El yihadismo acelera el éxodo cristiano en el Medio Oriente: una tragedia para los que tienen que abandonar todo, empezando por su tierra mutimilenaria, y también para las sociedades de la región. Hace años que la violencia contra los cristianos de todas las Iglesias (todas son o eran presentes en la región, desde las más antiguas que celebran en arameo, la lengua de Cristo, hasta las Asambleas de Dios) abrió en el cuerpo de esa cristiandad una herida que hoy deja el paso a una verdadera hemorragia.

La Guerra de los Seis Días que dio a Israel su tremenda victoria de 1967, provocó de manera indirecta un primer éxodo. El padre de un amigo, libanés de Alejandría, ciudadano egipcio, mandó a su hijo a Montreal, Quebec con esas palabras: “Ya no hay lugar aquí para los cristianos. Vete y prepáranos un lugar”. Lo logró, trajo primero a sus hermanos, luego a sus padres que están enterrados en el cementerio de Mont Royal.

La segunda etapa fue la terrible guerra civil (e internacional) de Líbano a partir de 1975 que no ha terminado realmente. Los cristianos, entonces mayoritarios, no forman hoy más del 38% de la población y lo que pasa en Siria e Irak empuja a los jóvenes a expatriarse. La tercera fue la invasión de Irak ordenada por George W. Bush quién abrió así una terrible caja de Pandora. Había, en esa fecha, más de un millón 500 mil cristianos iraquíes (como el ministro de relaciones de Sadam Husain, Tarik Aziz, que acaba de morir en la cárcel); hoy son, cuando mucho, 500 mil perseguidos, amenazados, masacrados por el Califato. El año pasado, cuando cayó la gran ciudad de Mosúl, huyeron cientos de miles de habitantes, musulmanes y cristianos confundidos; luego, en la noche del 6 al 7 de agosto (2014), le tocó a la ciudad de Karakosh con 50 mil habitantes, cristianos en su mayoría. La gente huyó unas horas antes de la entrada de los yihadistas. En Siria que tenía un millón 500 mil o dos millones de cristianos, se estima que 450 mil han abandonado su hogar desde 2011, y 150 mil cristianos iraquíes desde el verano pasado.


Las decapitaciones videograbadas de cristianos egipcios y etíopes en Libia, en febrero y abril de 2015, no pueden tranquilizar a los que sus verdugos denuncian como “cruzados”, aliados de los americanos y demás “occidentales”. Cinco días apenas después de las primeras veinte decapitaciones, en la noche del 22 al 23 de febrero, los cristianos asirios de Tall Nasri, en el Noreste de Siria, huyeron hacia Líbano. La tenaz resistencia de los milicianos kurdos y cristianos que los defendían no pudo contener el avance del Califato que asesinó a 220 civiles y secuestró quién sabe cuántos. Un refugiado que llegó hasta Francia (en la ciudad de Sarcelles hay ya una comunidad asiria de 12 mil personas. En Suecia son casi 100 mil) testimonia: “Tuve suerte de llegar a Líbano con mis tres hijas y mi esposa. Cada mujer salvada es un milagro, la mayoría son secuestradas y vendidas como esclavas por el Estado del Califato. Los terroristas se dan el derecho de hacer cualquier cosa”.

Cuando llegan los yihadistas dan tres opciones a los cristianos: la conversión, el pago del tributo, o la muerte. Prefieren irse, porque de todos modos, niñas y mujeres serían parte del botín. El arzobispo de Homs (Siria) Abdo Arbach es categórico: “Cristianos y musulmanes hemos vivido siempre en paz en Siria, incluso ahora, después de cuatro años de guerra y los musulmanes también son víctimas de los terroristas. Los chiítas, incluso los sunnitas y los yazidies han sido asesinados por el Califato”. Los cristianos, a fines del siglo XIX, han sido los pioneros del llamado “Renacimiento árabe”, han sido nacionalistas y patriotas en cada uno de sus países. Edward Said, Gibran Jalil Gibran, Amin Maluuf, Buthros Gali son algunos de los cristianos orientales mundialmente célebres.

Investigador del CIDE.

jean.meyer@cide.edu

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