Sobre el sitio web aljumhuriya.net (La República), creado en 2012 en Estambul por sirios exiliados, pude leer un buen texto firmado por Sadek Abderrahman, Por un Estado federal. Se aplica también a Irak, porque el conjunto Siria/Irak/Califato forma un verdadero nudo gordiano que difícilmente encontrará su Alejandro. La tesis es que el Estado centralizado sirio, construido sobre el panarabismo y el Islam, confiscado por los militares, ha llevado a la guerra y a la exacerbación de los odios. El Estado nace de la guerra —en el caso de Siria e Irak, de la Primera Guerra Mundial con el desmembramiento del Imperio Otomano—, pero el Estado se deshace también en la guerra, como en el caso sirio. “Esa guerra no es solamente un conflicto armado, es a la vez el enfrentamiento ideológico entre discursos, modos de pensamiento y ambiciones. Siria no ha sido nunca un Estado-nación logrado. Ha sido creado en la primera mitad del siglo XX como Estado centralizado… y ha tenido como resultado lo que vemos hoy, a saber una guerra atroz acompañada de un discurso de odio, el éxodo de millones y campañas de exterminio”. (27 septiembre 2015).

Extraordinaria coincidencia: poco después de leer este análisis, recibí un largo texto de Charles Gave, francés nacido en Alepo en 1943 porque su padre, oficial francés partidario de la Francia Libre de De Gaulle, luchaba en aquel entonces en Siria. Su abuelo, Ernest Schoeffler, había sido gobernador de la provincia de Latakia entre 1925 y 1936; hay que recordar que la Sociedad de las Naciones había dado a Inglaterra un mandato sobre Palestina y otro a Francia sobre una Siria que incluía el actual Líbano. Una historia de familia, pues.

La provincia de Latakia, en el Noroeste marítimo de Siria, es actualmente un baluarte de Bashar el Assad por ser poblada en su mayoría por alauitas, miembros de una rama del Islam shiíta. Desde los años 1970, con la familia el Assad, los alauitas controlaban el poder en una Siria heterogénea, mosaico de naciones y religiones, con árabes, kurdos, armenios, judíos, cristianos de todas las Iglesias, musulmanes de las dos obediencias principales, la sunnita y la shiíta, drusos etc. Los muchachos atendían escuelas regentadas por jesuitas mientras que las niñas estudiaban con las monjas. Charles Gave cuenta que su abuelo el gobernador era muy consciente de la complejidad y de la riqueza de ese tejido social; prometió a los alauitas que, al final del mandato francés, gozarían, si no de independencia, de una real autonomía y trabajó arduamente para convencer a París de dar a cada nación su propio “Estado”, en la medida de lo posible, regiones autónomas en el seno de una Siria federal, de modo que ninguna nación pudiese oprimir a las demás. Exactamente lo que S. Abderrahman propone hoy, noventa años después.

“Pero resulta que en 1936 las elecciones llevaron al poder (en Francia) al Frente Popular. Mi abuelo fue convocado a París por el ministro de las Colonias quien le informó que de aquí en adelante la política francesa trabajaría para crear una “Mayor Siria”. Evidentemente esa Mayor Siria sería un Estado secular (laico), porque la izquierda francesa tenía la obsesión de destruir la religión. Mi abuelo hizo entonces algo que poca gente hace hoy en día. Fiel a sus principios, presentó su renuncia”.

Y el gobierno francés procedió sistemáticamente a la creación de un Estado centralizado sobre el modelo jacobino francés, enemigo decidido de los regionalismos, las autonomías, del pluralismo cultural y religioso. El resultado fue que cada “nación” intentó apoderarse del Estado para proteger su propia comunidad. Los primeros en lograrlo fueron los sunnitas (60% de la población), hasta que los alauitas pudieron hacerse del poder, con la aprobación de todas las minorías. Entre los millones de refugiados sirios, la mayoría pertenece a esas minorías que saben muy bien que la derrota de los alauitas (de Bashar el Assad) sería una catástrofe para ellas.

Investigador del CIDE

jean.meyer@ cide.edu

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