Nada tan ambivalente como descubrir en los demás cualidades que uno no tiene.
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¿Y si como podemos medir nuestra capacidad orgánica e intelectual pudiéramos medir nuestra capacidad amorosa?
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Hay dolores como las fiebres tercianas: cuando las tienes sufres endemoniadamente, pero cuando no, es como si nunca los hubieras conocido.
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Nada produce tanto miedo como un sentimiento incomprendido.
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Hay madrugadas —durante la duermevela— en que la muerte nos acaricia la espalda con gran suavidad, anunciando su llegada inminente.