A (Boliqueime, Portugal 1946), aún le intriga que "Misericordia", su más reciente novela publicada en español por la editorial independiente mexicana Elefanta, sea recibida como un símbolo de la esperanza en la humanidad. A la narradora, que es considerada una de las mejores autoras contemporáneas de Portugal, le sorprende porque ella sólo quiso contar una pequeña historia muy personal —se inspira un poco en su madre— y el último año de vida de esa anciana frente a la muerte; sin embargo, lo que sus lectores han visto tras esa historia es una alegoría universal sobre la esperanza y el deseo de sobrevivencia de la humanidad.

La escritora portuguesa que en 2013 fue nombrada como una de las 10 mejores voces literarias por la Magazine Littéraire (francesa) y que en 2020 se hizo acreedora al Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances que otorga la, asegura que a la humanidad no le gusta hacer un ejercicio de memoria ni aprender de las guerras que ha librado, ni tampoco le interesa revisar en su pasado porque quiere ahorrarse el sufrimiento, aunque esa acción la mantenga en un círculo de la vergüenza y sin posibilidad de redimirse y salvarse.

En entrevista realizada durante su visita a México para participar en la FIL Guadalajara, la autora de "La costa de los murmullos" y "Los memorables" —también publicados por Elefanta—, afirma que a la humanidad le haría bien revisar su memoria más profunda para verse en su pasado, sanar las heridas, perdonar y seguir adelante. En esa memoria indaga la historia, la literatura y el arte en general, esa memoria que habla de los sentimientos y “que nos plantea a unos delante de los otros en cuanto seres humanos y ciudadanos”, y a ella apuesta su literatura y apuesta en particular "Misericordia" —ganadora del Premio Médecis 2023—, su novela con el título más “grave, solemne y religioso”, un término que según el Diccionario de la Lengua Española significa “virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenos”.

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¿Por qué a veces nos resistimos a comprender quiénes somos mirando en nuestra historia y nuestro pasado?

Porque en general cuando uno piensa en lo que pasó hay siempre heridas que uno no quiere revivir, es una especie de fórmula para evitar remover y ahorrarse el sufrimiento. Es una especie de noción de salvación de nosotros mismos, es no querer recordar para no sufrir, pero es un error, es un error porque recordar es aprender del pasado.

¿Y sin embargo sí solemos revisitar la memoria?

Pienso siempre que hay dos tipos de memoria, la memoria buena, ese rostro bueno de la memoria que consiste en ver hacia adelante de cada fracaso y sacar una enseñanza, ese es el rostro de la memoria que nos hace poner de rodillas delante del otro para pedir perdón, intentar recompensar las pérdidas, es la memoria de que empieza algo de nuevo, es la memoria que promueve el futuro en conjunto.

Y hay la otra memoria, la memoria que no olvida, que no perdona, es una memoria circular que regresa siempre a la herida, que cada que vuelve le echa más sal y más sal a la herida, una memoria que no nos deja ir hacia adelante. La gente a veces no quiere, hay una especie de indolencia para no ir a las heridas, pero debemos apostar por la primera parte de la memoria, dispuestos a salir del círculo vicioso de la vergüenza, la que habla de los sentimientos y que nos plantea a unos delante de los otros en cuanto seres humanos y ciudadanos.

¿Hay un interés global por revisitar la historia a través de la literatura?

Hay oleadas de revisiones a la historia, de replanteamientos de las guerras y las revoluciones, y a pesar de que la literatura entra y cuenta y aborda estas historias desde lo humano, desde personajes, son dos poderes con dos velocidades muy diferentes. El poder político y el poder bélico es un poder que se desarrolla sobre la superficie escaldante, mientras que el ritmo del arte profundiza lentamente, los dos no van a la par, el de la literatura y el arte es un poder lento, un poder de transformación que tiene una fuerza a la distancia.

¿Lo llamaría el poder de la literatura, del arte?

Es verdad que no se pueden callar las armas levantando un libro, se debería poder, se debería poder levantar "Los hermanos Karamazov" y decir “no, no puede haber gente sometida por el más fuerte”, pero no es una fuerza semejante. Eso es dramático porque la cultura y el arte no es circular, pero avanza; tampoco es lineal, pero avanza siempre; tiene utopías que se plantea enfrente, va adelante por las utopías, pero el mundo avanza exactamente del lado contrario. El mundo del arte es demasiado frágil porque las naciones tienen dificultad para comprender y proteger que ahí pueden estar las bases de la seguridad de la gente, es como esa pequeña bolsa que mantiene a los peces derechos pudiendo nadar, aunque con poco espacio, pero es un diálogo permanente al que nunca hay que desistir.

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Su literatura habla mucho de la Revolución de los Claveles y se ha escrito mucho sobre las guerras y el holocausto, pero vemos ahora una guerra sin perdón, sin misericordia, donde priva la venganza.

En general las tragedias son los temas de la literatura. Lo que ocurrió en Portugal fue algo muy fantástico, fue una revolución sin sangre que durante 24 horas fue como si la historia, que siempre es difícil, peligrosa y genera catástrofes, en ese momento se mantuviese tranquila para que la gente pudiera cambiar. Es algo mítico para los historiadores y para la cultura de finales del siglo XX. La revolución portuguesa ha sido emblemática para el momento de la democratización de la sociedad, porque no es simplemente que nuestra dictadura de Portugal y de España cayera, también las dictaduras comunistas del Este cayeron. Portugal fue el primer pueblo que encontró esa fórmula y hoy, pasados más de 50 años, estamos tristes porque el mundo está cambiando y está del lado opuesto.

¿Qué deja escribir tanto sobre las revoluciones, sobre su revolución?

Cuando nosotros leemos todos estos libros que escribimos sobre las revoluciones hay que pensar que ellos nos enseñan cosas, nos enseñan que la historia es ondulatoria y que hay que ver por qué ocurren las revoluciones, hay que estar atentos cuando los pueblos dicen: “no puedo más”, y hoy, en la actualidad, hay muchos pueblos que dicen: “no puedo más”, estamos viviendo un momento de mucha oscuridad; desde la literatura sabemos muy bien que esa oscuridad prepara algo, que debemos estar preparados para superar este movimiento ondulatorio que va para abajo.

¿Tras tanta revisión a la historia decidió escribir sobre una muerte más pequeña?

"Misericordia" es un libro sobre el último año de vida de una mujer mayor, es un libro sobre la intimidad, un libro ontológico, donde las personas se preguntan para qué sirven nuestras vidas, por qué tenemos el impulso del amor hasta el fin de la vida, por qué no somos hermanos. Ella plantea las cuestiones absolutamente primordiales. Este libro que tiene un título tan grandioso, un título religioso y tan solemne que me ha dado miedo, es visto por la gente de hoy como un libro que le da esperanza. ¿Por qué? me dicen que porque la historia de esa mujer es como la historia de nuestra sociedad actual. Hoy no sabemos por qué resistimos, pero sabemos que el sentido es resistir; en la vida de esta mujer que está delante de la sombra de la muerte, ella sólo quiere resistir. Es muy interesante percibir que el título de Misericordia es sentido por la gente como algo más que la vida de una persona, es como una especie de símbolo que está llamando para que la gente tenga verdaderamente misericordia. Porque nosotros no queremos ser apocalípticos, pero verdaderamente se siente un peso de las armas alrededor de la Tierra, el peso del no diálogo, de la sordera de unos delante de los otros.

¿La palabra es maravillosa, es decir, si uno tuviera misericordia por los otros, la humanidad sería distinta?

Hay tres palabras que deben estar aliadas: Misericordia, Esperanza y Entusiasmo. Entusiasmo significa estar con los dioses, si uno pierde el entusiasmo no se es capaz de tener esperanza. Si la misericordia no tiene un sentido filosófico, entonces deja que la gente tenga entusiasmo, hay que promover el entusiasmo, por eso tenemos la esperanza en los jóvenes. Pero los jóvenes no conocen el pasado, para ellos puede ser un lastre, ellos son como una especie de pecho que va adelante, quieren sobrevivir, quieren tener esperanza. Tienen entusiasmo.

¿Pero los jóvenes parecen sólo vivir el presente, incluso sin ver el futuro?

No hay que dejar de creer en los jóvenes. La juventud tiene demasiada prisa, no tiene espalda, tiene simplemente pecho, se quiere desembarazar de lo que la familia le dice, lo que los profesores le dicen, pero pasa muy rápido el periodo de la juventud; es un momento, aunque es fundamental para la vida.

¿Qué viene tras Misericordia?

Este libro vino a interrumpir otro que estaba escribiendo, vino la pandemia y luego las guerras, sobre todo las guerras en Europa, que es algo que nos trasciende, que nos conmueve. Yo soy otra hoy. Cuando vuelvo a ese libro que estaba escribiendo, me parece inocente, yo quiero escribirlo con más conocimiento del alma humana que ahora tengo, que es el alma humana que no quiere perdonar; eso antes yo no lo sentía tan dramáticamente, pero ahora así lo siento. Estoy viendo con otros ojos todos mis proyectos, tengo que valorar mis proyectos que son siempre muchos. Yo tengo más panza que ojos y más ojos que panza. Preciso de ver lo que es posible hacer, lo que es más importante con mi visión actual. Tengo que sentir lo que voy a escribir.

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