La frase se atribuye a Bismarck, aunque al parecer es de John Godfrey Saxe. En todo caso, se trata de una alegoría certera: como ocurre con las salchichas, más vale no ver cómo se hacen las leyes. En un régimen democrático, legislar no solo requiere conocimiento y pericia técnica sino también representatividad, y construir acuerdos en parlamentos de muchas personas de distintas ideologías es un proceso que a menudo resulta desagradable. Si bien es cierto que dos cabezas piensan más que una, no lo es menos que una buena legislación surgida de una buena cabeza puede ser deformada por una abigarrada multiplicidad de ellas: la deliberación enmienda errores, pero la negociación suele degradar aciertos.

Esos son gajes de las democracias maduras. En el Congreso mexicano, donde la metáfora de la salchichonería es aún más válida, hay al menos tres taras más:

1) Quid pro quo. Se ha vuelto excepcional analizar las iniciativas en sus méritos. Sí, cierto toma y daca es válido, pero se producen graves desviaciones cuando se intercambian leyes inconexas o, peor aún, cuando se mezclan agendas y se canjean por nombramientos o ratificaciones. Es decir, del vicio de origen de nuestra tradición normativa -poner la norma demasiado lejos de la realidad-, que yo llamo el esteticismo legislativo, podríamos pasar al esperpentismo parlamentario.

2) Ausencia de debate. Las discusiones abiertas pueden ser molestas pero son una condición democrática fundamental. El problema en la LXIII Legislatura, al menos en la Cámara de Diputados, es que todo se negocia en la Junta de Coordinación Política y prácticamente no se delibera en las comisiones y en el pleno. A la usanza del priismo mexiquense, todo se “plancha” a puerta cerrada, con acuerdos entre un puñado de personas, y luego se cubren formalidades en un fast track permitido por la mayoría priista y quienes la acompañan. Es la obsesión del consenso que trueca diálogo en cooptación, la aberrante tesis de que discrepar y debatir es hacer “ruido” y socavar la autoridad. Y es que el PRI de hoy es peor que el de los últimos años del partido hegemónico: aunque las votaciones se ganaban de la misma forma, había en el Congreso más debate público.

3) Iniciativas ad hominem. Se hacen trajes a la medida, es decir, se legisla para beneficiar o dañar a una persona o a un partido, lo que contraviene el principio de la generalidad de las leyes.

Van ejemplos recientes. Ratificar al #FiscalCarnal es la peor muestra de la tara 1, y el hecho de que el actual procurador aún pueda encabezar la Fiscalía tiene al Senado al filo de la ignominia. Para ejemplificar la tara 2 está el caso Odebrecht: los diputados priistas no pudieron evitar que los opositores sacáramos adelante un punto de acuerdo en el que se exhorta a las autoridades mexicanas a cancelar los contratos firmados con esa empresa corrupta, pero sí lograron relegarlo al final del orden del día en la sesión plenaria para que hubiera pocos medios pendientes de los oradores en tribuna. La tara 3 se manifestará si, como dicen algunos reportes periodísticos, se adopta la segunda vuelta electoral: introducir el balotaje, que no sirve para construir mayorías estables en el Legislativo, tendría el propósito de impedir que López Obrador sea presidente. Por cierto, el PRI detuvo en la Comisión de Puntos Constitucionales dos dictámenes de propuestas mías, la del “Voto Blanco”, que reduciría el financiamiento a los partidos y empoderaría a la ciudadanía, y la de la doble nacionalidad a los naturalizados, que eliminaría disposiciones discriminatorias y violatorias de derechos humanos y sería útil para mexicoamericanos de segunda o tercera generación en la era Trump. Aclaro desde ahora mi postura: rechazo la segunda vuelta, que no resuelve el problema de fondo y sería una suerte de segundo desafuero, y exijo que se discutan en sus propios términos y sin "cambalaches" todas las iniciativas, incluidas las mías.

Por lo demás, la tara 3 ya se apreció en el impresionante operativo desplegado para forzar la aprobación del dictamen del Verde sobre espectáculos de delfines. Lo que parecía un tema de rutina se impregnó de un olor fétido desde el inicio de la sesión del 6 de abril, cuando circuló la versión de que se trataba de un pleito de negocios del jefe de ese partido con los dueños de los delfinarios en Cancún, que la columna “Templo Mayor” identificó como “derecho de piso”. Lo sucedido ese día fue repugnante: el acceso al salón del pleno, restringido hasta para los asesores legislativos, se dio ese día para gente ajena a la Cámara, incluyendo mujeres muy llamativas que intentaban persuadir a los legisladores de votar a favor; algunos priistas renuentes dijeron recibir llamadas de la Presidencia para disciplinarlos; hubo trampa en el conteo de votos en una moción suspensiva. Finalmente, los diputados del PRD, PAN, Morena y Movimiento Ciudadano nos retiramos del pleno y se suspendió la sesión por falta de quórum. Pero van a insistir, sin duda, porque todo indica que hay mucho dinero de por medio.

Hasta aquí un pequeño muestreo de la elaboración de salchichas mexicanas.

PD: Javier Duarte, detenido y callado. ¿Procuración o “administración” de justicia?

@abasave – Diputado federal del PRD

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