“Yo me acuerdo de tu boquita encantadora. Escríbeme mucho y seguidito. Te mando mucho cariño, como siempre. Adiós, mi amor, mi cielo, mi dicha, mi ilusión, mi vida, mi todo, mi toditititito”, acompañado de dibujitos, así escribía el artista Antonio Ruiz “El Corcito” cartas a su esposa. Este tipo de documentos personales se podrán consultar con detalle en el libro Antonio Ruiz El Corcito. Montajes y escenas del México moderno, que ganó el premio Mejor Catálogo de Arte, del premio Antonio García Cubas en su edición 2025.

El libro, coeditado por el Museo Amparo y el Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM, muestra, a través de material inédito, a un Antonio Ruiz como nunca antes se había visto: más íntimo, más complejo e interdisciplinario.

Al ser contemporáneo de artistas como Frida Kahlo, Miguel Covarrubias, Diego Rivera, Juan O’Gorman y al haber hecho poca obra de caballete, Antonio Ruiz “El Corcito” (Texcoco, 1982-Ciudad de México, 1964) había quedado relegado y se han hecho pocos estudios sobre su obra, entre los que se encuentra un libro publicado en la década de los 80 y el catálogo de la exposición de 2009 que tuvo en el Museo Dolores Olmedo. Por eso los investigadores de la UNAM Dafne Cruz Porchini y Luis Vargas Santiago se aventuraron a investigar y curar una exposición sobre el artista, que se presentó en 2024 en el Museo Amparo, y que ahora trasciende en este libro.

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A través de cartas, bocetos de vestuario para ballet, maquetas y escenografías teatrales, dibujos de sets cinematográficos y decoraciones para cines, un grupo de autores, entre ellos Rita Eder, Mireida Velázquez Torres y Aldo Solano Rojas, profundizan en estas facetas del artista.

De cartas, trabajos y más...

La propuesta del libro surge del acervo personal del artista, que desde 2023 se mudó al Instituto Getty, en Los Ángeles, Estados Unidos, por decisión de su familia.

“Lamentamos mucho (que se haya ido el archivo de México), pero también ellos tienen condiciones para conservarlo, preservarlo y dar acceso a consulta más o menos rápido”, dice Cruz.

Este archivo contiene cartas de amor a Merced Pérez —que en el libro se puede encontrar un facsímil de las cartas—, pero también cartas con amigos y colegas como Rufino Tamayo, Roberto Montenegro y Frida Kahlo, quien en una de las misivas le pide permiso para no ir a dar clases en La Esmeralda.

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“Hay que pensar en ‘El Corcito’ también como fundador de la Escuela de la Esmeralda. Tenía en sus filas de docentes a Frida Kahlo. Cuando ella no se puede levantar para ir a dar clase, es muy bonito ver la cercanía entre los artistas, pues él le daba oportunidad de que diera clase en su casa”, dice Cruz.

Estos documentos dejan ver cómo se tejieron los vínculos en la red artística e intelectual de México en esa época, pero también en el extranjero, pues hay cartas de Monroe Wheeler, director de exposiciones del MoMA de Nueva York y de la Exposición Internacional Golden Gate, en San Francisco, donde asistió a Miguel Covarrubias para pintar una serie de murales en Pacific House.

El tiempo que “El Corcito” pasó en Estados Unidos ha sido poco estudiado, dice Cruz. En la década de los 20, el artista viajó a Los Ángeles para aprender sobre escenografía y así fue como empezó a trabajar en el cine. De esta época hay dibujos que hizo el artista de decoraciones para cines y teatros en Los Ángeles.

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“No se había hablado tanto sobre este viaje a Estados Unidos. Hay archivos para ver cómo él se metió en el cine, sabemos que colaboró en los diseños escenográficos para la película Vámonos con Pancho Villa (de 1936, dirigida por Fernando de Fuentes)”.

También se le comisionó el Mural del Sindicato Mexicano de Cinematografistas, que se encontraba en la colonia Guerrero, pero que fue destruido durante un proceso de remodelación del inmueble. La obra ahora sólo sobrevive en una fotografía y un boceto, cuenta Cruz , quien escribe sobre esta historia.

La faceta de creador de escenografías del artista también estuvo vinculada con su labor en la arquitectura, pues trabajó como profesor en la Escuela de Ingeniería y Arquitectura del Instituto Politécnico Nacional. De hecho, la arquitectura fue su primera formación, que abandonó para hacer arte y de la que por primera vez se aborda con más profundidad en el libro.

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Nuevas lecturas

La exploración de estos archivos personales, dice Cruz, también permitió plantear nuevas preguntas y ampliar perspectivas de la mano de otros investigadores. Como revisar su obra a través de una visión de género y racial, analizando pinturas como El verano y Las changuitas. Además de ensayos, el libro tiene estudios inéditos de técnica y material de las obras La billetera y El sueño de la Malinche, que fueron realizados por el Laboratorio de Diagnóstico de Obras del IIE y que dan detalle de los procesos del artista, desde elección de los materiales, hasta modificaciones en la obra a lo largo de su realización.

Con el fin de ser una especie de catálogo comentado, se publican análisis de algunas de sus pinturas y hay dos compendios de imágenes, uno de obras de “El Corcito”, algunas con sus respectivos bocetos y el otro es de fotografías de la muestra en el Museo Amparo que, asegura Cruz, no podrá volver a verse. Al final hay un teatro, dibujado por el artista, que es recortable y armable.

“Es un libro que tiene un alto nivel académico, pero al mismo tiempo es muy lúdico”, dice Cruz.

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