Ha habido algunos reportes en recientes días sobre el compromiso del gobierno mexicano de reaccionar frente a los atropellos mediáticos al país y a sus connacionales en EU, que provienen de candidatos políticos, y de tratar de elevar la imagen que México tiene entre los estadounidenses. Como un ciudadano del vecino país que está horrorizado por algunas de las declaraciones que hemos escuchado de nuestra clase política sobre los inmigrantes mexicanos y la relación entre ambos países, no puedo más que apoyar este esfuerzo por enfrentar información manipulada y presentar una narrativa alterna de acuerdo con la realidad.

Pero también me queda una duda de si lo que se pretende hacer es meramente una campaña de mercadotecnia para vender el lado amable de México, o si ésta tiene un enfoque mucho más comprensivo para tratar de dar voz a las personas en ambos lados de la frontera que tienen un interés real en que la relación entre los dos países siga profundizándose. Eso tendría que ser una iniciativa mucho más compleja y de largo plazo, pero también tendría consecuencias más duraderas.

Para empezar, quienes más son afectados por los ataques recientes en EU son justo los migrantes mexicanos que residen en el vecino país, cualquiera sea su estatus legal. Si bien los embates contra los inmigrantes mexicanos no son nuevos, hemos visto el regreso de un discurso que parecía haber sido marginado y que ahora resucita con una fuerza más potente, justo en el momento en que hay poca migración real del sur al norte. No hay duda que estos ataques tienen más que ver con cambios culturales, sociales y económicos internos en EU, que con México, sin embargo, los migrantes y sus descendientes son los más directamente afectados.

El segundo grupo que tiene una razón para temer esta regresión en la relación entre los dos países son los migrantes del norte al sur, quizás un millón de estadounidenses que viven en México. Aún no se identifican como una presencia social importante en México o una fuerza política en EU, pero este no es un mal momento para empezar un acercamiento estratégico con esta población.

El tercer grupo son las empresas, mexicanas y estadounidenses, que viven del comercio entre los dos países y que serían directamente perjudicados por un intento de reducir el flujo de personas y bienes entre ambas naciones. Estas empresas incluyen algunas de las entidades corporativas más importantes de México y Estados Unidos. Generalmente no han sido actores visibles en temas de política pública internacional, pero cada vez más han buscado espacios para tener voz en asuntos binacionales.

En cuarto lugar, las comunidades que viven cerca de la frontera México-Estados Unidos tienen intereses muy concretos en el espacio compartido, que es una parte de su vida diaria y sustento económico. Las ciudades hermanas en la frontera, como Ciudad Juárez y El Paso, Laredo y Nuevo Laredo, Tijuana y San Diego —y otras que están un poco más distantes pero siguen muy ligadas a la frontera, como Los Ángeles, Monterrey y San Antonio— piensan cada vez más en términos binacionales para el diseño de su futuro económico, sus esfuerzos cívicos, sus espacios de entretenimiento y hasta sus vidas sociales y familiares.

Finalmente, hay en ambos países un sinfín de líderes de opinión —artistas, cinematógrafos, cantantes, periodistas, políticos, académicos y escritores— que entienden bien la importancia de un país para el otro y están igualmente preocupados con el cambio de actitud que ven en el escenario político estadounidense frente a México.

Acercarse a todos estos actores requiere mucho más que mercadotecnia y una estrategia de corto plazo, pero al final estos son las personajes que tienen la capacidad de tejer otra narrativa sobre la relación entre los dos países y forjar un entendimiento más profundo para el futuro. Acercarse con ellos no es fácil. Varios de estos grupos tienen desconfianza —muchas veces merecida— hacia esfuerzos de gobierno y no todos guardan la misma opinión de lo que debe ser el mensaje sobre México y su relación con Estados Unidos.

Pero la posibilidad de revertir algunas de las imágenes tergiversadas sobre México en Estados Unidos y de construir una narrativa realista, radica en dar voz a estos actores en los dos países, para que entendamos en ambos lados de la frontera que nuestro futuro está entrelazado y no tenemos más remedio que tratar de entendernos como somos.

Vicepresidente ejecutivo del Centro Woodrow Wilson

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