Cuando Abu Bakr al Bagdadi tomó Mosul y proclamó el Califato, en junio de 2014, declaró abolidas las fronteras que fragmentaban la comunidad de los creyentes, fronteras inventadas por el inglés Sykes y el francés Picot. En efecto, en mayo de 1916, en medio de la Primera Guerra Mundial, fue firmado el acuerdo franco-inglés Sykes-Picot. Hace cien años. Las dos potencias preparaban así el reparto del Medio Oriente y ese borrador sirvió de base, después de la guerra y del derrumbe del Imperio Otomano, para la decisión de la Liga de las Naciones de crear dos mandatos: a Francia le tocó lo que hoy corresponde a Siria y Líbano; a Inglaterra, Irak, Jordania y Palestina. Su misión era la de construir Estados árabes y de asesorarlos durante 25 años. El caso de Palestina quedaba indefinido, ya que al lado de la mayoría árabe, Inglaterra había prometido, en noviembre de 1917, la creación de un “hogar nacional para el pueblo judío”.

La flamante república turca ganó su “guerra de independencia”, bajo la dirección de Mustafa Kemal y reconoció a los nuevos Estados, con dos restricciones. Consideraba que la provincia de Mosul le pertenecía, así como la de Alexandretta que llamaba Hatay. Francia le entregó Hatay en 1939, pero Mosul quedó en poder de Irak. Hace poco el presidente Erdogan declaró: Turquía es más que Turquía. Además de sus 79 millones de ciudadanos, es también responsable de los millones de nuestros hermanos que viven en la gran región geográfica y a los cuales estamos conectados por lazos históricos y culturales… Varios historiadores piensan que las fronteras establecidas por nuestro Contrato Nacional (Alude a la proclama del 12 de febrero de 1920, “el principio esencial de nuestra independencia”) incluyen Chipre, Alepo, Mosul, Erbil, Kirkuk, Batum, Salónica, Kardzhali, Varna y las islas (griegas) del Mar Egeo. Mosul figura en la lista.

Hay un mito del acuerdo Sykes-Picot que explica que Inglaterra, con la complicidad de Francia, traicionó a los árabes que había empujado a la revuelta contra el poder otomano, con la promesa de ayudarlos a fundar un gran Estado unitario; que las divisiones territoriales que engendró eran inadmisibles, como lo demuestra el caos presente en Irak y Siria, la fragilidad de Jordania y Líbano, la intervención de las grandes potencias (como entre 1918 y 1948), sin contar la presencia inadmisible de un Estado judío…

El verdadero problema, desde la desaparición del Imperio Otomano, es lo difícil que resulta construir Estados sin dejar de proteger a las minorías en una región de una extraordinaria diversidad. Hoy 25 millones de kurdos, separados por las fronteras de por lo menos cuatro Estados, siguen esperando el Estado nacional que les fue prometido en… 1920. ¿Qué pueden esperar los palestinos? ¿Cuál es el futuro de Israel? ¿Cuándo terminará el antagonismo entre el Islam sunní y el shií? ¿Podrán vivir en paz los cristianos?

¿Pueden imaginarse Estados plurales, descentralizados, sobre el modelo de los cantones suizos? ¿Una confederación de Estados? Líbano intentó, sigue intentando lo primero. En tiempos del panarabismo del coronel Naser, hubo breves intentos, todos fracasados, de confederación: la República Árabe Unida. Las experiencias históricas no son muy alentadoras.

Hoy, bajo los bombardeos y en medio de los combates, Siria está hecha un mosaico de mini-Estados, mientras que un Irak federalista conoce desde 2003, desde la invasión estadounidense y la caída de Sadam Husein, la casi independencia del Norte kurdo, y no resuelve el antagonismo mortal entre shiítas y sunitas.

¿Qué reservan las intervenciones extranjeras para el futuro de la región? El duelo entre Arabia Saudita e Irán va a durar y afecta a todos, la presencia militar de Estados Unidos y de Rusia, de la Unión Europea y de Turquía no terminará pronto. Los graves problemas kurdo y palestino no tendrán solución. Israel seguirá amenazador y amenazado.

Investigador del CIDE.
jean.meyer@cide.edu

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