Lo hemos vivido por lustros: la rudeza y el escandaloso despliegue de recursos que define la competencia político-electoral por las jefaturas delegacionales en la Ciudad de México. Las cantidades “invertidas” en la movilización clientelar y la compra de votos parecen exorbitantes —porque, efectivamente, lo son— si se les compara con las atribuciones y retribuciones formales por ejercer el cargo: los niveles de ingreso de un jefe delegacional oscilan entre 50 mil y 104 mil pesos mensuales. Resulta difícil, en consecuencia, explicar la lucha encarnizada entre jefes de tribu —hasta el año pasado, monopolio perredista— y “nuevos” liderazgos corporativos —la emergencia de Morena como fuerza hegemónica.

La respuesta no está, por supuesto, en el compromiso democrático o el deseo de servir a la comunidad. No hay pasión que llegue a tanto. Se trata, más bien, de controlar un botín que incluye el presupuesto delegacional —solo en el caso de la Cuauhtémoc, 2 mil 622 millones— y lo que implica: asignación de contratos mediante arreglos con los proveedores, contratación de parientes y amigos que cobran sin trabajar, recursos líquidos para la gestión partidista, partidas y programas orientados con fin electorero… Pero el asunto va más allá, porque uno de los renglones más lucrativos de la administración delegacional no está en el presupuesto sino en la calle.

Los negocios ilícitos son incontables. Nada o casi nada queda fuera de las ganancias que deja la “pepena” en las calles. El área de limpia es un ejemplo. Hace muchos años que dejó de ser un servicio público; en la práctica, está absolutamente privatizado: la recolección se condiciona al pago de una cuota que fija unilateralmente el “proveedor” y si el particular (vecino, comerciante o industrial) no la cubre, se atiene a las consecuencias. Así de simple, aunque pague puntualmente su impuesto predial y tenga derecho a recibir servicios gratuitos y eficientes.

La Dirección Jurídica —con sus oficinas de Mercados, Vía Pública, Verificaciones y Calificación de infracciones— es una de las áreas más lucrativas, especialmente en delegaciones como la Cuauhtémoc, plagada de antros y comercios ilegales cuya tolerancia está condicionada al moche que recogen los inspectores y se distribuye en cascada ascendente.

Las cuotas por permitir el funcionamiento de comercios ambulantes, puestos fijos y semifijos, que ofrecen desde mercancía robada o pirata hasta fritangas insalubres, pueden ser bajas, pero son decenas de miles de changarros. Hace más de un año, el Sistema de Comercio en Vía Pública de la Ciudad de México calculaba en alrededor de 105 mil los comerciantes informales en las calles; más de 17 mil solo en el área de la Cuauhtémoc. Y están, además, los giros “negros”, que manejan prostitución o comercio de enervantes, donde las “igualas” son mayores por hacerse de la vista gorda.

De modo que, con la más elemental radiografía del “unte” y el cohecho, puede entenderse la feroz disputa “democrática”… Y arrojar luz sobre un caso de inquietante actualidad: los 600 mil pesos en efectivo que portaba el director jurídico de la Cuauhtémoc, Pedro Pablo de Antuñano, podrían ser, modestamente, la contribución de una semana, y solo de lo recaudado a ras de suelo por los inspectores de vía pública.

Será por eso que algunos funcionarios delegacionales y sus líderes políticos no se acostumbran a la tarjeta de crédito. Si todo se maneja en efectivo…

La venganza. Los diputados del PRD a la ALDF recibieron con ánimo festivo la noticia de la detención del ahora ex funcionario de la delegación Cuauhtémoc, gobernada por Morena, y piden a la Contraloría General del gobierno de la Ciudad investigar el posible mal uso de recursos públicos. En realidad lo que asoma es otra cosa: la disposición de recursos de procedencia ilícita, es decir, de extorsiones, como las que imponen a restaurantes en situación irregular. “No somos los peores”, parecen decir los perredistas, que señalan la paja en el ojo ajeno.

Para quienes idealizan el empoderamiento de Morena, vale la pena recordarles que están hechos de la misma pasta. En cualquier caso, si Ricardo Monreal aspira a gobernar la Ciudad, tendrá que demostrar que es capaz de erradicar viejos usos y malas costumbres en la Cuauhtémoc. Porque, hasta hoy, los desarreglos persisten e, incluso, se agudizan. El creciente caos en la colonia Condesa es sólo un botón de muestra.

Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario.

@alfonsozarate

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