A pesar de toda la crispación que trajeron las campañas sucias, el pasado domingo los mexicanos salimos a votar en paz. El INE instaló con normalidad 99.94% de las casillas y las elecciones se realizaron con tranquilidad, lo que habla de la gobernabilidad que reina en el país.

Sin embargo, la jornada electoral nos dejó varias lecciones:

1. La gente usó el voto para castigar a sus gobernantes sin importar el color partidario. En democracia, el voto es el arma del ciudadano y cuando está molesto vota en contra de quien lo gobierna; es su forma de exigir, de llamar a cuentas, de decir “no estoy a gusto”, y así lo manifestó el 5 de junio.

2. El hartazgo social es evidente. En esta elección todos los partidos perdieron por su falta de propuestas y descalificaciones mutuas. La gente votó en contra de sus gobernantes sin importar colores y la prueba es que de 12 gubernaturas, 8 cambiaron de partido en el gobierno; el PRI perdió más porque era el que tenía más. Por eso, no hay lugar para triunfalismos, pues incluso los hoy ganadores tendrán que lidiar, en su momento, con el descontento social, porque en política nadie gana ni pierde para siempre.

3. Si bien la corrupción existe y fue un tema central, ésta no es exclusiva de un solo partido, como se ha visto en distintas administraciones, locales y federales. Sin embargo, pareciera que a la oposición le funcionó culpar de todo al PRI y de que no saliera la Ley Anticorrupción, pero como bien lo dijo Emilio Gamboa, “El PAN, el PRD y el PT son mayoría… y si ellos quieren, podrían sacar la ley”. La responsabilidad es de todos, pero les convenía más usarla políticamente que sacarla.

4. Algo muy preocupante son las contradicciones ideológicas de las alianzas PAN-PRD ¡con candidatos ex priístas!, pues no sabemos qué plataformas programáticas guiarán a sus gobiernos. Por ejemplo, no queda claro si serán liberales o conservadores; si están a favor o en contra del aborto, la marihuana o el matrimonio igualitario. En pocas palabras, se trata de alianzas oportunistas y confusas, que sólo pretenden un triunfo y no implementar un programa de gobierno.

5. El PRI deberá trabajar más con sus organizaciones estatales para hacer un partido más cercano, transparente y comprometido con los electores. Por otro lado, para tener mejores candidatos se debe regresar a liderazgos locales, pues queda claro que las encuestas no son confiables, sino mera publicidad, y al contrario, son estos líderes los indicados para medir el sentir popular; conocer las causas del descontento; proponer soluciones y, sobre todo, dar resultados con transparencia a los ciudadanos.

6. Atender el hartazgo social es una importantísima función del gobierno; ignorarlo puede ser riesgoso como lo vemos en Brasil, Argentina, Venezuela, etcétera. Todos, ciudadanos, gobierno y partidos tenemos una responsabilidad compartida: evitar la calumnia y la desinformación, obligando, tal vez por ley, a que los candidatos presenten una plataforma, una coalición formal que vaya más allá de una alianza electoral, un programa de gobierno que permita al ciudadano votar por buenas propuestas y no por campañas que sólo prometen castigar al anterior.

En una democracia madura lo óptimo sería votar por el mejor programa, por los mejores resultados y no sólo contra el gobierno en turno sin importar los colores del partido.

Coordinador general de Puertos y Marina Mercante

guillermo.ruizdeteresa@yahoo.com

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