el dirigente nacional del PRI, Enrique Ochoa, y tras varias horas de reunión lo convenció de “hacerse a un lado” porque el contexto de inconformidad y desgaste de la figura del presidente Peña Nieto en su tierra, no hacía “viable” la candidatura del junior político y primo del mandatario. Algunos, en los últimos jaloneos, ven posible que, si se optara por un tercero en discordia, Ernesto Nemer o Alfonso Navarrete podrían tener una posibilidad, aunque todas las señales apuntan hacia Iriarte o Herrera, en ese orden. Todo depende de si se impone el voto o el veto… Serpiente doble nos llega desde Washington. Caída libre.

sgarciasoto@hotmail.com

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