Cinco años de guerra civil y extranjera, cinco millones de refugiados, cinco millones desplazados, 300 o 400, posiblemente 500 mil muertos, sin que el precario alto al fuego permita vislumbrar una paz próxima. En esa tragedia ningún bando es inocente, pero un informe de la ONU sobre las cárceles en Siria nos recuerda que el régimen de Damasco trata de manera abominable a los presos y comete, según su definición jurídica internacional, “crímenes contra la humanidad”. No es algo nuevo si uno piensa que hace muchos años el sociólogo francés, Michel Seurat, había calificado al Estado de Hafez el Asad, el padre del actual presidente sirio, de “Estado de barbarie”. Seurat (1947-1985) residía en Beirut cuando fue tomado como rehén, por un grupo ligado a Siria e Irán, y asesinado. Los acontecimientos actuales explican la reedición de su libro, L’État de barbarie. Durante muchos años el Estado sirio figuró en la lista de los Estados terroristas, pero supo hábilmente hacerse perdonar durante la Guerra del Golfo, al tomar partido contra Saddam Hussein.

Unos quinientos sobrevivientes de las cárceles de Bashar el Assad han dado su testimonio a la comisión de la ONU que publicó su informe el 8 de febrero. Casi todos han sido torturados y la mitad afirman haber asistido a la muerte de un compañero, muchas veces bajo los tormentos. Las atrocidades cometidas por el Califato, por el Frente Al-Nosra y demás grupos que torturan también, son conocidas pero no pueden hacer olvidar las prácticas de un régimen que pretende representar la legalidad constitucional. Niños y ancianos son víctimas de los mismos tormentos y, para que la tortura tenga además un efecto psicológico, los verdugos la practican en presencia de sus víctimas potenciales. Mejor no entrar en las precisiones del informe sobre las condiciones materiales de la detención: alimentación, salubridad, espacio vital… Muchos presos han preferido dejar de comer y beber para que la muerte los venga a liberar del infierno.

Le Monde había publicado anteriormente, el 17 de diciembre de 2015, fotos terroríficas que acompañaban el reportaje intitulado Revelaciones sobre la máquina de muerte siria; esas fotos pertenecen al fondo de 53 mil fotos divulgadas por “César”, un antiguo fotógrafo legista de la policía militar siria. César desertó en 2013 y su historia la contó la periodista Garance Le Caisne en el libro-entrevista Operación César. 28 mil fotos corresponden a gente que murió en las cárceles de los servicios de seguridad. Human Rights Watch identificó ya cientos de víctimas que han sido reconocidas por sus parientes. El informe de esa organización, un poco anterior al de la ONU, ha sido presentado en diciembre de 2015.

Yoram Schweitzer, especialista del Califato, director del departamento “Terrorismo y conflictos de baja intensidad” en el Instituto de Estudios de Seguridad Nacional, había trabajado antes en los servicios de información israelíes. Conoce el tema, pues. Para Y. Schweitzer, “el régimen de Assad es la enfermedad de la región. No cabe duda, ha destruido a Siria y permitido, consecuentemente, la expansión del Estado islámico del Califato. Assad violenta, masacra cientos de miles de sus ciudadanos. No es posible que le permiten quedarse en el poder. Hubo otros dictadores en el mundo, pero él ha rebasado todos los límites. Incluso si fuese posible liberar a Siria del Califato, los otros grupos sirios, hasta los pragmáticos, no aceptarían la permanencia de Assad en el poder”.

Sin embargo, El Assad es visto ahora como un mal menor, cuando hace todavía unos meses los países occidentales exigían su salida como preámbulo a cualquier negociación. Quizá será el presidente Putin quien cortará el nudo gordiano. Se rumora que podría presionar El Assad para que no tarde en renunciar. Quién sabe.

Cajón de sastre. Hace varios meses que en nuestro México no hay vacuna pentavalente para los bebés. Inadmisible.

Investigador del CIDE.
jean.meyer@cide.edu

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