Ahora que se viven 12 campañas para gobernador en México, podemos ver con claridad qué oferta tiene cada partido político y cada personaje involucrado en la política.

Decir la verdad y tener principios se ha convertido en algo extraño, y parecería que hoy la política se ha convertido en el arte de la simulación, o el arte de la mentira. Hoy los políticos se esconden en lindas pieles de cordero, están camuflados y se mantienen en la idea de que la sociedad es ignorante y ausente.

Hoy que se tiene una oportunidad de reivindicar la política, como el arte de cambiar las cosas, como el arte de transformar la realidad, existe también quien quiere que la política sea el eslabón más importante de la cadena del poder, el que asegura el control del conjunto de la cadena.

Hoy los eslabones determinantes de la cadena del poder escapan a los controles democráticos, los poderes fácticos, especialmente los financieros y algunos mediáticos no están obligados nunca a rendir cuentas ante los ciudadanos. Los poderes fácticos no pueden señalar qué gobiernos son los que convienen a nadie.

La conformidad de algunos que creen que no se puede cambiar nada es lo que debemos atacar de raíz, están seguros de que no se puede cambiar, saben que existe la corrupción, explotación y precariedad, pero denuncian cualquier intento de cambiar las cosas como peligroso, inaceptable y sobre todo imposible. Es más, algunos se disfrazan de independientes, y usan esa piel de cordero de la que hablé en este primer párrafo para ser parte del mismo entramado de engaño.

El partido que ha hecho de la corrupción y la injusticia una forma de gobierno es el PRI, por eso ese es un partido corrupto y sin escrúpulos. Siempre han sido arrogantes con los débiles y servil con los poderosos. Los del PRI son los principales responsables de que la corrupción y la injusticia se hayan convertido en una de las mayores vergüenzas de México.

El PRI representa la peor de las tradiciones de este país, la que no tiene más ideología, que la cercanía con el poder, y con esa se escudan, y de ella viven; hacen de su cercanía con el poder o de su convivencia con el mismo un modo de vida, por eso son capaces de corromper y repartir el poder.

En México, algunos políticos han confundido la acción del buen servir con el modo de vida más lucrativo, han encontrado en el ejercicio del poder la forma más fácil de llegar a la opulencia, incluso con escrúpulos inexistentes que les permiten liarse y aliarse con lo peor de la sociedad.

Los políticos que no tienen más bandera que su cercanía con los del poder, pueden terminar por convertirse en marioneta de los poderosos, y aún hoy sin darse cuenta muchos no se dan cuenta realmente a quién sirven.

En una sociedad avanzada, donde puede entenderse que gobernar es el ejercicio de obedecer a la gente, suena inconcebible que los ejercicios de comunicación sean limitados por la autoridad, que termina siendo servil al poder.

Cuando la autoridad que procura imparcialidad, y que debe velar por garantizar libertades, es sometida por los gobernantes, entonces en ese momento se puede silenciar parcialmente la voz en las causas que la sociedad demanda; así es que como la autoridad deja de ser garante y se convierte en cómplice obscuro de intereses ajenos.

Pocos entienden incluso la autoridad misma, que está para hacer valer las garantía, que gobernar es mandar obedeciendo a la gente, en el engaño nada florece y en la verdad todo es posible.

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