Este año tenemos elecciones en casi la mitad de los estados del país, serán elegidos once gobernadores en igual número de entidades, se puede decir que serán las intermedias de las intermedias, a poco más de dos años de que se elija a Presidente de la República, el preámbulo o termómetro más cercano a la principal decisión de los mexicanos, que es la de decidir a quién entregar las riendas del país; de ahí la importancia de este año porque se perfilarán escenarios del 2018.

Ante este panorama y como en todo proceso electoral, el tema de las alianzas adquiere importancia estratégica, las fuerzas políticas formales se informales tienden a explorar la posibilidad de aliarse frente a aquella que está en el poder y se considera que no esta dando resultados a la sociedad, situación que es valorada desde el interior de las mimas y desde la perspectiva la fuerza en contra de quien se establecen.

Dependiendo del objetivo de la fuerzas políticas se establece si conviene o no la alianza, si esta de por medio la necesidad social de cambio en la conducción del gobierno se privilegian las alianzas, si es el de avanzar en la presencia entre el electorado o si hay una perspectiva de triunfo clara, lo más conveniente es ir sin aliados.

Como militante he estado a favor más de ir solos en las contiendas en la perspectiva de hacer crecer a mi partido en donde he participado como candidato a Diputado Federal y a Gobernador del Estado de Guerrero, sin embargo, hoy estoy convencido de que en nuestro país el avance democrático pasa por las alianzas o gobiernos de coalición, la conducción de nuestro país y estados desde la perspectiva de un solo partido, ya no da para resolver la compleja situación y graves problemas que tenemos como nación y estados, es decir, el tamaño de los problemas han desbordado a la capacidad de los partidos para hacerles frente desde gobiernos unipartidistas.

La problemática del país y sobre todo de los estados, requiere de coaliciones verdaderas, que distribuya responsabilidades, que integre propuestas y plataformas electorales, y lo más importante que pueda unir a la mayoría de la sociedad y las pueda convocar a la instrumentación de las políticas públicas.

El avance democrático del país no será con alianzas electorales que sólo sirven para ganar una elección, en las que el ganador da unas cuantas posiciones de gobierno a las fuerzas aliadas, en compensación por su aportación de votos en el triunfo, sino alianzas electorales que se traduzcan en programas de gobierno, en convocatorias conjuntas a la sociedad desde gobiernos de coalición, que pueda cohesionar a los sectores de la sociedad que cada partido tiene, a fin de que ésta se sume al programa del gobierno de coalición, solo así las alianzas valen la pena o son genuinas.

Los gobiernos unipartidistas caben en contextos políticos y económicos homogéneos, en los que las demandas de la ciudadanía no difieren mucho, pero si en las ofertas de los partidos; en cambio en sociedades heterogéneas como la nuestra, la oferta política unipartidista ya no está conduciendo a buenos gobiernos, sobretodo cuando hay una ciudadanía mayoritariamente sin partido, bienvenidas las alianzas para gobiernos de coalición.

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