Aurelio Nuño ha decidido que sí se ponga en práctica la reforma educativa.

—Ni que tuviera opción —dirán algunos, puesto que es la ley. Pero todos sabemos que si con eso bastara, hace mucho que viviríamos en un mejor país.

Hacer su trabajo y hacerlo bien es una excepción, y si no que levante la mano el que recuerde algo (bueno) que haya hecho su antecesor en el cargo, Emilio Chuayffet o tantos otros.

A Aurelio le tocó la difícil tarea de hacer que los maestros se sometan a un examen de evaluación. Había dos escenarios probables y uno indeseable. El primero, la claudicación: una práctica muy socorrida de nuestra clase política que ante una adversidad y antes de correr cualquier riesgo prefiere pactar y acomodarse. En ese escenario se habrían fingido los exámenes o se habrían hecho excepciones injustificables. De cualquier manera se habría evitado aplicar la ley y generar conflictos. Luego está el escenario de hacerlo, pero mal. Problemas técnicos insalvables o un examen mal diseñado habrían dado como resultado un ejercicio fallido. La aplicación de la ley se habría pospuesto para un mañana incierto. El indeseable es el de la intransigencia. Confundiendo la evaluación con un castigo se habría intentado imponerlo, sin más, presentando a los maestros (en plural) como adversarios de la ley, el orden y el trabajo.

Aurelio Nuño optó, es lo que se alcanza a apreciar después de dos fines de semana de exámenes, por hacerlo con firmeza pero también con empatía. Firmeza para enfrentar a quienes se oponen a las evaluaciones. En Michoacán el número de policías federales que resguardaron el Centro de Convenciones donde se llevó a cabo la evaluación logró disuadir a los disidentes que querían boicotear la aplicación del examen y optaron por manifestarse pacíficamente. En Veracruz, donde una minoría trató con violencia de obstaculizar la aplicación del examen, fue repelida por la policía resultando algunos periodistas con golpes. Sobre esto Aurelio Nuño mandó ayer un mensaje claro: “Si un grupo de maestros por la fuerza quieren tomar los centros de evaluación y evitar que los maestros presenten su evaluación, pues la policía tiene que actuar. Lo quieren hacer por la fuerza, la policía los tiene que mover con la fuerza. […] Lo que no podemos tener aquí, porque eso es esquizofrenia es que por un lado busquemos implementar el Estado de derecho y cuando lleguemos a un momento en donde un grupo por la vía violenta quiere romper la ley , la policía no pueda actuar. Tiene que actuar, ni modo”.

Pero el otro aspecto es el de la empatía. Aurelio Nuño y su equipo han logrado transmitir el mensaje de que no buscan perjudicar a los maestros. Los tratan con respeto, se refieren a ellos con deferencia, intentan convencerlos y les ofrecen incentivos concretos como el aumento de 35% al salario a los que obtengan los mejores resultados.

También han logrado que parezca creíble que quienes finalmente no presenten el examen serán dados de baja de la nómina magisterial.

Es una estrategia inteligente y que se está aplicando con eficacia. Día con día Aurelio tiene que vencer la desconfianza (bien ganada) que sienten miles de maestros respecto a autoridades que las más de las veces han sido inconsistentes, ineficaces, mentirosas y corruptas.

Si lo logra, y ojalá así sea, por los maestros a los que se les abrirá la posibilidad de tener una carrera de verdad, por los alumnos que aprenderían más en un mejor contexto, y porque tendríamos un ejemplo de que las instituciones sí pueden recuperar legitimidad.

Ayer hablé con Arturo, uno de los maestros que fue trasladado en helicóptero a Morelia para que pudiera presentar el examen. Arturo tenía miedo y dudas, aún las tiene. Pero el domingo se fue a dormir con la convicción de que el Estado mexicano existe y es capaz de responderle. A él, por lo pronto, le respondió.

Siguen siendo muy pocos lo que han tenido esa experiencia, pero este es el camino para darle credibilidad y sustancia a nuestra apaleada democracia.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses