Una de las maneras más efectivas de ganar poder social es compartir el conocimiento. Esta es una de las enseñanzas de la era de Internet que ya emplean empresas de todos los sectores económicos, partidos políticos y universidades.

Actualmente, la Red conecta a mil millones de personas o 100 billones de neuronas y por primera vez en la historia, los humanos pueden trabajar en una colaboración masiva.

Internet en su primera etapa, la Web 1.0, se consolidó con el boom de las “puntocom”. Restringió el acceso a los datos y lucró con ello. Después, la Web 2.0 asumió que la información es más valiosa cuanta más gente tenga acceso a ella y la utilice.

Así aparece el llamado open sourcing o crowdsourcing, que traslada las tareas tradicionalmente realizadas por los trabajadores de una organización a todos sus públicos. Las ganancias resultan espectaculares: vigencia del producto o servicio, cumplimiento de las expectativas del consumidor, innovación continua, reducción significativa de gastos en áreas claves como mercadotecnia, ventas o logística, mejor reputación corporativa, más inversiones y un largo etcétera de beneficios.

Actualmente, las empresas de diferentes sectores económicos logran que sus consumidores sugieran mejoras en los productos o servicios que ofrecen. Esto no sólo involucra emocionalmente a los clientes sino que logran una retroalimentación directa para mejorar servicios y crear mejoras sustanciales para otros productos, generar impactantes extensiones de línea y simultaneaente vuelven más sólida su presencia en los mercados.

Este procedimiento de colaboración implica confiar en el poder del “nosotros”. Es compartir e involucrar la marca con sus públicos, es sumar adeptos y echar andar la poderosa rueda de la recomendación “de boca en boca” .

La participación activa es fuente imprescindible para generar confianza, fidelidad y apoyo que, en el caso de las empresas productivas, se traducen en mayores ganancias corporativas que van más allá de los estados contables: mejor clima laboral, consumidores con mayor fidelidad, atracción de las personas más talentosas, mayor rotación de inventarios y otros.

En la esfera política, la participación de la gente logra un valioso capital y logra el respaldo para gobernar exitosamente.

Ahora ¿cómo pueden sumarse adeptos a nuestras causas? Estas son las estrategias de la Red para lograrlo:

1. Liderazgo invisible. La época del caudillismo ya quedó atrás. Las personas ahora respaldan ideologías y causas concretas, por lo que ser “la estrella de la película”, ya no es rentable. De ahí que el papel protagónico de una persona o empresa determinada se desestima. Ahora el apoyo concreto es para las acciones e ideologías que benefician a las mayorías. El liderazgo unipersonal (y de una empresa comercial en concreto) ya no funciona. De ahí que se busque dirigir desde las sombras en lugar de pelear un papel central y de alto reconocimiento social. El administrador trabaja desde la retaguardia.

2. Mesura en la intervención corporativa. Se debe saber cuándo y cómo actuar. Reconocer en qué momento intervenir y al mismo tiempo cortar de raíz los comportamientos anti comunitarios. Para ello, se renuncia a tener una empresa o personal “estrella”. No se deben acaparar elogios y reconocimientos. Lo ideal de cada éxito es que quien impulsó el proyecto se mantenga en un discreto segundo plano.

3. Crear un club de amigos. Se trata de conformar una comunidad real de personas unidas por los mismos intereses y propiciar el diálogo entre ellas. Esto es posible cuando los miembros de una red comparten una visión general de las cosas. Así les resulta más fácil comunicarse y cooperar en un proyecto concreto.

4. No ocultarse. Una cosa es rechazar el protagonismo y la otra es tratar de volverse invisible, cuando se tiene un accidente o se presenta una falla. En esta época, los errores que comete una empresa siempre se saben. Lo mejor es admitirlo sin demora, pedir disculpas y asegurarse con un procedimiento o política detallados que no volverá a ocurrir.

5. Olvidarse de la perfección. En una comunidad, el desorden, las interrupciones, el debate y el brainstorming son muy productivos. Lo que puede estropear tal dinámica son los miembros de la comunidad que buscan que todo sea perfecto y fiscalizan consistentemente los errores de los demás. Este grupo se debilita con la presencia de los “infiltrados” y pierde interés y poder.

6. Motivar la disidencia. No hay nada más improductivo que una comunidad online homogénea y complaciente. Las empresas que patrocinan proyectos Web 2.0 buscan nuevas ideas, feedback y el vislumbrar las tendencias futuras de los consumidores, así que tienen que asegurarse de que las opiniones contrapuestas fluyan libremente y que los miembros de la comunidad pongan en entredicho el orden establecido. Sólo del debate surgen nuevas ideas.

7. Paciencia. Las comunidades tardan un tiempo en desarrollarse y los beneficios del crowdsourcing solo se perciben cuando ya hay lazos basados en la sinceridad, confianza mutua y honestidad de todas las partes involucradas.

8. Más contenido y menos tecnología. Finalmente, el lugar donde se reúne una comunidad tiene que ser interesante, divertido y tener las herramientas necesarias para interactuar (wikis, blogs, podcasts, actividades interesantes, eventos, conference calls, social networking y otros. Se debe ofrecer diversión, pasión y entretenimiento…todo en aras del poder real.

Rector del Centro de Estudios Superiores en Ciencias Jurídicas y Criminológicas (CESCIJUC) y Presidente del Consejo Doctoral Mexicano

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