La Comisión Federal de Competencia (Cofece) propuso ampliar el rango de precios de venta de gasolinas y diesel —más allá de 3% hacia arriba o hacia abajo mensual—, el cual se encuentra vigente y que fue concebido para no permitir una gran variación durante este primer periodo de liberalización del mercado de los energéticos.

Es decir, la institución encargada de garantizar la sana competencia entre las empresas, propone que éstas puedan tener una mayor libertad para vender a sus clientes por encima o por debajo del referente internacional, de aquí a 2018, cuando el mercado estará completamente liberalizado.

En su estudio la Cofece recomienda también revisar los precios semanalmente, como en Estados Unidos, para así estar más al tanto de las fluctuaciones.

Durante el último siglo los mexicanos han estado acostumbrados a que el precio de la gasolina sea el mismo en todas las estaciones de servicio del país, sin importar el número de clientes de cada estación o la calidad del producto ofrecido.

Ahora, cada vez más, las reglas del mercado serán las que determinen los precios, como ocurre en el resto de los productos y servicios, no lo establecido por una autoridad. ¿Cómo beneficia esto al consumidor? En teoría, los precios bajarán junto con los costos de producción y de la materia prima requeridas para elaborar gasolina; es decir, mientras más bajo esté el barril de petróleo, menor será también el valor del hidrocarburo refinado. Eso no ocurre actualmente en México.

Estados Unidos funciona de esa manera porque allá el valor del crudo es proporcional al del producto que se vende al consumidor final.

El problema es que en México hay otras variables que obstaculizan los beneficios de una economía libre. Está por ejemplo el factor de la gasolina robada a Pemex, delito que implica miles de millones de dólares en pérdidas. Si existe en las calles esa oferta ilegal de gasolina más barata, ¿qué tanto margen de competencia tienen los vendedores legales de combustible?

Está también el asunto de la norma que impide a los consumidores mexicanos garantizar la calidad de su producto. Hoy, las reglas nacionales no se encuentran al mismo nivel de rigurosidad ambiental que en Europa y Estados Unidos.

Queda además pendiente la predilección usual de ciertas autoridades a empresas afines; estarán tentados a beneficiar a compañías donde son socios o donde tienen “amigos”.

Son tiempos cruciales para enviar mensajes tanto a los inversionistas como a los consumidores. Mantener el capitalismo de cuates que ha caracterizado a México acabará con cualquier aspiración de progreso de un país globalizado.

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