Este 5 de mayo, el PRD cumple 28 años de existencia formal, 29 de edad real porque somos fruto directo del movimiento cívico que constituyó una verdadera insurrección política en 1988 con el Frente Democrático Nacional encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas.

A la fecha, el PRD ha vivido momentos importantes, unos de indiscutible contribución al desarrollo político del país, y otros muy complicados que han llevado a que analistas, politólogos y no pocos malquerientes, nos hayan colocado más de una vez, “al borde del abismo o en la sepultura política”.

¿Por qué no ha sucedido así? Porque olvidan que el PRD es resultado de un largo proceso de acumulación histórica, legado de una lucha de la izquierda mexicana desde el surgimiento del Partido Comunista Mexicano (1919), hasta el surgimiento de partidos y movimientos radicales como guerrillas, en respuesta a las represiones del Estado mexicano hacia movimientos sociales, sindicales, magisteriales, médicos, ferrocarrileros y campesinos, particularmente los más sanguinarios, genocidios como los de octubre de 1968 y junio de 1971.

El PRD es producto de la condensación de todo ese proceso. Protagonizó la más importante reforma político-electoral en 1996 haciendo posibles: la primera elección del gobierno de la Ciudad de México; la conformación del entonces IFE, y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Esto que fue provocado por el PRD, le llevó en ser primero en gobernar a la capital mediante voto directo y comenzar las transformaciones hacia el fortalecimiento de los derechos sociales y libertades políticas de los grupos más vulnerables. Al principio se dijo que eran acciones “populistas e inviables”; ahora otros partidos gobernantes las han retomado a nivel nacional.

Hemos tenido momentos difíciles como la ruptura protagonizada por López Obrador en 2012, sin justificar diferencias políticas o programáticas luego de que el PRD lo apoyó sin reserva en la campaña presidencial. Pero el partido ha logrado triunfos importantes en los últimos tiempos y hoy la gran pregunta es ¿cuál será su papel en un escenario de crisis de fin de régimen y con miras a la elección presidencial de 2018?

No debe haber duda de que un importante electorado se identifica con las propuestas de la izquierda democrática, combativa, propositiva y constructiva que representa el PRD, que no contrapone la lucha por igualdad social con la disputa por las libertades individuales de las mujeres a decidir sobre su cuerpo y de las personas a amar y vivir con quien deseen sin importar su sexo; así como la lucha contra la discriminación. Todo por la vía pacífica, sin sobresaltos.

Por ello, siempre dispuestos a construir acuerdos, debe asumirse que la salida es la conformación de un amplio bloque progresista que incluya a fuerzas democráticas de izquierda y de centro; políticas y no políticas, comprometidas con un programa de cambio de rumbo en la economía, combate a la corrupción, la impunidad, la desigualdad social y la delincuencia.

Ello sería base indispensable para ganar elecciones y conformar un gobierno de coalición que actúe de forma mayoritaria en la Cámara de Diputados y en el Senado.

En este proceso de cambio de régimen estará presente el PRD como lo ha estado en los mejores momentos de la vida contemporánea del país. No nos quedaremos fuera de las grandes decisiones de México porque hemos tenido capacidad para superar problemas y salir adelante con bríos renovados.

Del tamaño que sea o pueda ser nuestra fuerza, seremos factor decisivo del mañana.

Se equivocan una vez más, incluso los que se dicen “de izquierda” y pretenden destrozarnos o darnos por muertos. Tenemos futuro porque nos respalda mucha historia que podemos presumir y lo demostraremos el 4 de junio en el Edomex, Nayarit, Veracruz y Coahuila.

Vicecoordinador de los diputados federales del PRD

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