¿Qué hacer cuando uno de nuestros países vecinos, con quien compartimos fronteras marítimas, enfrenta una crisis humanitaria con enormes repercusiones regionales? ¿Qué papel deben jugar nuestras instituciones cuando a menos de 600 km de nuestras fronteras un país sufre la tasa de homicidios más alta del mundo? ¿Qué reacción podemos tener cuando miles de niños, niñas y adolescentes (NNA) de un país se ven obligados a emigrar para no correr la misma suerte de los casi 500 NNA que perdieron la vida de forma violenta en el primer semestre de 2014?

Hasta el día de hoy, parece que nuestra estrategia es simplemente la del espectador que cree que con las mismas acciones obtendrá resultados distintos. Honduras vive hoy una crisis humanitaria que no habíamos visto en nuestra región en varias décadas. Impunidad, violencia, debilidad de las instituciones estatales, aunado a una crisis económica que produce una falta de empleos o contribuye a su precariedad.

O migras o enfrentas a maras y pandillas que han logrado imponer su ley por encima de la del Estado, prohibiendo incluso a las mujeres teñirse el cabello de determinados colores, bajo la amenaza de muerte o agresión, o a los jóvenes vestir determinadas prendas o sufrir el reclutamiento forzado a sus filas.

O migras o enfrentas un sistema de justicia en donde el 49.2% de los homicidios del país con la mayor tasa del mundo, desconocen el posible móvil detrás de los mismos.

O migras o enfrentas un modelo económico que sitúa a Honduras en la posición 120 de la clasificación mundial en cuanto a Índice de Desarrollo Humano se refiere, lugar 30 entre los 33 países de América Latina. País que por siglos ha concentrado su riqueza para que el día de hoy ocupe el tercer lugar latinoamericano en cuanto a la desigualdad de sus ingresos.

Frente a ello, México responde con el Programa Frontera Sur. Un muro virtual de control y verificación migratoria que busca detener a los migrantes que llegan a nuestro país lo más cercano a nuestra frontera con Guatemala y Belice, y deportarlos rápidamente. Con estas acciones, México ya logró superar a Estados Unidos como principal expulsor de migrantes de la región. Nuestro vecino del norte aplaude, nuestra opinión pública se duerme, y los países al sur de nuestra frontera se desbordan en una crisis humanitaria sin precedentes, que se agrava día con día.

Gracias al esfuerzo de la Misión Internacional de Verificación y de Consejería en Proyectos, recientemente se publicó el Informe Final sobre la Situación de los Derechos Humanos de la Población Migrante Hondureña y su Derecho a la Protección Internacional (para obtenerlo en línea, consulte ). Al leerlo, podemos comprender que no estamos frente a una situación pasajera, superficial, sino a un fenómeno migratorio con causas muy profundas y repercusiones crecientes que no podemos esconder con nuestro olvido, o con estrategias de militarización fronterizas.

No hay tecnología, presupuestos y estrategias que detengan los flujos migratorios provocados por una crisis migratoria. Lo está viviendo la Unión Europea. Lo saben muy bien las autoridades norteamericanas. Pero nuestras autoridades parecen creer que han encontrado una solución, pero sólo compran tiempo ante la avalancha por venir.

Gracias al esfuerzo de esta Misión Internacional de Verificación podemos ampliar nuestra mirada a la realidad hondureña, antes de que sea demasiado tarde y no nos alcancen ni recursos ni tiempo, para prevenir una crisis que se convierta en tragedia.

Senadora por el PAN

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