No sabía nada de Juan Nepomuceno Adorno, ilustre inventor y pensador poblano del siglo XIX, hasta que el joven Omar Sánchez Santiago presentara una brillante tesis de maestría en historia sobre el personaje (en septiembre de 2016, en el CIDE). En 1858, J.N. Adorno publicó su Análisis de los malos de México y sus remedios practicables, texto admirable que volvió a retomar después. Todo lo que voy a citar de Adorno, lo hago a partir de la tesis intitulada Los engranajes mecánicos de la República Mexicana: de la república de los inventores a la república de la fraternidad. Vida y Obra de Juan Nepomuceno Adorno.

Nos dice, en 1858, justo cuando México va a hundirse en la fratricida Guerra de Tres Años (o de Reforma), todo lo que el país necesita “para enfrenar la anarquía, para reorganizar la unidad de acción del poder, y para dar al pueblo la libertad morigerada a que aspira, y al mismo tiempo aquel reposo político que le permita dedicarse al desarrollo de los elementos de su felicidad y riqueza”. ¿No les suena?

Ahí les va otra: “Nada más grandioso, nada más laudable que el programa glorioso de regeneración política de la patria que el supremo gobierno se ha propuesto bajo el tradicional lema de las tres garantías. ¿Pero en un país tan profundamente agitado como el nuestro, podrá haber religión sin la revivificación de la moral y la justicia?”. Justo lo que preguntaba el otro día el nuevo nuncio al exclamar “¿Cómo puede haber tanta violencia en un país tan cristiano?”.

“¿Podrá haber independencia, cuestiona Adorno, sin la reconstrucción de la fuerza y la lealtad? ¿Y podrá haber unión sin el progreso físico y moral que infundiendo la confianza y la seguridad aleje los sacudimientos y una en los positivos lazos del bienestar los partidos opuestos?... Por lo tanto, yo apelo a todas las inteligencias y a todas las energías: las invito a buscar la causa de nuestros males, y las conjuro para poner sin tardanza en acción los remedios que la experiencia, la ciencia y la razón están indicando como eficaces”. Busca, como nosotros, “la organización de los elementos y la creación de un mundo político y social, donde sólo existen la confusión y el caos de una nación inconstituida”.

¿Qué propone Adorno? “Si bajo un plan uniforme y lógico, se atiende a la vez a las formas políticas, a la administración pronta y eficaz de la justicia, al fomento de la industria y del comercio nacionales, a la ocupación lucrativa y honrosa de los brazos que hoy la miseria y la ociosidad hacen criminales, al orden y lealtad en la recaudación y distribución de los caudales, a la eficaz protección de la nacionalidad, y que no sea un vano o perjudicial título el de ciudadano… y, sobre todo, a que la voz religión, no sea el símbolo de la forma y del bien material, sino la santificación de la moral y de los principios, y la liga de unión que haga de los mexicanos un pueblo sobrio, virtuoso y fuerte, la esperanza renacería, el espíritu de empresa haría brotar los caudales del oscuro pánico que los oculta…”.

A poco, ¿no evoca los males crónicos nuestros? No se atiende a las formas políticas que los mismos poderes constituidos violan alegremente; seguimos en espera de una justicia pronta y eficaz; nos explican, y ha de ser cierto, que los jóvenes sicarios deben su vocación a la miseria y a la ociosidad, a la condición de “ni-ni”; la corrupción reina, “el oscuro pánico” afecta empresarios nacionales e inversionistas extranjeros; la religión dista de hacernos sobrios, virtuosos y fuertes. Adorno resume su plan en cinco puntos: “rehaciendo el principio de autoridad y obediencia; apoyando la moral y la religión; elevando y acatando el imperio de la ley y de la justicia; moralizando los resortes administrativos, defensores y financieros; promoviendo las mejoras materiales”.

Inútil añadir una palabra más. Todo está dicho y el programa de Juan Nepomuceno Adorno es de una actualidad, una urgencia impresionante. Agradecido, felicito a Omar Sánchez.

Investigador del CIDE
jean.meyer@ cide.edu

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