“¿Qué puede saber un particular por más sagaz que sea? La trama múltiple de la información deliberadamente distorsionada, las versiones y contraversiones” dificultan el trabajo, nos advierte Ricardo Piglia, antes de aconsejar: “No creas que hay un secreto escondido, todo está a la vista”. Es lo que pensé al cotejar muchos juicios favorables al papa Francisco, antes de comparar las fotografías de su reciente encuentro con el nuevo presidente de Argentina a las fotos de sus múltiples encuentros con Cristina Kirchner, cuando era la presidenta.

Un historiador y periodista francés afirma que “Francisco encarna una diplomacia abierta, como jefe de Estado, persigue una política extranjera transparente y voluntarista que acredita la idea de un pontificado marcado por la modernidad y la apertura”. Tomo nota. Otro historiador, francés también, y teólogo católico, admira que “el antiguo arzobispo de Buenos Aires no deja de asombrar por su manera personal y valiente de asumir la actualidad”. En Italia, sus colegas afirman que “el magisterio actual se inscribe plenamente en la tradición de la Iglesia”. Hago mía esa última observación y remito a mi artículo, sobre la “ambivalencia” permanente de la Iglesia como institución, del catolicismo romano en su forma política. Hace casi un siglo que Carl Schmitt diagnosticó que el “imperialismo” romano se manifiesta por la “unión de los contrarios”, de “los opuestos, conservadurismo y liberalismo, tradición y progreso, hasta militarismo y pacifismo”.

De modo que las “contradicciones”, los “bandazos” tanto por parte de la Santa Sede, como de las Iglesias nacionales, no deben sorprender. Hay muchas casas en la Casa del Padre y caben tanto los guerrilleros de extrema derecha como los de extrema izquierda, sin contar a los “terceristas” de la famosa Tercera Vía.

El 27 de febrero “los dos argentinos más importantes y poderosos, el papa Francisco y el presidente Mauricio Macri, celebraron al fin su primer encuentro en el Vaticano. Macri viajó a Roma para suavizar una relación con el Papa que ha parecido compleja antes de que llegara al Gobierno. Pero los gestos indican que las cosas fueron incluso peor de lo esperado”. (El País, 28 de febrero, p. 10.) Pues, sí, no hay secreto escondido, todo está a la vista. Vean las fotos. ¿Qué pasó con ese Papa tan afable, sonriente, amiguero, bromista? Cara de palo, rostro frío, impasible, hasta malhumorado; nada de bromas, como cuando Cristina Kirchner lo visitaba y le regalaba mate.

Los defensores del Papa argumentan que está harto de que lo utilicen políticamente en Argentina. ¡Qué ocurrencia! En seguida la oposición argentina, es decir los kirchneristas que acaban de perder el poder, sacó provecho del hecho de que Francisco haya recibido a Macri “brevemente y con frialdad”. Tienen razón cuando dicen con alegría que el Papa expresó su desconfianza, para no decir oposición, al nuevo presidente. Todo el mundo sabe que el ex arzobispo de Buenos Aires, a la hora de las elecciones, estaba en contra de quién ganó. ¿Por qué sorprenderse? El joven Bergoglio fue peronista, como la gran mayoría de los argentinos, incluso más que esa mayoría: siendo ya sacerdote jesuita, a los 35 años, fue miembro de la Guardia de Hierro, un grupo peronista, equidistante al Frente Rojo de los Montoneros y al Frente Negro de la Concentración Nacional Universitaria, un peronismo de la Tercera Vía.

Se vale, eso no es problema. El problema es que, en Cuba, el papa Francisco estuvo todas sonrisas, abrazos y apapache con los hermanos Castro, sin saludar a los disidentes (a diferencia de Juan Pablo II); y en México, estuvo igual de bienhumorado y generoso. Ambivalencia, ya no de la Iglesia, sino de su Supremo Pontífice. No asumió la actualidad, tampoco contribuyó a la reconciliación en su país.

P.S. Error en mi artículo anterior. El vector del paludismo es el mosquito Anopheles´, no Aedes.

Investigador del CIDE.
jean.meyer@ cide.edu

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses