La visibilidad y conquista de espacios no hubieran sido posibles para la sin la presencia y el trabajo de concientización y politización que Nancy Cárdenas, Carlos Monsiváis, Juan Jacobo Hernández y José Antonio Alcaraz hicieron desde la década de 1960, coinciden Gonzalo Valdés Medellín, dramaturgo y director, y Tito Vasconcelos, actor, activista, también director escénico y fundador del Cabaretito, legendaria franquicia en la Juárez. Pero si se retrocede en el tiempo, es obvio e inevitable mencionar a Salvador Novo y Xavier Villaurrutia.

Fue en la década de 1970 cuando en la Ciudad de México surgió el con verdadera fuerza, en un momento que a la par era turbulento y hostil, en medio de persecuciones, razias y bajo la presencia de la llamada policía secreta que “podía detenerte por un beso o verte tomado de la mano”, cuenta Vasconcelos. “Entonces éramos gay y lesbianas y nos acogíamos bajo una sola sombrilla, la sombrilla gay”.

La compañía La Cebra Danza Gay ofrecerá una función de gala en el Teatro Principal de Puebla. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
La compañía La Cebra Danza Gay ofrecerá una función de gala en el Teatro Principal de Puebla. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

Pero antes de llegar a este punto hay que enlistar una serie de antecedentes.

“En el teatro mexicano los personajes homosexuales empiezan a aparecer a finales de los años 40 y principios de los 50 en obras como "Los signos del zodiaco", de Sergio Magaña, y "Las alas del pez", de Fernando Sánchez Mayáins, así como en las piezas de Tennessee Williams”. Sin embargo, eran personajes castigados, sufridos, el hazmerreír o salían a escena como “perros atropellados”.

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Fue con Alejandro Jodorowsky, hombre incluyente en sus repartos, que se abordó a los personajes gays desde una perspectiva plástica menos convencional y más arriesgada, dice Vasconcelos, quien trabajó de cerca con la propia Cárdenas y Alcaraz.

Signos, el cuerpo de la noche, coreografía de Oscar Ruvalcaba que se reestrena este sábado, a las 19:00 horas, en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, Foto: CEPRODAC
Signos, el cuerpo de la noche, coreografía de Oscar Ruvalcaba que se reestrena este sábado, a las 19:00 horas, en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, Foto: CEPRODAC

En esos años también vieron la luz dos textos fundamentales, la crónica "Ojos que da pánico soñar", de José Joaquín Blanco, y "El vampiro de la colonia Roma", de Luis Zapata. Una influencia importante, específicamente para la danza, fue el lanzamiento de "El lugar sin límites", de Arturo Ripstein, explica el coreógrafo Oscar Ruvalcaba (Premio de la Crítica del XXXI Premio INBA-UAM, 2011).

Pero quien pavimentó el camino para el teatro gay —explica Valdés Medellín— fue Alcaraz, apoyado por el entonces director de la Casa del Lago, Hugo Gutiérrez Vega, al montar Y sin embargo se mueve, una especie de comedia musical con un sabor muy mexicano en el que aparecía en escena, tomando su papel como director y actor en primera persona: “Buenas noches, público, soy José Antonio Alcaraz. Soy el director de esta obra y soy homosexual”. Atreverse a algo así en el teatro fue un hito y asumir de tal manera la condición homosexual, histórico. Un acto revolucionario e iconoclasta que produjo la UNAM.

En la obra que terminó por convertirse en un espectáculo testimonial, retoma la palabra Vasconcelos, había cuatro actores gays: además del ya mencionado Vasconcelos, estaban Homero Wimer, Gustavo Torres Cuesta y Fernando López Arriaga, junto a dos heterosexuales, Carlota Villagrán y Delia Casanova. Antes, una arriesgada adaptación que Nancy Cárdenas hizo de Colette sirvió para preparar el camino; y un preámbulo más para que la crítica identificara al teatro gay en los años 80, fue la adaptación de Alcaraz, en la que trabajó Vasconcelos, de La oveja negra y demás fábulas, de Augusto Monterroso.

Y sin embargo se mueven fue el parteaguas, una especie de punto de partida para que las siguientes generaciones, con dramaturgos como Jesús González Dávila y Víctor Hugo Rascón Banda, se dieran cuenta de que el tema homosexual no tenía por qué seguir siendo un tabú.

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Así como se había alcanzado un gran triunfo en pos de la redignificación y la visibilización, y así como los dramaturgos pudieron apoderarse de su propia trinchera, también empezó la diáspora: “Estábamos enarbolados bajo un mismo discurso. Ahora cada quien quiere que su discurso sea el más importante. Por el desconocimiento de la historia se han perdido muchos objetivo y ahora mucha de la gente en la marcha está pensando en tener la curul de cualquier partido político”.

Los públicos, coinciden los entrevistados, son más heterogéneos y comprenden la diversidad. “Los que estamos perdiendo el piso somos nosotros”, señala Vasconcelos y recuerda que a él mismo le levantaron un acta ante la Conapred por transfobia, aun cuando él fue uno de los primeros en levantar la voz ante los asesinatos y la violencia que aún vive la comunidad trans. “En esta diáspora hemos perdido la empatía”.

Atrás quedaron los años en el que había un censor que pedía que no se viera y no se dijera nada, recuerda Valdés Medellín. Hoy serían bien recibidas obras como su adaptación de "Las criadas", de Jean Genet, censurada en el Polyforum Cultural Siqueiros en 1987 porque “agredía a las familias mexicanas” o "A tu intocable persona", primera pieza de teatro en México que abordó el VIH y que fue escrita en 1986 y pudo estrenarse hasta 1994 debido al rechazo de las instituciones.

Las líneas discursivas más relevantes, enlista el dramaturgo, han sido la búsqueda de espacio, el VIH y, hoy, la inclusión. “En los espectáculos el homosexual ya tiene mayor dignidad que en el pasado. El problema que yo veo es que no hay una postura realmente crítica. Desde finales de los 90 y principios de los 2000, no veo un teatro gay combativo, sino autocelebratorio y complaciente”.

Para la danza, el camino ha sido igual de difícil, pero diferente. Se ha tratado de picar piedra, señala Ruvalcaba. "Tragedia en Polanco", primera obra importante abiertamente homosexual en México, se estrenó hasta 1990.

“La homosexualidad es un fenómeno vital en las urbes y Flores Canelo es un coreógrafo muy urbano”.

La pieza trataba sobre un albañil que llegaba a una casa en Polanco para reparar una avería y su visita terminaba en un juego de seducción: “La única manera en que la sociedad mexicana podía asimilar la homosexualidad era como una especie de broma y enaltecimiento al macho”.

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Flores Canelo le abrió las puertas a Pablo Parga, cuya compañía, llamada "Propuesta", exageraba los clichés y la estética de la danza folclórica con un humor muy ácido. El gran momento fue la aparición en 1996 de "La Cebra Danza Gay", fundada por José Rivera Moya, que se defendía abierta y públicamente como danza gay.

En el presente, destaca Ruvalcaba, hay dos compañías importantes: , con hombres que visten trajes de china poblana, y Men in Tutus, que toca un tabú académico: los hombres que bailan en puntas.

Compañía México de Colores. Foto: Miguel Angel Medina (2019) vía Facebook
Compañía México de Colores. Foto: Miguel Angel Medina (2019) vía Facebook

Quizá el origen de la seducción que sucede a través de la danza, idea recurrente, estuvo en El lugar sin límites, señala.

“Antes, la danza perpetuaba clichés sobre la homosexualidad y la heterosexualidad; lo masculino y lo femenino. Ahora la juventud ya no quiere ser definida, pero el problema es que no hay compañías con una postura política y estética gay bien delineada”, afirma.

El coreógrafo Víctor Manuel Ruiz, autor de piezas como "Una flor militar" y "George Michael XXX", reconoce que en el pasado era difícil dedicarse a la danza siendo varón. El terreno que se ganó en el pasado, la lucha por los derechos, permite hoy la libertad de expresión.

“El reto es que las obras no sean para un pequeño sector. Todas mis danzas que tocan el tema, les llegan a toda la gente. No sólo a la comunidad y eso me parece un logro en términos de proyección e inclusión”.

Una flor militar, coreografía de Víctor Ruiz,
inspirada en Yukio Mishima, Foto: Nitzarindani Vega
Una flor militar, coreografía de Víctor Ruiz, inspirada en Yukio Mishima, Foto: Nitzarindani Vega
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