El presidente de Estados Unidos está en guerra con el mundo. Con base en sus tácticas perversas, propias de un loco o de un genio, que despliega en todos los frentes a toda hora, lo tiene hundido en el temor, esperando a cada momento una decisión cada vez peor, más aterradora que la anterior.

La palabra mata. Y Donald Trump tiene a todos paralizados por la incertidumbre y la zozobra por sus acciones o intenciones. Sus mensajes por Twitter tienen siempre resonancia y repercusión globales. No hay país o gobierno que no esté dando seguimiento a lo que se muestre dispuesto a hacer.

La forma como ha decidido gobernar a su país y controlar al mundo es típicamente maquiavélica: no le importa que lo odien, mientras lo teman. Pocos políticos pueden aspirar a ser amados, considerando la desnaturalización a la que han llevado su actividad.

“Todo el arte de la guerra está basado en el engaño...”, dice Sun Tzu en El Arte de la Guerra. Y es claro que Trump está apelando a ese y a otros recursos. La victoria es su principal objetivo. Los medios lo tienen sin cuidado. Lo que le importa es el fin. Reafirmar a su país como potencia mundial es lo que ofreció a su pueblo. No se saldrá un ápice de esa línea.

Por eso es absolutamente imprevisible. Ya ni siquiera esa imprevisibilidad que lo caracteriza es en él una constante. Apelando a pequeños textos, a unas cuantas palabras emitidas en cualquier momento por un pequeño aparato, se deja ver en toda su magnitud. A su omnipotencia, suma su omnipresencia. Pero también es un fantasma. Asume toda la visibilidad que le conviene en un momento y se torna invisible por la misma razón.

A la manera del mejor estratega —y no hay ni debería haber jefes de Estado que no sean diestros en la guerra para ser exitosos en la política—, aparece y desaparece; se presenta en un lugar o en varios, hace fintas aquí y allá. Desconcierta al enemigo con su inesperado cuanto insospechado don de la ubicuidad universal. Convertido en el hombre más temido y temible; apelando a la amenaza constante, se coloca en perspectiva de llevar a cabo sus planes con la menor resistencia posible.

En su afán de colocar a Estados Unidos en el cenit, todo es válido para él. El belicismo verbal es su doctrina más consistente y su medio más frecuente para hacerlo. Hasta ahora le ha redituado un excelente resultado: el miedo, ante lo cual siempre se actúa con cautela. Pero llegado el caso, previsiblemente, no se detendría para oprimir los botones de la hegemonía norteamericana.

Si la política es la continuación de la guerra por otros medios, en la frase célebre de Karl von Clausewitz, y si ésta tiene como herramienta la diplomacia, para el magnate perdió todo su valor. El único medio al que está apelando, dados los magníficos dividendos que le ha redituado, es el que simboliza la modernidad. Modernidad para retroceder a la Edad de las Cavernas. Triste, penoso regreso al que está llevando a Estados Unidos y al mundo en nombre de la democracia.

¿Cómo enfrentar entonces a ese hombre predecible-impredecible que con tan sólo dos semanas en el ejercicio del poder se colocó delante de todos y con simples mensajes y algunas decisiones que dan sustancia a sus promesas de campaña, ha provocado un vuelco en el curso de la Historia?

Por su vecindad imborrable e inevitable, México parece el Estado más amagado por el titular del Poder Ejecutivo estadunidense, pero en rigor no es así; no hay país que no sea susceptible de sufrir la ira de la era Trump.

Visualizada, dimensionada esa realidad, sólo queda como alternativa la unidad, bajo el principio de que ante el peligro, ésta es una posibilidad, incluso extrema, de salvación.

¿Sería muy difícil concretar una alianza defensiva mundial frente a Trump, considerando que al interior de la Unión Americana tiene una muy baja aceptación, una abierta oposición de millones de ciudadanos y un franco rechazo de muchos más en el planeta?

Ante la premisa belicista de no permitir que el enemigo se una, es justamente la opción que los gobernantes del mundo deberían seguir frente al de Estados Unidos.

Porque como dice el poema Ellos vinieron, de Bertolt Brecht:

“Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista. /Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío. /Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista. /Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante. /Luego vinieron por mí, pero para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada”.

SOTTO VOCE… Después de entregar el gobierno de Puebla a José Antonio Gali, Rafael Moreno Valle va con todo mirando a alcanzar la nominación presidencial del PAN para 2018, más allá de los supuestos o reales arreglos que Ricardo Anaya hubiese podido hacer en la cumbre para convertirse en el candidato... La propuesta del PRI de eliminar 132 posiciones plurinominales en el Congreso Federal se dificulta por el rechazo del PRD y del PAN. Es ingenuo pensar que aceptarían perder todo lo que representan... ¿Con qué calidad moral Dante Delgado, dueño del Movimiento Ciudadano, hace llamados a la congruencia política y a la lucha contra la corrupción? Se le olvida su pasado.

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@mariobeteta

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